ESPAÑA > VISITA A ARANJUEZ, CHINCHON Y ALCALA DE HENARES
A unos 50 kilómetros de Madrid hay una serie de pueblitos históricos que ofrecen un viaje directo al Siglo de Oro español. Alcalá de Henares, donde nació Miguel de Cervantes, el imponente monasterio en San Lorenzo del Escorial, el castillo medieval de Real de Manzanares, la histórica Plaza Mayor de Chinchón y los palacios reales de Aranjuez.
› Por Julián Varsavsky
Están muy cerca de la capital española –todos forman parte de la Comunidad de Madrid–, y son la contracara de la gran ciudad. La mayoría mantiene su aspecto medieval, incluso parte de sus murallas, y sus restos romanos, visigodos y árabes. La reconquista católica les llegó mucho antes que al sur de España –a fines del siglo XI–, así que su arquitectura fastuosa ligada a los poderes reales se revela en sólidos castillos, palacios de ensueño, oscuras catedrales góticas y plazas medievales que también sirven de plaza de toros. Se llaman Chinchón, Aranjuez, Alcalá de Henares y San Lorenzo del Escorial, y ofrecen un viaje a una España menos conocida, donde las antiguas paredes del 1500 hablan del Siglo de Oro español, de la convivencia pacífica entre cristianos, judíos y musulmanes, y de los últimos esplendores de un imperio en decadencia, que con los excesos de monumentalidad disimulaba un ocaso lento y prolongado ante el avance de otras potencias europeas.
Española como pocas, Alcalá de Henares, ubicada a 30 kilómetros al noroeste de Madrid, es la ciudad natal de Miguel de Cervantes. Pero lo más curioso es que parece seguir siendo, en gran medida, del Siglo de Oro español. Al caminar por sus calles se respira un ambiente de tiempos pasados que brota de su Universidad Complutense, de su maravillosa plaza donde una figura de hierro del “noble hidalgo de La Mancha” parece caminar hacia la eternidad, y de sus murallas del siglo XVI.
Pero Alcalá de Henares es mucho más vieja que España misma. Su origen se remonta al siglo I a.C., cuando los romanos dominaban la península Ibérica, y fue llamada Complutum. De aquellos orígenes todavía perduran en las afueras un foro con basílica, un conjunto de termas y unos vistosos mosaicos. Siglos más tarde, en el 920 d.C., los árabes la convirtieron en un enclave fortificado llamado Al Quala (El Castillo), de donde proviene el nombre de Alcalá, hasta que la ciudad fue reconquistada en el año 1088.
En la Edad Media –época en la que el tiempo parece estar detenido en muchas de sus calles– convivían en Alcalá sin mayores conflictos las religiones católica, judía y musulmana. Vivían en barrios separados, con sus mezquitas, iglesias y sinagogas, pero en absoluta paz. Los musulmanes se concentraban en el barrio de La Almánjara, mientras que los cristianos, mayoritarios, se distribuían por el resto de la ciudad. Tan buenas eran las relaciones entre judíos y cristianos, que la universidad manejada por los obispos tuvo como uno de sus directores a Pedro de Lerma, un hombre de religión judía. También existía la cátedra de hebreo a cargo de Alfonso de Zamora. Y otro judío, Antonio de Nebrija, fue autor en esa universidad de la primera gramática castellana.
En la calle Mayor, una de las mejor conservadas de toda la España medieval, estaban y todavía están las casas y comercios que pertenecieron a los judíos de la ciudad hasta su expulsión en 1492.
La que se cree fue la casa natal de Miguel de Cervantes es el punto de atracción principal de la ciudad. Está ubicada en la calle Mayor, y perteneció hacia 1547 a Rodrigo Cervantes, un médico cirujano sangrador que trabajó en el cercano hospital de pobres Antezana, que todavía funciona a cargo de una orden religiosa. Con mampostería de ladrillos, está ambientada como una típica casa de hidalgo y el mayor tesoro que guarda en su interior es una serie de incunables de El Quijote, entre ellos, la primera edición de 1605, la segunda en inglés de 1902 y una con litografías de Dalí.
En la España medieval, Alcalá fue un señorío de los poderosos arzobispos de Toledo, quienes en el siglo XIII hicieron construir el impactante Palacio Arzobispal, uno de los sitios más visitados de la ciudad. En ese suntuoso edificio renacentista con toques mudéjares tuvo lugar la histórica primera audiencia de Colón con Isabel la Católica, que cambiaría el rumbo de la historia de dos continentes.
La creación de la Universidad Complutense en 1499 por iniciativa del cardenal Cisneros convirtió a Alcalá en una ciudad eminentemente universitaria. Con este gran impulso surgieron otros colegios menores, conventos e iglesias monumentales. De aquel tiempo el edificio emblemático es el de la universidad, obra cumbre del renacimiento español. Por sus aulas pasaron varios de los personajes más importantes del Siglo de Oro español, y de sus cátedras surgió la edición de la Biblia Políglota Complutense, la primera en la historia que presentaba juntos los textos religiosos en hebreo, griego, latín y arameo. Su edición significó un gran avance tecnológico, ya que por primera vez una imprenta en España reproducía caracteres en griego y hebreo. Actualmente, en el Paraninfo, el aula magna de la universidad, el rey de España entrega todos los años el premio Cervantes de Literatura, el más importante de la lengua castellana.
En el sistema de Reales Sitios de la corte itinerante española del siglo XVI, el palacio de Aranjuez era el lugar de residencia primaveral de los reyes, mientras que el verano lo pasaban en El Escorial, el otoño en La Granja y el invierno en el Palacio Real de Madrid. En Aranjuez –50 kilómetros al sur de la capital–, los monarcas practicaban el deporte de la nobleza, la caza de osos y de ciervos, y disfrutaban de los maravillosos jardines.
La ciudad, rodeada por los ríos Tajo y Jarama, fue hecha a la medida de los reyes y exclusivamente para ellos, ya que estaba prohibido el asentamiento de pobladores comunes. Sus primeros habitantes fijos fueron setecientos sirvientes que se ocuparon de levantar y mantener el palacio y los jardines, y de atender las necesidades de la corte de Felipe V, quien había recibido una refinada educación francesa. Hoy, el paisaje urbano del pueblo, con sus puentes, malecones, canales, acequias e islas, envuelve al visitante en un aura idílica de paz y reposo, la misma que inspiró a Joaquín Rodrigo para componer el Concierto de Aranjuez.
Varias generaciones de reyes se esforzaron por dejar su sello en Aranjuez agrandando el palacio que, por orden de Felipe II, se empezó a construir en 1561. Felipe III le agregó el Jardín de las Estatuas, Felipe IV le sumó aún más estatuas, Felipe V hizo una ampliación general, y bajo el reinado de Fernando VI en 1739 se hicieron los últimos retoques. Pero, en 1748, el palacio se quemó por completo y la excusa de la restauración justificó una nueva fachada principal.
El interior del palacio real resguarda un suntuoso mobiliario con colecciones de relojes, lámparas, esculturas y largos tapices que cuelgan de las paredes. El lugar que más llama la atención de los visitantes es la Sala de las Porcelanas, una especie de sueño infantil, con piezas provenientes de la Real Fábrica del Buen Retiro.
Hermosa como pocas en el mundo, la plaza del poblado de Chinchón –50 kilómetros al sur de Madrid– es un ejemplo único de plaza castellana encerrada totalmente por una línea circular de casas porticadas de tres pisos, con 231 balcones de madera que dan a un predio llano y vacío, donde se realizan las fiestas patronales y corridas de toros. Las primeras casas con soportales en galería aparecieron alrededor de esta Plaza Mayor en el siglo XV, y las últimas terminaron de cerrar el perímetro alrededor del siglo XVII. A lo largo del tiempo la plaza también fue escenario de ejecuciones y combates –en 1808 fue incendiada por las tropas de Napoleón– e incluso Orson Welles filmó allí una escena del film Citizen Kane.
El otro edificio importante en Chinchón es la Iglesia de la Piedad, obra del arquitecto Alonso Cobarrubias en 1626. Incendiada por las tropas de Napoleón, la actual es una reconstrucción que mezcla los estilos gótico, barroco, renacentista y plateresco, y alberga en su interior La Ascensión de la Virgen, obra de Francisco de Goya.
San Lorenzo del Escorial es un pueblo ubicado 50 kilómetros al oeste de Madrid, sobre la Sierra de Guadarrama, famoso por el imponente conjunto arquitectónico que domina su paisaje. El Monasterio del Escorial es una extraña mezcla de monasterio, iglesia, palacio, mausoleo real y museo de arte. Vista desde afuera, la planta cuadrangular de piedra granítica impacta por sus grandes proporciones y solidez de fortaleza, aunque también llama la atención la sobriedad de sus muros. La sorpresa llega una vez adentro, al avanzar por sus corredores, salas y patios internos, donde se descubren una sucesión de tesoros y obras de arte en un ambiente fastuoso que muy pocos palacios de Europa pueden ostentar.
La primera piedra de la construcción de El Escorial se puso el 10 de agosto de 1557, y la última el 13 de septiembre de 1584, en conmemoración de la victoria española de San Quintín sobre las tropas francesas. En una primera etapa las obras fueron dirigidas por el arquitecto Juan Bautista de Toledo, y culminadas por su discípulo Juan de Herrera, dando lugar a una obra renacentista que haría escuela en España.
En cada uno de los cuatro ángulos del complejo se levanta una torre rematada en forma de pirámide con una veleta y cruz de hierro. Por un gran patio interno se accede a la Basílica del monasterio –tan impactante como las principales catedrales de España–, con una gran cúpula de 92 metros. En la basílica hay once órganos cuyos 15 mil tubos hacen vibrar el templo completo cuando suenan al unísono. Y entre las curiosidades, el templo guarda varios miles de reliquias de santos católicos. Las más “valiosas” fueron robadas por las tropas de Napoleón, ya que en el siglo XIX eran consideradas amuletos de la buena suerte. Entre ellas se dice que había un fragmento de la corona de Cristo y unas manchas de leche de la Virgen María. Felipe II dotó al monasterio con esta colección de reliquias. básicamente huesos, de acuerdo con los preceptos del Concilio de Trento sobre la veneración de los santos.
Justo debajo de la Basílica se visita el panteón de los reyes, una sala circular llena de nichos hasta el techo con féretros negros expuestos a simple vista que guardan los restos de veintiséis reyes y reinas de las casas de los Austria y los Borbón, excepto Felipe V y Fernando VI.
El Escorial tiene una trama laberíntica, y de a poco van apareciendo tras cada puerta salas como la cámara de música del rey –por donde pasaron Verdi, Rossini, Glinka y Donizetti–, un comedor con frescos que cubren todo el techo, el tocador de la reina, la sala de baile, la sala árabe –una reproducción perfecta de dos ambientes de La Alhambra–, un cuarto real con una cama de palosanto y las salas capitulares, donde se exhiben pinturas de Velázquez y La última cena de Tiziano.
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