TIERRA DEL FUEGO > EN CANOA, A PIE Y EN 4X4
Los meses de verano son ideales para recorrer a fondo los increíbles paisajes del Fin del Mundo. Excursiones en canoa por el canal Beagle y a pie por la histórica estancia Harberton; caminatas por el Parque Nacional Tierra del Fuego, terminando en canoa junto a la bahía de Lapataia, y un inolvidable trekking al glaciar Ojo de Albino.
› Por Julián Varsavsky
En los meses de verano un viaje a Ushuaia justifica más que nunca evitar las urgencias programadas de un paquete turístico de tres días. La temporada estival abre un sinfín de alternativas para visitar lugares casi vírgenes y de belleza asombrosa que durante el resto del año permanecen ocultos bajo la nieve. Pero conocer estos paisajes requiere un mínimo de esfuerzo físico para caminar por el bosque o palear suavemente con los remos de una canoa.
Una de las excursiones multiaventura más completas para compenetrarse con la naturaleza y la historia de Tierra del Fuego es la visita a la estancia Harberton, que incluye un tramo en canoa por el canal Beagle. La aventura comienza en camionetas 4x4 desde Ushuaia por la Ruta Nacional 3, cuyo kilómetro cero está en el monolito de la Plaza Congreso en Buenos Aires y termina en la Bahía de Lapataia. A los 45 kilómetros de camino se toma un desvío por la Ruta Provincial J que conduce hasta el río Larsiparsan. Allí se descargan las canoas inflables con capacidad para seis personas y se avanza remando por los caracoleos del río en medio de la aridez del paisaje. Si las condiciones climáticas son buenas después de unos 40 minutos se desemboca en el legendario canal Beagle.
A lo largo del trayecto se observa lo más característico de la flora y fauna de Tierra del Fuego. Los árboles predominantes son de la familia de los notofagus: lengas en su gran mayoría, ñires en las zonas más ventosas, coihues y guindos en las partes húmedas. Entre las aves se ven muchos cauquenes y avutardas, varias clases de patos como el vapor, el crestón, el overo y el cuchara, y también chimangos, caranchos e incluso algún cóndor.
Al salir al canal Beagle aparecen las gaviotas y gaviotines sudamericanos, albatros, algún pingüino que pasa nadando como un rayo al costado de la balsa, lobos marinos y coloridos cormoranes roqueros e imperiales en los islotes de piedra. La observación de la fauna, como siempre, está sujeta a muchos factores, especialmente al azar. Los más afortunados se cruzarán con una ballena común que se ha metido excepcionalmente en el canal persiguiendo un cardumen de sardinas, y atrás suele venir una ballena orca persiguiendo a la otra ballena. También para comérsela.
Si se ingresa en el canal la remada dura un total de una hora cuarenta hasta llegar a la bahía de la estancia Harberton. En caso de no salir al canal se desembarca un poco antes de la desembocadura y se hace el último trecho caminando.
En esta histórica estancia pionera de la colonización blanca de Tierra del Fuego se hace un recorrido por el antiguo casco, muy diferente de los de las estancias de la provincia de Buenos Aires, donde la arquitectura se define por el confort y el lujo. Por el contrario, Harberton fue pensada en función del trabajo y la producción. Por eso sus construcciones son sencillas y vetustas, muy castigadas por las inclemencias del tiempo.
En un comedor de la estancia, los visitantes pueden descansar, entrar en calor y saborear una picada con queso, fiambres, sandwichs y vino. Luego del liviano almuerzo la excursión continúa también por agua rumbo a la cercana isla Gable, en pleno canal Beagle.
Al desembarcar en la isla se la cruza a pie de norte a sur y junto a la ventosa senda aparecen troncos jóvenes mordisqueados por los castores casi en la base. Más adelante se descubren diques enormes –de más de un metro de alto por veinte de largo–, que parecen construidos por una cuadrilla de obreros y no por una pacífica familia de cuatro o cinco castores. El problema es que estancan los ríos para formar pequeñas lagunas, en cuyos centros construyen sus guaridas, a salvo de los predadores (los castores fueron introducidos desde el Hemisferio Norte y aquí no tienen un solo predador). El hecho es que los estanques pudren los árboles que no fueron cortados y los mata produciendo en el ambiente un efecto de tierra arrasada.
El resto de la flora de esta isla de dos hectáreas está compuesta por arbustos como el calafate y la chaura. Finalmente se llega a un “gable”, un gran farallón sedimentario, frágil y abrupto, que se formó en la última glaciación.
En Puerto Mcingley, ubicado al otro lado de la isla, el zodiac ya está esperando para ir a la isla Martillo y observar desde la embarcación –muy de cerca–, la única colonia de pingüinos del canal Beagle. El regreso a Ushuaia es otra vez en 4x4, y en el camino hay otra parada dentro de la estancia para admirar los extrañísimos árboles bandera. Estos curiosos ñires han sido moldeados por el viento, doblados y estirados al máximo, como una bandera que quedó petrificada en el momento de su máxima tensión.
La mejor forma de explorar a fondo el Parque Nacional Tierra del Fuego es con una excursión que combine trekking con canoas. La excursión comienza en una combi que pasa a buscar a los turistas en el hotel para conducirlos a la Bahía Ensenada, en pleno parque nacional. Allí comienza una caminata por la llamada senda costera, considerada la más completa e interesante de todo el parque.
La senda costera se inicia a dos kilómetros del Lago Roca y mide 5,5 kilómetros. Tiene una dificultad media y atraviesa bosques de lenga, guindo y canelo, siempre por la costa del canal Beagle junto a pequeñas bahías.
En toda la zona costera del canal los arqueólogos encontraron numerosos concheros, acumulaciones de restos de cholgas y mejillones que dejaban los indios yamanas, habitantes del canal hasta la llegada del hombre blanco. Los yamanas pescaban con arpones y vivían gran parte de su vida sobre unas pequeñas canoas cavadas en un tronco donde tenían constantemente una fogata encendida.
En el camino el guía muestra especies vegetales curiosas como la drosera, una planta carnívora endémica descubierta por Darwin que se alimenta de insectos. También está el hongo dorado, cuya toxina es mortal para el hombre si la ingiere. Los árboles, como en toda la zona, son de la familia notofagus, que también existen en Tasmania, Nueva Zelanda, Borneo y Guinea, tierras que fueron parte de Pangea, el supercontinente que se despedazó formando los actuales. Entre las aves, las más comunes son las parejas de cauquenes o avutardas, una especie de gansos sudamericanos, blanco el macho y marrón la hembra.
El trekking culmina en el camping del lago Roca, donde se ofrece a los caminantes un almuerzo al aire libre en mesitas de madera donde suelen acercarse a muy pocos metros grupos de caranchos y también varios conejos, prácticamente pidiendo comida con la mirada.
La excursión continúa en canoas por el lago Roca hasta Bahía Lapataia. El trayecto de 5 kilómetros se hace en una hora y media, principalmente por el río Lapataia, que une el lago con el canal. Durante el paseo se ve el cerro Cóndor, que separa Argentina de Chile, y la Cordillera de los Andes a pleno. Finalmente se desemboca en el archipiélago Cormoranes, ya en el famoso canal Beagle. Allí nadan bastante cerca de la canoa numerosos patos como el macá huala, cisnes de cuello negro, albatros ceja negra, skuas –unas gaviotas marrones que comen pichones de otras aves–, y tres clases de cormoranes: biguá, roquero e imperial. A lo lejos suelen levantar vuelo al unísono bandadas de gaviotas cocineras.
La remada culmina en la Bahía Lapataia, un lugar extraño donde termina la Ruta Nacional 3. Allí un cartel indica: Buenos Aires 3063 Km. Alaska 17.848 Km.... Un poco más allá, el universo blanco de la Antártida.
Uno de los circuitos más sorprendentes y menos conocidos de Ushuaia es el trekking que combina la Laguna Esmeralda con el glaciar Ojo de Albino. El trayecto comienza 20 kilómetros al norte de la ciudad, en el Valle de Tierra Mayor, al pie de la Cordillera de los Andes. Directamente desde el borde de la carretera hay que internarse en el bosque y en el camino se van sorteando arroyos sinuosos y centenarias lengas y guindos, hasta que de repente el paisaje se abre y aparece una laguna inmóvil de color esmeralda. La laguna es un círculo perfecto y está en el centro de una descomunal hoyada montañosa. Quienes busquen una aventura mayor pueden doblar la apuesta y extender el trekking hasta el glaciar Ojo de Albino, subiendo esforzadamente por la montaña entre rocas descomunales que parecen resultado de una increíble explosión. En la cima está el glaciar Ojo de Albino y sólo resta calzarse los grampones y caminar sobre el hielo.
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