Neil Harbisson (desde Nueva York)
Lo que la antena me permite percibir son distintos tipos de vibración, las siento en el cráneo, cada una corresponde a una frecuencia diferente de luz, y esta se transforma en sonido.
Cada color que vemos tiene una frecuencia de luz y eso se transmite a mi cabeza como sonidos. La antena está implantada en mi cabeza.
Son varios implantes: un chip, la antena propiamente dicha y otro dispositivo que permite la conexión a Internet, es decir, recibo información desde los satélites y puedo percibir los colores del universo de la misma manera, como vibraciones que entran en el cráneo. Está implantada, es una parte más de mi cuerpo, no me la puedo sacar.
No. Para darme un baño y esas cosas no hay problema porque es sumergible.
No me genera dolor ni molestias. Pero implantármela ha sido todo un riesgo. Puede haber riesgo de infecciones o de que mi cuerpo rechace estos elementos. Nunca se había hecho y no sabíamos cómo podía resultar. Me operó una persona en Barcelona, que es una persona anónima. No lo puedo nombrar. Ese fue el trato. Todo salió bien: acá estoy.
Es un proyecto único que empecé hace más de doce años. Nadie más ha hecho algo así. Hice el experimento en mi propio cuerpo. Es una antena que cree en la universidad de arte donde estudiaba.
Básicamente vivo del arte que me permite crear esta antena. Hago conciertos con colores y sonidos. Pinto lo que escucho. Hago arte a través de esta unión entre la cibernética y mi cuerpo.
Fundación Cyborg: cyborgism.wix.com
Informe: Dolores Curia
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