MENDOZA > MALARGüE Y SUS ALREDEDORES
Malargüe es el departamento más grande y austral de Mendoza. Desde la ciudad, excursiones a las sorprendentes reservas naturales de La Payunia, Llancanelo y la caverna de Las Brujas. Su inminente planetario y su observatorio de rayos cósmicos completan el atractivo de un viaje por la naturaleza del sur mendocino y el conocimiento científico.
› Por Pablo Donadio
En los límites del asombro se mueve Malargüe. Aparentemente árido y desértico, el departamento más grande y austral de Mendoza atesora paisajes a piacere y fusiona esa riqueza natural con la impronta de una ciudad moderna.
Reconocida en los últimos años por su explotación de hidrocarburos y el despliegue de obras singulares como el centro de convenciones Thesaurus y el observatorio de rayos cósmicos Pierre Auger, Malargüe ha sabido conjugar el progreso técnico-industrial con su exquisita geografía, en la que sobresalen las reservas provinciales de La Payunia y Llancanelo. Allí hay de todo: cabalgatas en suelos volcánicos y travesías por antiguos ríos de lava, exploraciones a la milenaria caverna de Las Brujas y hasta buceo de altura en la laguna de la Niña Encantada. Propuestas de uno y dos días con un íntimo contacto con la naturaleza. Maravillosas jornadas de pesca bajo un cielo puro, se completan con los secretos del telar, el mate y las tortas fritas, relatados con orgullo por su gente.
Malargüe propone desde el vamos esa sutil diferencia entre salir de viaje y vivir una experiencia inolvidable. De pasada por la Dirección de Turismo, en la avenida principal, se puede recoger un completo cronograma de actividades ecoturísticas para entrar de lleno en este recodo de la tierra del sol y el buen vino. El nombre de la ciudad proviene del vocablo mapuche Malal (corral) y Hue (lugar). Según algunas historias, existían allí formaciones naturales que permitían a los mapuches encerrar sus animales con facilidad.
El primer impacto comienza a 30 kilómetros del centro, en la cascada de Manqui Malal (lugar de cóndores), una vertiente que en épocas de deshielo aumenta su caudal y suele inundar las peculiares bardas. En su paso, el agua deja al descubierto parte de un ya famoso “trekking paleontológico”, que permite ver cientos de amonites y demás fósiles marinos de hace millones de años, sobre un suelo que alguna vez fue fondo del océano. En su museo regional además se encuentran los restos de un ictiosaurio del período mesozoico-jurásico, y otros descubrimientos arqueológicos de las primeras tribus locales.
El paisaje andino de Malargüe está surcado por cinco ríos: Atuel, límite con San Rafael; Grande, el más extenso y caudaloso de la provincia; Barrancas, límite con Neuquén; Malargüe, abastecedor de la ciudad y la laguna de Llancanelo, y Salado, que atraviesa el valle de Las Leñas. Esta mezcla de aridez y espacios húmedos es la razón también de un gran tesoro faunístico y sirve de hogar a especies poco frecuentes en otras regiones del país. Pumas, guanacos, chinchillas, gatos de pajonal, águilas, halcones, cóndores, maras, tuco-tucos y manadas de choiques son posibles de avistar en cada recorrida.
Tan oscuro como extraño, el suelo de La Payunia –cubierto por un manto de lava– pronto será declarado Patrimonio de la Humanidad. Muy similar a un paisaje lunar, La Payunia es la Reserva Natural más grande de Mendoza (442.996 hectáreas) y posee una importante fauna autóctona. La excursión con guías por el Circuito Volcánico se hace a bordo de vehículos 4x4 y se contrata en la Dirección de Turismo. El lugar está a unos 180 kilómetros al sudeste de la ciudad y gran parte del camino se transita por la ruta nacional 40. El recorrido se inicia en el cerro Las Bombas, una verdadera exhibición de gotas de lava petrificadas, que fueron eyectadas por los volcanes en otros tiempos. Poco después se inicia la travesía hacia Pampas Negras, otra extensa zona de cráteres. El cuadro natural muestra pronto la silueta del volcán Herradura y apenas unos minutos después el Santa María, elevado un centenar de metros como una extensa e impactante colada. Payún Liso, quizá el más cónico de todos, da rápidamente paso a los dominios del Payún Matrú, 3715 metros por encima del nivel del mar. No sólo es el más alto de La Payunia, sino que además sus vestigios de lava recorren casi 200 kilómetros en una superficie totalmente plana y llegan hasta la cuenca del río Salado-Chadileufú, ubicada en la provincia de La Pampa. Algunos expertos cuentan que estas coladas basálticas, que salieron de la porción oriental del volcán, son las más largas del planeta, y que sólo hay similares (aunque más cortas y difusas) en Islandia, Hawai y Marte.
La excursión por el Circuito Volcánico cuesta alrededor de $180, y si se realiza en épocas invernales, el colorido es aún más sorprendente, ya que los oscuros tonos de los volcanes contrastan con la blanca luminosidad del manto de nieve.
Pero La Payunia depara otras sorpresas: la experiencia fabulosa de recorrer por dentro un volcán. Vale la pena entonces retornar a la ciudad y alejarse 44 kilómetros hacia el otro lado. Allí espera el Mala Cara, al que se llega en una divertida travesía a caballo, más un corto trekking por $150. El punto de partida está en el puesto de don Alberto Quesada y su familia, quien heredó las tierras de su padre y hoy cría ganado. El hombre, de acento campechano y sonrisa inclaudicable, ensilla los animales y comienza la aventura entre precipicios y pajonales, hasta que la boca del Mala Cara da la bienvenida. Su erupción hace miles de años fue de tipo hidromagmática, y ese contacto entre la lava y el agua originó pasadizos, cárcavas y chimeneas, que pueden alcanzar hasta treinta metros de altura. En el túnel Tito Alba –simpático nombre que alude a una lechuza blanca y no a un hombre–, suelen sobrevolar lechuzas, cóndores y otras aves de gran tamaño. La Cárcava Oscura y la de Los Puentes prometen otras misteriosas vistas.
Ubicada a 75 kilómetros de la ciudad, la Reserva Natural Laguna de Llancanelo es un área declarada sitio Ramsar por la comunidad ambientalista internacional. Es uno de los humedales que hospeda la mayor cantidad de aves de Sudamérica (garzas, flamencos, cigüeñas, cisnes de cuello negro, patos, gavilanes, chimangos, gaviotas, golondrinas, calandrias) y es un lugar ideal para realizar safaris fotográficos. La salida cuesta $80 y puede combinarse con otras más cercanas como la visita a los Castillos de Pincheira, un paisaje que por la acción erosiva de los vientos y el río ha sido “modelado” como una inmensa fortaleza. El lugar debe su nombre al conocido bandido José Antonio Pincheira, y en sus ruinas fueron halladas muestras de cerámicas, puntas de flecha, chaquiras (cuentas de collar) y otros restos de la cultura indígena que habitó la zona. Si la excursión se hace por la mañana, se puede almorzar en el comedor de la reserva un típico chivito malargüino y otros exquisitos platos criollos.
En la visita a Malargüe no se debería dejar de conocer la caverna de Las Brujas. Este auténtico mundo subterráneo se encuentra enclavado en el cerro Moncol, a 1830 m.s.n.m. En cada una de sus “salas”, hay curiosas estalactitas (picos goteantes) y estalagmitas (picos elevados por el goteo). La de La Virgen y la de Las Flores son quizá las más lindas que pueden verse hoy, ya que otros sectores más profundos y espectaculares fueron cerrados al turismo.
Finalmente, es bueno recordar que en la zona de Malargüe se encuentra el centro de esquí Valle de las Leñas. Cerca de allí está el bellísimo espejo de agua laguna de la Niña Encantada, donde es posible vivir la experiencia de un bautismo submarino de altura.
En el mix de naturaleza y modernidad, Malargüe pica en punta. Además de contar con el Centro de Convenciones y Exposiciones Thesaurus, y el deslumbrante observatorio de rayos cósmicos Pierre Auger, se está construyendo un planetario.
Dispuesto para que 1000 personas puedan realizar actividades simultáneas, Thesaurus se constituye en una obra edilicia y tecnológica de vanguardia. Posee 1500 m2 cubiertos y está ubicado a unos tres metros por debajo de la tierra, en el Parque del Ayer. Sus amplias salas y un microcine equipado con tecnología de última generación son utilizados como centro de exposición para eventos de carácter mundial.
Cruzando la calle se encuentra el primer observatorio de rayos cósmicos del mundo, parte de un proyecto científico internacional que intenta descubrir uno de los misterios más grandes de la naturaleza. El Pierre Auger mide esas pequeñas partículas de origen desconocido que cada segundo golpean las capas exteriores del planeta. Ante todo, el lugar no es lo que se imagina. Si bien sus oficinas están llenas de científicos (participan más de 350, en su mayoría físicos, de 80 instituciones y de 17 países), la actividad se da en las afueras, exactamente al descubierto. Es que el sur de Malargüe es la media naranja de un proyecto ubicado también en Estados Unidos, territorios que por su cielo claro y limpio permiten “atrapar” algunos de los 1000 rayos que caen por cada metro cuadrado del planeta. Las maquinarias cubren más de 3000 km2 de superficie con una red de 1600 detectores y cuatro telescopios de espejo. “Los rayos podrían ser partículas de alguna explosión cósmica superpoderosa, de algún enorme agujero negro, de colisiones entre galaxias, de la desintegración de objetos producidos en el origen del universo, quién sabe”, explican apasionados los científicos. Como sea, y de donde provengan, estas partículas contienen secretos sobre la evolución y quizá el origen del universo.
En esa línea se ha avanzado sobre el nuevo Planetario Malargüe, que será el único fijo y digital de la Argentina. Este proyecto se destaca especialmente por el diseño del techo en forma de pirámide, con 13 metros de lado y grandes tejas triangulares que brillarán de distinta manera según la luz que reciban (natural o nocturna). Con su inauguración, prevista para los próximos meses, Malargüe no sólo ofrecerá a los visitantes sus sorprendentes paisajes sino también la posibilidad de un viaje a las estrellas.
Cómo llegar: En avión sólo hay vuelos directos Buenos Aires-Malargüe en invierno. Aerolíneas Argentinas vuela a Mendoza todo el año y de allí se toma un ómnibus a Malargüe (www.aerolineas.com.ar / 0810-222-86527). En ómnibus, Andesmar ofrece un excelente servicio, cuyo viaje dura aproximadamente 13 horas con un costo básico $186 en cama (www.andesmar.com.ar/ 4310-0700). En auto son aproximadamente 12 horas. Desde Buenos Aires, el trayecto es de algo más de 1200 kilómetros (por la Ruta 7 hasta Junín, luego la 188 hasta Alvear, la 143 hasta San Rafael, la 144 hasta El Sosneado y finalmente la 222 hasta Malargüe).
Dónde dormir: Además de una amplia oferta hotelera, Malargüe ofrece cabañas para tres o cuatro personas desde $150 (Cabañas Alto Malargüe, (www.altomalargue.com.ar; Cabañas Allavun, www.cabaniasallavun.com) dependiendo de la temporada del año.
Más información: Dirección de Turismo de Malargüe Tel.: 02627-471659. [email protected] Web: www.malargue.gov.ar
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