JUJUY > PEñAS Y BARES DE TILCARA Y HUMAHUACA
En los pueblos quebradeños de Tilcara y Humahuaca hay una serie de peñas y bares de artistas reconocidos como Tukuta Gordillo, Fortunato Ramos y Gustavo Patiño, que ofrecen espectáculos folklóricos. Entre la música que brota de los sikus, charangos y quenas, noches de baile y comida criolla.
› Por Julián Varsavsky
“En la Quebrada de Humahuaca, cerca del 85 por ciento de sus habitantes son músicos; tené en cuenta que acá, en Tilcara, solamente para la procesión de la Virgen de Cabra Corral, que sube a la montaña cada Semana Santa, participan hasta ochenta bandas de sikuris, sumando unos 1300 músicos que tocan en caravana y al unísono –en un pueblo de 4 mil habitantes–, a lo largo de tres días.” La precisa definición del ambiente musical de la Quebrada pertenece a Tukuta Gordillo, un compositor local con varias décadas de trayectoria que incluyen las giras con Jaime Torres, con quien recorrió el mundo –literalmente– durante 14 años, llevando la música de la Quebrada. “A los cañeros de las bandas de sikuris tenés que sumarles las copleras que cantan en Carnaval, los queneros que solamente tocan para Navidad; los corneteros que tocan el erke para la fiesta de San Juan en junio; es decir que, de alguna manera, la nuestra es una música comunitaria y colectiva, un reflejo de lo que ha sido ancestralmente nuestra cultura”, asegura Tukuta, subrayando que muchas de las melodías populares ni siquiera tienen un autor reconocido. Y las bandas de sikuris, en contra de toda norma musical, ensayan apenas unos días antes de la Semana Santa, y el resto del año no tocan. Lo mismo sucede con las copleras, que no cantan en cualquier momento sino por lo general en el Carnaval. Está claro que no son músicos profesionales, ya que sólo actúan en ocasiones especiales. Además, nunca pasaron por una escuela de música porque no la hay, una carencia que de todas formas lamentan los músicos locales.
A contramano de gran parte del país, en la Quebrada de Humahuaca los alcances de la cultura global –que por supuesto llega y con fuerza– no se imponen sobre lo local, cada vez más fuerte y cada vez con más músicos. Esta riqueza cultural –cuya creación más propia es el ritmo del carnavalito, un derivado del huayno– fue justamente uno de los principales argumentos que contribuyeron a declarar a la Quebrada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Y para aquellos viajeros que la quieran disfrutar hay dos alternativas: una es visitarla en Carnaval, Semana Santa, la fiesta de San Juan o Navidad. Y la otra es en cualquier época del año, asistiendo a los bares y peñas folklóricas de Tilcara y Humahuaca, que permiten un buen acercamiento a la música más auténtica del lugar.
En una esquina frente a la plaza de Tilcara hay un barcito sencillo de entrada libre con unas quince mesas y un pequeño mostrador. Allí se presenta todas las noches a partir de las 8 el trío de Tukuta Gordillo, quien lo integra junto con los hermanos Fabián y Ariel Tolaba, de 12 y 13 años, respectivamente.
El ambiente del Bar de Tukuta es intimista, sin escenario, con los músicos sentados en cualquiera de las sillas. Por lo general se dialoga con los músicos, y entre canción y canción Tukuta comenta algunos aspectos de la música local y su relación con la idiosincrasia quebradeña. Cuenta, por ejemplo, que los dos jóvenes y tímidos integrantes de su banda –con los que toca desde hace casi tres años– “viven acá a la vuelta y son parte de una familia de músicos, Los Tolaba”, con una tradición artística de varias generaciones en la Quebrada. “Esta no es una peña sino una muestra de la música indígena de la región”, explica Tukuta, quien ha musicalizado la película de Miguel Pereyra El Destino, y ha tocado en vivo con el grupo Divididos junto al Pucará de Tilcara. “Un antro de músicos”, dice un cartel en la entrada a ese ámbito donde a veces se suman al espectáculo, de manera espontánea, instrumentistas de jazz de visita en la Quebrada, cantores de coplas, o algún guitarrista folklórico e incluso de rock.
Tukuta Gordillo es compositor, cantante y multiinstrumentista, nacido en el vecino poblado de Maimará. Por lo general, es la voz cantante del trío y se acompaña con la guitarra, mientras que los hermanos Tolaba están a cargo de la percusión con redoblantes –que suplen a la huancara, un tamborcillo local– y los vientos con las quenas, varios tipos de sikus y el llamativo erke, un largo cuerpo de caña de varios metros y una abertura grande al final, que se extiende sobre las mesas. La percusión se completa con el bombo y el cajón peruano.
De sus giras con Jaime Torres tiene anécdotas de los lugares más remotos del planeta, como aquella región del Japón llamada Saitama, donde decidió quedarse dos años para enseñar música. Tiempo después, en una visita de la Selección Argentina de fútbol a la zona, un grupo de japonesitos los recibió cantando “El Humahuaqueño”.
La charla va derivando hacia diversos temas, según la interacción con el público. Tukuta es militante del Encuentro por los Derechos Indígenas, y denuncia sin exceso de énfasis algunas de las injusticias de la Quebrada contra los pobladores autóctonos. Con relación a la música, cuenta que su especialidad han sido siempre “las cañas” (los sikus) y que hace años introdujo un cambio al copiar la afinación del instrumento a un gran flautista rumano llamado Goerge Zamphir, la misma que se usa ahora en toda la Quebrada.
En la música andina se utilizan los mismos instrumentos en diferentes regiones; sin embargo, el sikus no tiene el mismo sonido en la zona de San Pedro de Atacama –donde se reciben los vientos húmedos del Pacífico– que en el desierto de Uyuni. Para este artista, el paisaje es determinante en el sonido más que el hombre en sí: “Del otro lado de la Cordillera el sonido de las cañas es más potente y cristalino, e incluso alegre, mientras que en la Quebrada es mucho más profundo y grave”. Por eso el paisaje sería determinante. “En Humahuaca brotan los juncos y las cañas junto a las lagunas, los cueros, las pezuñas, mientras que en las comunidades indígenas de América del Norte no se podrían hacer estos instrumentos porque los materiales no existen. Sí hay, por ejemplo, cuero de oso, e incluso en Africa se hacen instrumentos con tripas de animales que se dejan a secar a pleno sol.”
Gustavo Patiño es otro de los músicos emblemáticos de la Quebrada, nacido en la provincia de Buenos Aires pero criado en Tilcara, donde aprendió música como todos. Es decir, es un autodidacta. Compositor, cantante y multiinstrumentista –toca alrededor de 20 instrumentos–, acaba de inaugurar un espacio propio hace tres meses llamado Kuntur, que él mismo define como un “concierto resto-bar”, con mesas frente a un escenario con espacio para bandas grandes y conjuntos de baile. Patiño –de quien Mercedes Sosa grabó la canción “Escondido en mi país”, al igual que Shakira escogió otro tema para uno de sus discos– se presenta irregularmente en Kuntur, un lugar pensado como un espacio abierto para que se presenten varios grupos por día. El objetivo, según comenta Patiño, es que “a largo plazo, todos los días y a lo largo de todo el día, haya conjuntos musicales de canto y baile, llegados incluso desde Bolivia y Perú”. Durante enero y febrero, Kuntur abrirá todos los días, mientras que en temporada baja lo hará sólo los fines de semana.
Gustavo Patiño tiene una trayectoria musical de varias décadas, y explica que hace “música relacionada con el mundo andino”. En este momento se presenta acompañado con sintetizadores y percusión electrónica. Y toca la guitarra, la anata, el charango, la quena, el erke, el erquencho, antiguos silbatos, moxeños, el pinkullo, la ocarina y varias clases de sikus, guitarra acústica e incluso eléctrica cuando considera que se justifica, además de cantar. Y los ritmos con los que experimenta son tan variados como carnavalitos, huaynos, zambas, taquiraris, cuecas, sayas bolivianas, tonadas, tinkus, joropos, guajiras y hasta cumbias colombianas, siempre con composiciones propias.
No es una peña en el sentido más tradicional del término, es decir, donde la gente va con sus instrumentos espontáneamente a tocar. Sin embargo, esta peña tilcareña ubicada en la esquina de Lavalle y Rivadavia ofrece un espectáculo variado que comienza alrededor de las 20 con el show de charango de El Duende, un extraño personaje albino, hijo de bolivianos y dinamarqueses, un virtuoso que ya de entrada levanta el clima de la peña. En las mesas se sirve muy buena comida regional a precios accesibles –se recomienda probar los platos con quinoa–, y luego sube a escena el dueño de casa, Carlitos, quien con su singular guitarra con el clavijero en el extremo opuesto de donde debería estar, se dedica a contar chistes, cuentos y leyendas que hacen referencia a la cultura de la zona. Y después interpreta canciones relacionadas con el tema del que habló. Carlitos Cabrera ha tocado percusión en las bandas de Ricardo Vilca, Gustavo Patiño y Zamba Quipildor, y grabó tres discos.
En el pueblo de Humahuaca también hay un ambiente musical de peñas y bares, entre ellos el del recientemente fallecido guitarrista Ricardo Vilca, que ahora están tratando de mantener sus antiguos músicos.
La peña más visitada de Humahuaca es la de Fortunato Ramos, otro reconocido acordeonista y cornetista (toca el erke), quien ofrece un almuerzo-show al que asiste por lo general más de un centenar de personas por día. Allí también se cuentan historias de la vida cotidiana local, y la banda de Fortunato va de la zamba al carnavalito para finalizar la presentación con un notable solo de erke. Además se come una de las cazuelas de cabrito más sabrosas y suculentas de toda la Quebrada, junto con tamales de charqui y dulce de cayote con queso de cabra para los postres.
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