Dom 13.01.2008
turismo

NOTA DE TAPA

Que siga la comparsa

Entre Ríos y Corrientes organizan los carnavales más vistosos del país. Corsódromos, comparsas y un trabajo de todo un año que se hace realidad en enero y febrero. Una fiesta litoraleña con todas las luces, al ritmo de batucada y chamamé.

› Por Graciela Cutuli

La Pascua de este año será relativamente temprano, y por lo tanto también el Carnaval, la última fiesta “pagana” antes de la Cuaresma. Tradiciones milenarias, una combinación de culturas y sobre todo la mezcla de lo sagrado y lo profano están a la orden del día durante las semanas de fiesta que preceden a las fechas religiosas. “Carni vale”, o “adiós, carne”, se dice que es el origen de la palabra “carnaval”, cuando junto con las celebraciones sin medida se iban, también, las últimas reservas de carne. Hoy día, claro, pocos se acuerdan de esta clase de vedas: lo que perdura es la alegría contagiosa del Carnaval, y el mestizaje entre las celebraciones ancestrales de los pueblos con la fuerza impuesta por la tradición católica. Además de “carni vale” es un “todo vale”: música, bailes, bromas de toda clase, en Carnaval hay que despojarse de los prejuicios y las seriedades, que ya habrá tiempo de retomar durante el año. En la vidriera internacional, Brasil es famoso por el despliegue carnavalesco de cada año; pero aquí, sobre el litoral argentino, su alegría contagiosa y el color y la música tropical, tiene en las versiones de Corrientes y Entre Ríos un espejo con cultura propia. Un pequeño paseo por sus tradiciones carnavalescas, para dejarse tentar y tomar una temperatura muy acorde con estas épocas.

Espectaculares carrozas de las comparsas de Gualeguaychú, la ciudad que pese a las papeleras no olvida festejar el Carnaval.

Carnavalito correntino

En Corrientes, el Carnaval acaba de escuchar la campana de largada, el pasado viernes en la localidad de Sauce. La fiesta sigue hasta el sábado 23 de febrero, esta vez en Paso de los Libres, uno de los más de 20 municipios correntinos que celebran al Rey Momo. Curioso rey, sin duda, que toma nombre del dios griego Momo, el encargado de divertir en el Olimpo a los demás dioses a través del grotesco, la burla y la locura. Momo se mezcló a lo largo de los siglos con las saturnales romanas, las fiestas paganas de Cercano Oriente y las fiestas medievales consagradas a exaltar la locura y los excesos. Terminó así incorporado al calendario católico, que considera el Carnaval como un período donde se permiten los excesos que estarán vedados a partir de la Cuaresma.

Más allá de las semanas veraniegas que concentran las fiestas, el Carnaval correntino es una tarea de todo el año: cientos de familias trabajan durante meses para confeccionar los trajes de los comparseros, de modo que las rivalidades entre cada grupo tienen una larga historia detrás, y se convierten en un evento de dimensiones provinciales: cada una quiere ser la mejor, cada una tiene sus partidarios, cada una se esfuerza en ser la más comentada y la más seguida por los correntinos, pero también por los numerosos turistas que no quieren perderse detalle de la festividad carnavalesca, y buscan seguirla ciudad por ciudad: Esquina, Goya, Curuzú Cuatiá, Santo Tomé, Bella Vista... Entre todas ellas hacen de Corrientes la auténtica “capital nacional del Carnaval”, como gusta llamarse.

Al ritmo de los tambores, avanzan las comparsas y las bellezas correntinas.

Hermosas chicas de tonada donde se revela la dulzura guaraní, y percusionistas de rápidas manos y ritmo ágil son los protagonistas de esta fiesta del color, la música y los brillos, que se impuso gracias a la población negra que se estableció en Corrientes a partir del siglo XIX, y se consolidó a lo largo de las décadas siguientes, tomando elementos del vistoso Carnaval brasileño y sus escolas de samba. En Corrientes capital, el epicentro del Carnaval es el corsódromo, por donde desfilan las comparsas –Ará Berá, Sapucay, Arandú Beleza, entre otras–, se presentan grupos musicales y se elige a la reina de belleza. Al final se entregarán los premios a las comparsas: es la coronación de todo un año de trabajo, y para las que no quedaron en primer lugar, la renovación de un desafío que empieza nuevamente apenas terminado el Carnaval.

Con todo el brillo y la gracia, niñas y señoritas muy emplumadas bailan en las calles de Corrientes.

Gualeguaychú también festeja

Las crónicas hablaron de Gualeguaychú más por las papeleras que por el Carnaval durante este año. Pero, conflictos aparte, el silencioso trabajo ya está terminado, para que la fiesta empiece puntualmente en el llamado “Carnaval del país”.

También aquí la historia empieza a fines del siglo XIX y principios del XX, cuando el Carnaval se reducía a un corso vespertino por la calle 25 de Mayo, frente a los palcos donde se instalaban las familias más tradicionales. Flores y papelitos acompañaban el paso de los carruajes, entre los que hizo historia la Comparsa de Nerón: nada menos que cuatro cuadras de cortejo, con 200 integrantes, cuyos elementos se elaboraban pacientemente en la hojalatería de un poblador aficionado a la historia y a la música. Con el tiempo se impusieron las murgas, autoras de temas críticos para una actualidad argentina que nunca dejó de dar tema, hasta que –tal vez por la falta de chicas para animarlas– las fiestas carnavalescas entraron en un período de latencia en el que parecieron, lentamente, agotarse.

Una escultural entrerriana en la alegórica carroza de una comparsa de Gualeguaychú. Fotos: Gustavo Mujica

Sin embargo, la iniciativa local no estaba dispuesta a darse por vencida: a fines de los años ’70, Gualeguaychú introdujo varias modificaciones y logró revivir el corso y el Carnaval, pero esta vez organizado por una comisión especial que incluyó el pago de entradas para mejorar el nivel de los espectáculos, y la llegada de prestigiosas comparsas de Brasil, Corrientes y otras localidades entrerrianas. En el término de pocos años nacieron las grandes comparsas de Gualeguaychú: Papelitos, Marí-Marí (la primera que innovó el baile y la coreografía, introduciendo las paradas de batucada con cambios de ritmo), Kamarr, Ara Yevi (que debutó representando al Folies Bergère) y O Bahia, creada por el Club de Pescadores.

En el fondo hay algo de futbolero en el alma carnavalesca de Gualeguaychú, con un sistema de “descenso” para las comparsas: de las cinco grandes comparsas, sólo desfilan tres, en tanto dos van al descenso, y su lugar es ocupado por las descendidas el año anterior. Así aumenta la voluntad de mejorar cada año para no descender, aunque son muchos los que quieren volver a los viejos desfiles con las cinco comparsas juntas. Este año, participan Marí-Marí (ganadora en 2007), O Bahia y Ara Yevi (que habían descendido en 2005). En cambio, descendieron el año pasado y no desfilarán por esta vez Papelitos y Kamarr.

El litoral se engalana y recibe a los visitantes con el gran espectáculo de sus carnavales.

Hay que saber que las comparsas gualeguaychenses tienen un mínimo de 230 y un máximo de 280 miembros, con un tope de cuatro carrozas y cuatro trajes de fantasía. Cada año están encargadas de elaborar un tema que desarrollan en sus distintas partes: es decir, la “comisión de frente” (una serie de figuras de gran impacto que encabezan la comparsa), la carroza de apertura (con una presentación del tema), dos carrozas intermedias y la carroza de cierre. También son emblemáticas de cada comparsa la pareja de embajadores –una chica y un muchacho que llevan la bandera de cada grupo– y los espaldares y tocados, sin duda los elementos más llamativos, que decoran por completo a cada participante y tienen significados específicos. Claro que el papel más importante es el reservado al “destaque”, un inmenso traje que es llevado por los portadores gracias a la ayuda de ruedas que le permiten desplazarse por el corsódromo. Todo lo demás es una pura fiesta de telas brillantes, lentejuelas, colores, piedra, perlas y mostacillas, que conforman trajes de hasta 80 kilos... y hasta cientos de miles de minúsculas piezas. Sólo las plumas son un arte, y una pequeña industria en sí misma, ya que llevan todo un proceso de teñido, secado y peinado del que son responsables los llamados “plumeros”. El Rey Momo, sin duda, no puede quejarse: en Gualeguaychú, hay larga vida a la monarquía; sobre todo cuando es, como ésta, una lujosa promesa de música y fiesta.

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