CHUBUT > RAREZAS PATAGóNICAS
En el noroeste de la provincia de Chubut, en plena meseta central, se levanta la Piedra Parada, una solitaria roca en medio de la nada, con uno de los panoramas más extraños y menos conocidos de la Patagonia. Una visita al cañadón de La Buitrera y sus pinturas rupestres de cinco mil años de antigüedad.
› Por Julián Varsavsky
Ninguna explicación basada en el sentido común puede dar cuenta de cómo semejante piedra quedó parada de esa forma en medio de una extensa pampa a la vera del río Chubut. Su recta pared parece tallada por el hombre, pero su origen es por supuesto natural. El hecho es que la piedra está allí, como un capricho de la naturaleza, dueña de un extraño magnetismo que atrae en pos de develar sus secretos, entre ellos unas indescifrables pinturas rupestres de los antiguos aborígenes del lugar.
La base para visitar esta área natural protegida del noroeste de Chubut es la localidad de Gualjaina, en el departamento de Cushamen. Y se llega por un camino de ripio en buen estado, que se puede transitar con auto común. Desde Gualjaina son 42 kilómetros por la Ruta Provincial 12 a través del Valle de Piedra Parada, al pie de la Sierra de Huancache.
A primera vista, la presencia de esa solitaria mole rocosa de 260 metros de altura y 100 metros cuadrados en la base resulta totalmente inexplicable. Hasta que uno se entera de que ese lugar fue el centro de la caldera de un volcán que un día se apagó y sus últimos fluidos incandescentes se solidificaron, conformando la Piedra Parada.
Además de conocer la extraña piedra, muchos turistas también recorren el cañadón de La Buitrera, un angosto sendero entre dos paredones de 50 metros con extrañas formaciones geológicas, al que se llega pasando el puente sobre el río Chubut. Una alternativa interesante es realizar ese paseo acompañados por Martín Moncada, un baqueano de la zona que cruza a los turistas en bote hasta la otra orilla del río Chubut y los guía por el interior del cañadón, donde hay curiosas formaciones rocosas talladas por la naturaleza. Pero lo más interesante es observar unas pinturas rupestres con 5100 años de antigüedad en unos aleros en la pared rocosa.
La chacra de Don Martín está protegida de los vientos por cortinas de álamos. Y alrededor de su casa proliferan los pavos, las gallinas, las ovejas y las cabras. Junto a su casa, Don Martín construyó un quincho con parrilla y fogón, donde se puede comer un cordero asado, que se cocina a fuego lento mientras los visitantes recorren el cañadón.
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