PATAGONIA II > EN EL CERRO PERITO MORENO, CERCA DE EL BOLSóN
A sólo 25 kilómetros de la encantadora localidad cordillerana de El Bolsón, se encuentra un pequeño centro de esquí en desarrollo que lleva el nombre del cerro donde está emplazado: Perito Moreno. Además de esquiar, historias sobre los orígenes de este deporte en la zona.
› Por Mariana Lafont
Sus pistas se extienden sobre una ladera cubierta de hermosos bosques de lenga y ñire convirtiéndolo en un lugar ideal para practicar este deporte y, al mismo tiempo, estar en pleno contacto con la naturaleza. Si bien el Perito Moreno no cuenta con toda la infraestructura típica de un centro invernal grande, con paciencia y dispuesto a prescindir de algunas comodidades, la experiencia puede ser inolvidable. Como tres de los medios de elevación son de arrastre, la actividad depende sobremanera de la cantidad de nieve en la base. De lo contrario esquís al hombro, un poco de aventura y ¡a buscar la nieve! Mientras algunos ven en esto un obstáculo, otros lo consideran un desafío.
Corría el año 1931 cuando Albretch Rudolph puso un pie en Buenos Aires recién arribado de la históricamente disputada región de Silesia, ubicada entre Alemania, Polonia y la República Checa. Al poco tiempo, decidió emprender un peregrinaje hacia el sur. Así llegó a Comodoro Rivadavia donde trabajó durante un tiempo hasta que decidió marcharse buscando un lugar más acogedor y con un clima un poco más benévolo. Con gran espíritu aventurero decidió rumbear hacia la cordillera, cruzando a caballo la desierta y siempre ventosa Patagonia. La travesía duró seis meses ya que, en el camino, iba parando en estancias en las que trabajaba un tiempo para luego seguir viaje, una costumbre común de los viajeros solitarios que deambulaban por esos parajes. Finalmente, en 1935 recaló en un hermoso y bien protegido valle, prácticamente deshabitado, en el que decidió instalarse, El Bolsón. Hasta aquí la de Rudolph puede ser una más entre la gran cantidad de historias y leyendas que abundan sobre viejos pioneros en busca del destino en la atrapante y remota Patagonia. Sin embargo, este inmigrante apasionado de las montañas –pues entre ellas se había criado– se transformó además en uno de los precursores del esquí en la zona.
El Club Andino Piltriquitrón (CAP) nació en 1946 por iniciativa de Rudolph y de otro gran amante de la montaña, el polifacético doctor Rodolfo Venzano, uno de los primeros médicos que llegó a El Bolsón, en 1936, y un estudioso que recorría y dibujaba minuciosamente los cerros. Juntos iniciaron las actividades de montañismo y esquí en la zona. Y el lugar elegido fue nada menos que el cerro emblema de la región: el cerro Piltriquitrón, o Piltri como todos lo llaman cariñosamente. Mide 2260 metros y el nombre en lengua mapuche significa “colgado de las nubes”.
Sin embargo, a principios de los años ‘80, comenzaron a buscar un nuevo lugar para esquiar debido a que el Piltri presentaba algunos problemas climáticos (muy expuesto al sol y con demasiado viento). Con la ayuda de expertos de Bariloche –precursores en actividades de montaña– finalmente se optó por trasladar las actividades al cerro Perito Moreno. Según cuenta Gerardo, hijo y heredero del oficio de Albretch Rudolph, “las pistas del Perito Moreno miran al sudeste y están muy protegidas en pleno invierno y no hay viento. Además el refugio del Piltri está a 1400 msnm y nieva lo mismo que en el Moreno que está a 1000 msnm”.
El relato continúa y la mente se transporta a una época en la cual la pequeña comunidad de aquel entonces se unió para levantar el nuevo refugio. “El pueblo en sí colaboró mucho y con entusiasmo, “algunos” gobiernos provinciales también ayudaron, otros menos. Todo lo que hay en el cerro fue prácticamente iniciativa del club, como el pisanieve y el T-bar. Don Cipriano Soria, un viejo poblador de ahí, donó las tierras donde están las pistas de esquí.” Basta ver sólo algunas de las innumerables fotografías que hay en la sede del CAP para comprobar la intensa actividad que se había generado en torno del cerro, congregando a la comunidad en competencias, celebraciones y grandes asados, ya que “en los orígenes el club era una actividad más en el pueblo, para el que le gustaba el esquí y la montaña”.
La construcción de estilo rústico es prácticamente toda de madera y tiene capacidad para hospedar a 60 personas en cómodas y calefaccionadas habitaciones. Pero la calidez que este refugio –bautizado Albretch Rudolph– emana no sólo del gran hogar a leña que entibia el amplio salón principal sino de la gente que lo frecuenta y que genera ese clima entrañablemente familiar y distendido a la vez. Un lugar de encuentro donde la mayoría se conoce y en el cual es posible degustar sabrosas comidas caseras y deleitarse con un exquisito chocolate caliente, ideal para recomponer fuerzas.
“Para construirlo, la dirección de bosques nos dio madera de las pistas y canjeábamos esa madera por mano de obra. Se fue haciendo con donaciones del pueblo, de aserraderos, de las ferreterías. Acá en el taller construimos un par de medios de elevación, precarios, todo ‘provisorio’, para un tiempo, pero ya hace 20 años que están andando.” Y ciertamente lo es, ya que uno de los medios de elevación fue bautizado Hanomag en honor a la marca del viejo tractor que, firmemente, continúa funcionando.
En lo más alto se encuentra un T-bar de 1000 metros de largo que habilita una pista homologada por la Federación Internacional de Esquí. Pero desde el fin de este medio de elevación se puede seguir ascendiendo hasta un lugar único y peculiar, el plateau. Luego de dos horas de marcha con tablas al hombro, se atraviesa una suerte de túnel de lenga achaparrada –llamada así porque esta especie, arriba de los 1000 metros, toma la forma de un arbusto– hasta llegar a un punto en el cual el paisaje cambia abruptamente. Ante la mirada atónita surge una inmensa plataforma de 500 hectáreas desde donde se puede contemplar la blanca –y por momentos abrumadora– inmensidad. A lo lejos se divisan la cumbre y dos glaciares eternos que, sin dudas, completan un espectáculo increíble. La caminata y el esfuerzo para llegar a este lugar bien valen la pena. Además de practicar esquí alpino, de fondo entre los frondosos bosques, fuera de pista y snowboard, este familiar centro es un lugar ideal para grandes y chicos que quieren pasar una entretenida tarde deslizándose en el gran colchón blanco que sirve como pista de trineos en el Parque de Nieve. El parque está ubicado en la base del cerro junto a una pista y un medio de elevación para principiantes. Allí mismo también hay un local para alquilar equipos e indumentaria de esquí y concertar clases.
Según rememora Rudolph, “las vivencias fueron muy lindas en los refugios, por el espíritu de compañerismo cuando se sube a la montaña, donde se aprenden muchas cosas en contacto con la naturaleza”.
Fotos: Gentileza Club Andino Piltriquitron y Secretaria
de Turismo de El Bolson.
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