Dom 25.08.2002
turismo

FRANCIA EN LA REGIóN DE LANGUEDOC

Ultimo tango en Toulouse

Toulouse es la gran capital del sur francés, una ciudad dinámica donde al margen de los recuerdos tangueros inexorables para los argentinos se fabrican cohetes espaciales y aviones. Toda construida en ladrillos rosados, es también la antigua capital de los trovadores. Cada año se realizan conciertos que evocan a Gardel y a Piazzolla, quien vivió y dejó allí la impronta de su música.

Texto y fotos:
Graciela Cutuli

A Toulouse se la conoce como la “Ciudad Rosada”. No hay que buscar motivos políticos en este apodo, aunque Lionel Jospin –el frustrado pretendiente a presidente de Francia en las últimas elecciones– tenga su base política a escasos kilómetros, o pese a los episodios heroicos que jalonaron las luchas de clases entre fines del siglo XIX y principios del XIX, entre gobiernos y vitivinicultores, entre obreros y la burguesía industrial, en toda la región. En realidad este apodo se debe más poéticamente al color de los ladrillos de los edificios del centro, que tienen ese tono tan característico porque se fabricaban con el barro y las arcillas del lecho del río Garona. En el paso del Lauragais, la planicie regada por el río entre los Pirineos y los Cévènnes (las montañas donde transcurre la película “Pacto de Lobos”, recientemente estrenada en los cines argentinos, sobre la búsqueda de un lobo descomunal que aterrorizó a la región en el siglo XVIII), era difícil conseguir piedras, y las canteras distaban varias decenas de kilómetros. Los ladrillos de barro rosado eran entonces la solución más económica y fácil, y con el tiempo confirmaron su solidez y nobleza. Hace siglos, cuando se construyeron el Capitole y las iglesias del centro, estos ladrillos sin duda le daban un carácter más humilde a la ciudad, mientras las otras se vestían de edificios de piedra tallada y esculpidas. Pero en estos tiempos en que el turismo representa fuentes de ingreso y de trabajo, le dieron a Toulouse su verdadero carácter y una identidad cultural y arquitectónica muy valiosa.

La capital más cortés Mucho antes de los ladrillos, la historia de Toulouse arranca con una pequeña fortaleza que funcionaba como capital de las tribus celtas de la antigua Francia. La fortaleza fue testigo del paso de las tropas romanas a la región del Languedoc, y más tarde se sometió al dominio visigodo. Sin embargo, el carácter fuertemente latino que los romanos imprimieron al sur de Francia no se borraría con facilidad, y todavía hoy en el acento de los lugareños es fácil identificar las diferencias con los franceses del norte, que hablan una lengua más influida por las raíces celtas y los posteriores agregados de los invasores germánicos.
Durante la Alta Edad Media, la ciudad se convirtió en cuartel general de los Condes de Toulouse, que ejercieron un inmenso poder sobre la región. Sin embargo, no pudieron prever que el catarismo –una revuelta religiosa como las tantas que hubo en aquellos siglos, muy difundida en esta parte del sur de Francia– les sería fatal. Los cátaros (“puros”) fueron protegidos más que tolerados por los condes de Toulouse, a cuyas puertas encontró la muerte Simon de Montfort, el enviado de los reyes de Francia para acabar con los herejes. El asedio, sin embargo, resultó victorioso: los cátaros fueron exterminados, con una violencia tal que aún puede atestiguarla el prodigioso castillo de Montségur, con cuya destrucción e incendio terminó de morir el catarismo. Los Papas volvieron a respirar. Y junto con ellos, el rey de Francia, que ni lerdo ni perezoso aprovechó la excelente oportunidad para incorporar el vasto Languedoc a sus dominios. Es así que hoy la bandera azul, roja y blanca flamea sobre toda esta parte de Francia: y junto con ella, la cruz del Languedoc ondea orgullosa, para recordar que si bien Toulouse perdió así el papel político que la distinguía hasta el momento, nunca resignó su papel cultural y económico.


Toulouse renace La Académie des Jeux Floraux, la academia más antigua de Francia, es una de las pruebas de esa riqueza cultural tolosana que dura desde el siglo XVI. Hoy pocos hablan la antigua lengua de oc, rendida frente al dominio del francés, pero como en los primeros tiempos la Academia sigue conservando el objetivo de defender este idioma y su literatura. Una literatura muy rica por haber sido la lengua en que se expresaron los trovadores, aquellos románticos cantautores medievales quehacían soñar a las damas en sus castillos y probablemente desvelaban también a los celosos caballeros en sus armaduras rumbo a las Cruzadas...
Con el tiempo, Toulouse se fue consolidando como nodo comercial del sur de Francia.

Allí se asentó una corporación de influyentes mercaderes –los que impulsaron la construcción de los edificios de ladrillos rosados del centro de la ciudad– que enviaban a sus hijos a la Universidad (fundada en 1229) y sentaron así las bases de una burguesía acomodada que expendió su influencia en todas las regiones aledañas. La llegada del siglo XX, sin embargo, le reservaría a Toulouse el último toque de modernismo: la ciudad es la capital europea de la industria aeronáutica y aeroespacial.

Un tango a orillas del Garona Es inevitable que para el visitante argentino la visita a Toulouse lo haga pensar en su hijo más ilustre, Carlos Gardel. Su casa natal, que durante largo tiempo no contó con placa alguna por la oposición del dueño, está en la Rue du Canon d’Arcole, en el norte de la ciudad (en la oficina de Turismo indican cómo llegar). Además del tango, es inevitable que al porteño le guste perpetuar en los bares de Toulouse la costumbre de ver pasar la tarde desde una mesa de café: aquí, pese a ser una ciudad muy grande, el ritmo es más tranquilo y relajado que el de París, sin que eso resigne ni una pizca del cosmopolitismo que es fácil advertir a cada paso. Además, Toulouse también es conocida por la buena mesa: todas las especialidades del sur de Francia pueden probarse para completar el viaje con una pequeña aventura gastronómica sin la cual el panorama no parecería completo.
Tango aparte, Toulouse tiene mucha historia que mostrar. Empezando por el edificio más antiguo del centro histórico, la basílica Saint Sernin, construida entre el 1080 y el 1188. Esta iglesia fue un importante centro de peregrinación en la Edad Media, cuando funcionaba como “etapa espiritual” en la peregrinación a Santiago de Compostela, ese largo camino que facilitó un increíble intercambio comercial y cultural en Europa durante siglos. Otra iglesia célebre, no muy lejana, es la de los Jacobinos, un auténtico ejemplo del estilo gótico meridional, donde la Orden de Santo Domingo funcionaba como anclaje católico contra los cátaros. Su ortodoxia queda confirmada por el hecho de que en su interior, en la capilla de Saint Antonin, se conservan las reliquias de Santo Tomás de Aquino. La ronda de las iglesias se completa con la Catedral de Saint Etienne, construida en tiempos de los últimos condes de Toulouse, y una visita al Museo de los Agustinos. Otros museos interesantes de la ciudad son el de Saint Raymond, sobre arte y arqueología de la Antigüedad y la Alta Edad Media (allí se ven los vestigios del anfiteatro romano, el único vestigio de la Antigüedad que queda en Toulouse), el Museo de Historia Natural y el Museo Paul Dupuy de Artes Aplicadas.
A la ida o a la vuelta, el corazón de Toulouse atraerá a todos los turistas: es toda la zona en torno al Capitole, el principal monumento de la ciudad, que hoy alberga las oficinas municipales (se puede visitar y conocer sus imponentes salones). Frente al Capitole se extiende una ancha y animada plaza donde compiten los negocios de moda con los cafés y sus típicas “terrazas” donde tomar algo al aire libre, ya que Toulouse tiene el clima benigno del sur de Francia que permite aprovechar esta oportunidad durante una larga temporada. El mismo clima y la bonhomía de la ciudad se disfrutan en los jardines públicos y dando un paseo a orillas del Garona.

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