TIERRA DEL FUEGO DE RíO GRANDE A USHUAIA
La isla de Tierra del Fuego encierra un mundo de nieve, naturaleza salvaje y luz austral que se puede descubrir en invierno pese a los rigores del clima, rápidamente olvidados ante los encantos del paisaje. Un itinerario por las estepas de Río Grande hasta la bahía de Ushuaia. Pesca de truchas, estancias, el pueblo de Tolhuin, deportes invernales y todo tipo de paseos. Y en agosto, la carrera de trineos con perros, esculturas en la nieve y la Marcha Blanca.
Generalmente, el turismo
en Tierra del Fuego es sinónimo de Ushuauaia, la ciudad que hizo del
“fin del mundo” una marca registrada en todo el globo. Sin embargo,
desde hace un par de años afloraron muchos otros centros turísticos
de gran interés en toda la parte argentina de la isla. Desde Río
Grande hasta la costa de la península Mitre, esta tierra cuyo nombre
y evocación hacen soñar a aventureros de todas las latitudes matizó
también sus ofertas. Hasta tal punto que hoy día no hay sólo
caminatas por los bosques del Parque Lapataia en verano, ni tampoco sólo
nieve en invierno. Los fríos de esta temporada se aprovechan para actividades
insólitas, como paseos en trineos por los bosques cordilleranos, o para
patinar al aire libre en las afuera de Ushuauaia. Y desde hace unas semanas,
se puede sentir la experiencia de ver cómo las jornadas se alargan, día
tras día, después de haber vivido las noches más largas
del año y del país a fines de junio.
Estepas, truchas y ovejas Una exploración metódica de Tierra
del Fuego podría empezar por el norte de la isla, una región de
estepas cuyo centro es Río Grande. Es una zona que dejó el protagonismo
turístico a Ushuauaia, y que a pesar de tener buenas opciones se ve siempre
como un complemento de visita y no como un objetivo de viaje. Sin embargo, los
pescadores saben desde hace tiempo que los ríos y los arroyos de la zona
son uno de los mejores pesqueros de truchas del país (la trucha es incluso
el emblema que recibe a los viajeros sobre la ruta, en la entrada de la ciudad).
En los alrededores de Río Grande se encuentra también la estancia
María Behety, que fue fundada en una tierra entonces poblada por escasas
familias de indígenas fueguinos, en los últimos años del
siglo XIX. Creció bajo el auge del “oro blanco” de la Patagonia,
a principios del siglo XX, cuando la lana de las ovejas era una industria floreciente.
En María Behety está lo que se presenta como el galpón
de esquila más grande del mundo. Hoy, sin embargo, su gigantesca superficie
sobra para la reducida actividad de la estancia (que, por otra parte, perdió
la mitad de su superficie luego de particiones y divisiones debidas a las herencias).
La estancia se puede visitar, ya que María Behety se abrió al
turismo, aunque sigue funcionando como empresa agropecuaria, a diferencia de
muchas otras estancias reconvertidas al turismo en la provincia de Buenos Aires.
Su importancia fue tal que se desarrolló un verdadero pueblo al borde
de la ruta que atraviesa el casco. En torno a un parque se encuentran los edificios,
entre ellos una biblioteca, las viviendas de los peones, talleres para la maquinaria,
una cocina, las oficinas y la carnicería. Todos fueron construidos bajo
el mismo modelo arquitectónico, con paredes de madera pintada de rojo
oscuro y techos a dos aguas con chapas del mismo color. Sobre los ocres y verdes
oscuros de la estepa fueguina, recuerdan paisajes de Suecia o Finlandia, donde
las mismas granjas, con el mismo rojo, contrastan de igual manera sobre las
estepas de Laponia.
En esta época del año no es posible presenciar el momento de mayor
actividad en la estancia, que es la esquila de las ovejas (se realiza entre
octubre y enero), pero sí asistir a otras actividades de la marcha diaria
de la empresa.
Tolhuin, corazón fueguino Después de haber visitado María Behety, se puede pasar por la Misión Salesiana, también en las afueras de Río Grande (fue fundada por Fagnano para evangelizar a los onas, en 1893) y el restaurante de campo Punta María (frente al océano Atlántico, abre en temporada únicamente). A mitad de camino entre Ushuauaia y Río Grande, en la punta del lago Fagnano, se encuentra la villa de Tolhuin. El pueblito es reciente, ya que fue fundado oficialmente en 1972, y recuerda con su nombre y los de sus calles a los últimos indios onas (o selk’nams) que vivieron hasta mitad del siglo XX en esta región (“tolhuin” quiere decir “corazón” en su idioma). Como en María Behety, las casas de Tolhuin son de madera pintada de rojo y forman un paisaje encantador con el lago Fagnano detrás de ellas. Entre Tolhuin y Ushuauaia se levanta la barrera de la cordillera, que alcanza unos respetables 1900 metros de altura. Antes de cruzarla por el paso Garibaldi (donde la nieve llega a sorprender a los viajeros incluso a fines de la primavera), se pasa por la costa del lago Escondido, que como su nombre lo indica se oculta al pie de la cordillera para aparecer de repente frente a la ruta.
Ushuaia bajo la nieve
Ushuaia en invierno muestra su verdadero ánimo. La ciudad se oculta bajo
el manto gris que envuelve la costa del Canal de Beagle, y los vientos soplan
más fríamente que durante el verano. Pero nada de esto es suficiente
para desanimar a los chicos que aprovechan las aguas congeladas para patinar,
frente en la ciudad misma.
La calle San Martín, el corazón comercial de Ushuauaia, vive su
segunda temporada turística del año y –como la calle Florida
en Buenos Aires– recibe en varios idiomas a turistas del mundo entero.
Entre las artesanías y recuerdos más preciados figuran las remeras
que mostrarán en todas las latitudes del planeta que su portador (o por
lo menos un amigo o un familiar) estuvo “aquí”, en la ciudad
más austral del planeta, cuyo solo nombre es un pasaporte al viaje y
la aventura, y que hasta fue el nombre de un muy popular show televisivo de
turismo aventura en Francia en los años 80 y 90.
En Ushuauaia se puede visitar el Museo del Fin del Mundo, algunas casas históricas
(algunas importadas pieza por pieza desde Suecia, como la Casa Beban) sobre
la costanera, y sobre todo el famoso presidio, hoy reconvertido en un centro
de turismo histórico. Además de visitar las instalaciones de la
cárcel, hay un restaurante que recrea el ambiente en el cual los presos
recibían sus comidas, se organizan recreaciones con actores que encarnan
los papeles de los presos más famosos, y una parte de las instalaciones
fueron transformadas en un museo marítimo. En el centro están
también los edificios cuyas siluetas son famosas en las vistas generales
de la ciudad: la Legislatura, con su torrecilla de color gris oscuro y la antigua
capilla, y la Iglesia Nuestra Señora de la Merced, cuyos campanarios
se elevan sobre las casas del centro.
Esquíes y trineos
Pero en invierno se viaja a Ushuauaia sobre todo para esquiar en la estación
de deportes de invierno más austral del mundo. El moderno centro de cerro
Castor fue inaugurado hace pocas temporadas, y sigue año tras año
complementando su oferta e instalaciones. Hoy cuenta con una quincena de pistas
de todos los niveles y varios medios de elevación. También ofrece
la posibilidad de hacer esquí de fondo, un deporte muy popular en la
región (se practica tradicionalmente desde la Hostería Tierra
Mayor, cerca de Monte Olivia). Hay que destacar que esta estación es
la que ofrece la mayor temporada de esquí en la Argentina, junto con
Caviahue. Es natural, ya que por su posición en el mapa tiene más
nieve durante más tiempo.
Y si la nieve es la meta principal de un viaje a Ushuauaia, no hay que privarse
entonces de una de las actividades más hermosas con que cuenta la región:
el renombrado musher (conductor de trineos de perros) Gato Curutchet ofrece
desde su campamento de Altos del Valle paseos en trineos tirados por siberianos.
Es una manera diferente e inolvidable de descubrir los bosques andino-fueguinos.
El Gato Curutchet es una de las figuras de Ushuauaia, participó en competencias
de perros de trineos en varias partes del mundo y está en el origen de
la carrera que se organiza desde hace varios años en agosto en Ushuauaia
(una de las únicas competencias a nivel mundial que se desarrolla en
el hemisferio sur).
Por rieles y por mar
También pueden descubrirse los paisajes de Tierra del Fuego de manera
más original, a bordo del Tren del Fin del Mundo, un pequeño ferrocarril
con máquinas de vapor que recorren unos 15 kilómetros hasta el
Parque Nacional Tierra del Fuego. El tren fue utilizado en unprincipio por los
presos para transportar madera. Hoy es uno de los paseos más lindos que
se puede ofrecer a los turistas, a bordo de vagones con calefacción y
estilo.
Los rigores del clima no permiten disfrutar de los tradicionales paseos que
se hacen en verano por el Parque, o hasta la Cascada del Pipo, bahía
Ensenada e isla Redonda. Se puede compensar con una salida por el Beagle en
uno de los tours que ofrecen las agencias de turismo de Ushuauaia. Se trata
de un paseo náutico a bordo de un catamarán con un salón
preparado para luchar contra el clima austral, gracias al cual se navega por
el canal hasta un islote en el que viven colonias de elefantes y lobos marinos
y donde se levanta el Faro des Eclaireurs.
Se puede ver también la costa de Navarino al sur, del lado chileno, y
la costa de la península Mitre al norte, del lado argentino. Parte de
esta costa se puede visitar gracias a la ruta provincial que llega hasta la
Estancia Haberton, fundada por Thomas Bridge, el reverendo anglicano que fue
el primer occidental en establecerse en esta parte del mundo, hacia 1880. Hoy
los descendientes del pastor abrieron la estancia al turismo, y crearon el Museo
Acatushún, especializado en aves y mamíferos de los mares australes.
Por los vidrios del museo se puede ver parte de su hábitat, casi intacto
por la actividad humana: el canal de Beagle, y más allá el Atlántico
Sur, y más lejos aún, esas islas que son la antesala del Continente
Antártico
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