–Tengo veintinueve años y soy boliviano. Para empezar, puedo citar el tema del exilio económico. Aproveché esa circunstancia para poder escapar un poco de la sociedad en que vivía. En Bolivia, con la nueva Constitución y su declaración como Estado Plurinacional, hubo una ampliación de derechos. Ahora, la ley reconoce que todos somos iguales. Tal vez por ello no necesitamos la sanción de una ley que avale el matrimonio igualitario en Bolivia, porque el tema de fondo ya esta básicamente establecido en la Constitución. Pero, sin duda, la reglamentación es fundamental para seguir exigiendo más derechos, como la adopción, la modificación del Código Civil. En Bolivia hay una gran diversidad, por lo que resulta un poco más fácil vivir el tema de las diversidades sexuales. Esto no fue así en épocas anteriores. La diversidad sexual era un tema tabú en mi vida. Mi papá era pastor evangélico. Mi mamá, muy pendiente del “qué dirán”. Siempre me decía: “¿Por qué tienes que juntarte con un indio o con un marica?”. Allá le dicen keusa, que es una palabra aymara que quiere decir “marica”, “maricón”. Mi mamá sabía, pero no quería hablar del tema. Ni ella me lo dijo y tampoco me dio la oportunidad de decírselo. Con mi padre pasaba lo mismo: no se hablaba. Somos ocho varones y cuatro mujeres. Mujeres conservadoras y hombres machistas, por lo que el clima no era propicio para hablar de esos temas. Decidí venir acá para escapar de todo eso. Mis hermanos siempre me tiraban el disparador de marica, keusa. Me decían: “¿Por qué no vas a jugar a la pelota, por qué no te veo más seguido con chicas?”. Llegué en 2008. Y convivir con otras culturas diferentes también fue un desafío para mí. No obstante, se puede decir que acá el ambiente es más flexible. Luego conocí a un muchacho argentino en el trabajo, quien advirtió mi situación. Fue una linda experiencia y lo que más rescato es que fue él quien me dio alas y coraje para afrontar mi realidad, lo que no sucedió de inmediato sino mucho tiempo después. Hasta los veinticinco años estuve de novio con una chica. Seguía con el rollo de cubrirme con chicas, incluso estuve a punto de casarme con ella. Para ese entonces ya le había planteado el tema. Ella siempre lo supo y su respuesta fue contundente: “No me interesa, yo te amo y quiero que seas feliz. Tú hazte cargo de tu rol de padre y de hombre conmigo y si quieres tener otra vida, hazlo, sólo cuídate”. Lo cual, por un lado, estaba bárbaro, pero, por otro, tenía sus costos.
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