ESCOBAR EL PARQUE TEMAIKéN
Acaban de abrirse las 34 hectáreas de un parque orientado a la educación ambiental y a la diversión de los chicos, que es en parte zoológico sin jaulas, en parte lugar de juegos para niños muy pequeños, en parte cine con pantalla circular.
Al llegar al gigantesco
estacionamiento del Parque Temaikén, con su capacidad para 3000 autos
totalmente colmada en una tarde de domingo, se toma conciencia de la magnitud
de este moderno parque ecológico recién inaugurado. Fueron cuatro
años de trabajo de la Fundación Temaikén, con una inversión
estimada en 60 millones de pesos.
A diferencia de otros zoológicos, aquí no hay animales en jaulas
una al lado de la otra. El eje son las especies exóticas y las autóctonas
del país, alojando a los animales en espaciosas reconstrucciones de su
hábitat natural. No bien se cruza la entrada, los primeros en aparecer
son los flamencos rosados, que lucen su estridente colorido mientras descansan
sobre una lomada, separados del visitante por una baranda de escasos 50 centímetros
de alto. A un centenar de metros, un fuerte griterío de niños
y adultos atrae a todo el que ande cerca. El alboroto proviene de la gigantesca
morada de los tigres de Bengala, ambientada con grandes rocas, un pequeño
cerro y una laguna donde un soberbio ejemplar de 250 kilos llamado Sandokán
juega con una pelota como un gatito.
El espectador puede ver al tigre desde arriba –como en un palco de troncos–
o desde abajo, detrás de una pared de vidrio semicubierta por el agua
de la laguna. Allí se ve entonces, en primer plano y al lado de la gente,
a Sandokán tomando la pelota con sus garras para flotar plácidamente
mientras experimenta diversos juegos. Un chico, asombrado por el original espectáculo,
le grita al felino casi al oído desde atrás del vidrio: “¡Trigre!
¡Mirame!”.
De los felinos pasamos a los simpáticos omnívoros llamados suricatas
o mangostas, una especie de ardilla que habita los desiertos de Namibia y Botswana,
a los que se reconoce porque se paran en dos patas sobre las piedras para observar
el panorama. Enfrente están los antílopes orix, habitantes del
Sahara, que lucen una cornamenta recta que alcanza hasta un metro de altura.
En el sector de los monos están los ejemplares de la extraña especie
de los colobos –de pelaje blanco y negro muy largo–, donde los brazos
de un gran árbol les ofrecen espacio de sobra para retozar como lo hacen
en la selva centro-oriental de Africa.
Uno de los sectores más originales del parque es el de los hipopótamos.
Tienen su laguna con un flanco de paneles de vidrio y el agua a la altura de
la cabeza de un adulto. La gracia está en observar la actividad sumergida
de estos animales, que nadan y simulan peligrosos combates bajo el agua a un
metro de distancia del espectador, a la altura de sus ojos y con total nitidez.
El espectáculo está entre los más celebrados de todo el
parque, con los abultados animales moviéndose a toda velocidad con la
soltura de un pez. Cuando abren su tremenda bocaza contra el vidrio, pareciera
que van a devorarse a alguno de los pequeños espectadores de un solo
bocado, despertando gritos de verdadero terror. Algo similar ocurre en la pecera
de los yacarés, donde los animales se acercan extrañamente al
vidrio y es posible mirarse con ellos cara a cara, fijamente a los ojos.
Otros sectores son pura dulzura, como el de los canguros de cuello rojo traídos
de Australia y la Isla de Tasmania. Los canguros andan a los saltitos sobre
el césped y, cuando agachan la cabeza para mordisquear unas hojas, aparece
de adentro de la bolsa que tienen en el vientre otra cabecita que repite la
conducta de la madre.
Un espacio enorme está dedicado a las 1500 aves que pueblan Temaikén.
Las especies animales autóctonas de nuestro país están
separadas por región. Por un lado están las de la Mesopotamia
(carpinchos, yacarés, ciervos) y por el otro las de la estepa patagónica
(liebres, pingüinos, pudúes, ñandúes).
Para todas las edades
En Temaikén hay 300 empleados al servicio del visitante y al cuidado
de los animales. En la Plaza Educativa, con juegos para los niños más
pequeños, hay entre uno y dos empleados por cada juego animando a los
chicos a interactuar y pendientes de su seguridad. Uno de los juegos consiste
en treparse a una telaraña de sogas. En otro la gracia está en
meterse en el cascarón de un huevo gigante, que a pesar de su simpleza
es uno de los más buscados. Y el entretenimiento más original
probablemente sea aquel donde los niños se meten en unos túneles
desembocando en una suerte de burbuja de vidrio que les permite sacar la cabeza
en la superficie del hogar de las suricatas.
El Cine 360º es la parte de Temaikén donde se aplica la alta tecnología
para difundir un mensaje conservacionista. El video comienza con una estridente
explosión de magma incandescente representando el origen del mundo. Como
la pantalla es circular, los meteoritos se nos vienen de frente, pasan por el
costado y siguen detrás. Las imágenes ampliadas de microorganismos
explican el origen de la vida y su consiguiente desarrollo. Y toda clase de
animales de los distintos hábitat del planeta desfilan en graciosas situaciones,
hasta que en determinado momento una fina garúa se desata dentro de la
sala.
El acuario Uno de
los sectores que el Centro de Atención al Visitante resalta con mayor
orgullo es el submundo silencioso del acuario. En la sala central se recorre
un ámbito circular con paredes de vidrio donde se observan muchas de
las especies más exóticas del universo acuático. Al pasar
a otro sector del acuario, vemos que el techo que nos cubre también es
de vidrio, y encima nuestro pasan a toda velocidad feroces tiburones y esa suerte
de peces “alados” que son las mantarrayas. En la Poza de Marea está
representado el ambiente del litoral de la Patagonia, mientras que el acuario
de agua dulce es una recreación escénica de un río de la
Mesopotamia argentina, con su correspondiente fauna. En la siguiente sala, la
originalidad es que las peceras son muy bajas, y para observar a los peces se
asoma la cabeza sobre las aguas, sin que haya un vidrio por encima entorpeciendo
la mirada. Además se exponen costillas y vértebras gigantes de
ballenas y hay un centro interactivo con maquetas mecanizadas, modernos paneles
luminosos y computadoras que revelan secretos del mundo marino, como por ejemplo
el origen de las olas.
La visita al parque requiere de muchas horas y se recomienda realizar una recorrida
de todo el día. El lugar es cómodo, moderno y espacioso, y tiene
tres restaurantes, una casa de tortas alemanas y diversos puestos de comidas
al paso. A partir de ahora, una nueva opción para grandes y chicos ha
surgido en Escobar: un parque que seguramente revolucionará el concepto
de zoológicos en Argentina
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