MUSEOS > VIAJES, HISTORIA Y MODA
La ropa y los accesorios son algo más que moda: también son historia. En algunos museos del mundo, incluyendo Buenos Aires, el traje es el mejor motivo para recorrer siglos y costumbres.
› Por Graciela Cutuli
¿Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos? Cuando los muchachos no usaban gomina, las muchachas usaban corset y crinolina, se vestían de pies a cabeza para entrar en el mar y guardaban celosamente los tobillos de las miradas indiscretas. No, no era otro planeta: simplemente, eran otros tiempos. Para recordar cómo fueron, hoy nos quedan las fotos de antaño, los retratos que antes de la fotografía se esforzaban en reproducir con el pincel hasta los más pequeños detalles de los trajes y vestidos, y varios museos que en distintas ciudades del mundo evocan cómo era la moda en los tiempos pasados. Tiempos pasados que a veces no están, en realidad, tan lejos... ¿Acaso hay moda más antigua que la de ayer? Trajes de calle y trajes de novia, zuecos con rimbombantes plataformas, puntillas, volados, miriñaques, pelucas... todos aquellos objetos que pudieron atravesar los siglos para dar testimonio de cómo se vestían nuestros antepasados –y sin ir más allá, nuestros padres y nuestros abuelos– fueron a parar a las vitrinas para acercar la moda de ayer al mundo de hoy.
TRAJES EN SAN TELMO En el corazón de San Telmo, donde Buenos Aires conserva todavía un poco del alma de la ciudad que fue antes de las torres y las avenidas, el Museo del Traje evoca nuestra historia a través del prisma de la ropa que se ponían damas y caballeros desde los tiempos de la colonia. Indumentaria civil urbana de distintas clases sociales; de jóvenes, adultos y niños; de ceremonia, de disfraz, de fiesta, de playa: todo tiene cabida en este museo que, aunque pequeño comparado con sus hermanos mayores de otras capitales, tiene el encanto de su edificio, los patios típicos de la casa porteña del siglo XIX y una colección de 8000 objetos que incluye entre sus curiosidades carnets de baile, abanicos, sombrillas, peinetas, mantillas y sombreros. Los objetos expuestos, de gran fragilidad, se renuevan periódicamente cada tres años: de este modo, se organizan exhibiciones temáticas que van cambiando periódicamente. Hoy las salas permiten ver la moda del período 1845-1914; la moda en los años ’20; la moda en la Segunda Guerra Mundial; antiguos trajes de novia; deportes y ropa sport masculina, y la indumentaria infantil entre 1860 y 1960.
TENIS A LA MODA En Chile, la capital trasandina inauguró recientemente también su Museo de la Moda, instalada en la antigua casa familiar de un importante empresario textil, con una colección que supera los 7000 accesorios y prendas de vestir. La muestra permanente del museo está dedicada al tenis y su relación con la evolución de la moda, con la exhibición de raquetas, trofeos, material impreso y hasta un Tratado del Tenis del siglo XVI, sin olvidar los trajes de varios tenistas célebres. A esta curiosa colección se suman, dos veces al año (por razones de conservación), exposiciones temporarias dedicadas a la moda y los grandes diseñadores
EL BORCEGUI MEXICANO Entre los muchos accesorios de la moda, uno está considerado como un auténtico arte: es el calzado, objeto de cuidadosos estudios, innumerables pruebas, audaces diseños... Otra capital latinoamericana, la Ciudad de México, les rinde homenaje con el que está considerado como el tercer museo del zapato más importante del mundo. Ubicado sobre El Borceguí, la zapatería más antigua de la ciudad, fue fundado en 1991 por el dueño del negocio –heredero de toda una tradición en la materia– y exhibe una colección de 2000 piezas originales, antiguas y modernas. Además, tiene la colección de zapatos en miniatura más grande del mundo: nada menos que 15.000 piezas que sorprenden por el cuidado en los detalles y la cuidadosa reproducción de estos zapatos –de distintos países, materiales y estilos–, que bien parecen dispuestos a salir a caminar. La colección principal, por su parte, incluye curiosidades como los zapatos en punta de la India, que imitaban los cuernos de la vaca sagrada (y que en su afán por extender el rango para subrayar el rango llegaron a medir más de un metro: vistoso... pero no práctico). Las vitrinas muestran también los zapatos de seda bordados con los que se deformaban el pie de las niñas chinas, para que no crecieran, y los zapatos “salvavidas” de los aborígenes australianos, hechos en lana y pluma de emú, que se usaban para escapar sin dejar huella alguna.
EL ARTE DEL ZAPATO también tiene museos en España: entre ellos, el Museo del Calzado de Alicante, que reúne reproducciones de los diseños del calzado a lo largo de la historia, además de herramientas que se utilizaban en su fabricación artesanal, y el Museo del Calzado Antiguo de Barcelona, que muestra la evolución del zapato desde el siglo I hasta nuestros días. Sin embargo, uno de los más interesantes de Europa está en el este de Francia, en la localidad de Romans –sur– Isère: escondida en los mapas, la ciudad tiene un gran museo dedicado a mostrar cómo lo que fue en sus principios no más que un trozo de cuero, destinado a proteger el pie, se transformó con el tiempo en un objeto de diseño y un símbolo de lujo. El museo nació hace cuatro décadas, cuando la ciudad de Romans compró la colección de zapatos del modelista parisiense Victor Guillen, que reúne 2000 piezas de cinco continentes, y traza la historia del calzado durante cuatro mil años. Para albergarla, se eligió el antiguo Convento de la Visitación, salvado a último momento de la demolición: una idea afortunada, ya que algunos años después el edificio fue declarado monumento histórico.
El Musée de la Chaussure de Romans muestra el calzado desde el punto de vista técnico, etnográfico y artístico: herramientas, máquinas, documentos y por supuesto miles de zapatos revelan a este objeto cotidiano aparentemente simple como un objeto de arte capaz de transformarse increíblemente a lo largo de los siglos. Las vitrinas muestran sandalias romanas, chopines venecianos del siglo XVI, botas de mosqueteros, zapatos de la corte francesa y mocasines de los indígenas americanos, entre otros cientos de ejemplos, y se enriquecieron en 1987 con una colección de casi 400 pares de zapatos creados por diseñadores franceses e italianos, entre ellos Ernest, Julienne, Roger Vivier, Manotees, Brunis y Perugia. Ahora, las creaciones contemporáneas se reflejan en las donaciones habituales de los fabricantes de zapatos, que a su vez no dudan en inspirarse en el magnífico patrimonio del museo.
EN EL PRINCIPIO FUE PARIS Centro de la moda a lo largo de todo el siglo XX, un reinado que ahora comparte con Milán y Nueva York, París creó en 1956 un precursor Museo del Traje, que funcionaba primero en un anexo del Museo Carnavalet (dedicado a la historia de la ciudad). En los años ’70 adquirió rango propio y se mudó al Palais Galliera, a dos pasos de la Torre Eiffel. Construido por la duquesa Maria Ferrari de Galliera a fines del siglo XIX, para conservar y exhibir sus colecciones, este edificio de estilo renacentista reúne más de 100.000 piezas y accesorios, además de más de 50.000 estampas y fotografías, que trazan la historia de la moda masculina y femenina desde el siglo XVIII hasta nuestros días. También aquí las exposiciones son obligadamente temporarias por la fragilidad de las piezas que se exhiben, que sólo pueden estar pocos meses a la luz: así, sus salas permiten descubrir desde la moda infantil del siglo XVIII hasta los accesorios de Marlene Dietrich o las creaciones de los grandes diseñadores franceses.
Uno de ellos, Christian Dior, tiene su propio museo instalado en la que fue su casa de la infancia, en la costa francesa frente a las islas anglo-normandas. Sus padres habían comprado en 1905 una casa burguesa con jardín de invierno, llamada “Les Rhumbs” por el término marítimo que designa las 32 divisiones de la rosa de los vientos. Actualmente en manos de la Asociación Présence de Christian Dior, la casa es tanto un homenaje a su persona y sus creaciones como un museo de la moda, que incluye obras realizadas por los artistas favoritos de Dior. Todos los años, una exposición temática permite además abordar los trabajos y la vida del inventor del “new look”.
Los zapatos con taco tuvieron un precursor en los coturnos del teatro griego, pero aparecen como tales en Italia recién en el siglo XVI, y se hacen populares en la Europa del siglo XVII.
Las sandalias eran el calzado más frecuente de la antigua Grecia y Egipto, usado por hombres y mujeres, y diferentes para el pie derecho e izquierdo.
En la antigua Roma, donde los zapatos eran símbolo de rango y fortuna, sólo los emperadores tenían derecho a usar botas de color púrpura.
Los cruzados volvieron de Oriente con curiosos zapatos derivados de las botas sirias, de un largo tan extravagante que tenían que sujetarlas a la rodilla con cadenas de oro o plata. Condenadas por papas y reyes, las autoridades tuvieron que reglamentar el largo de las exageradas puntas, según el rango social de sus usuarios.
Las modas no conocen límites: una deformidad del rey Carlos VIII de Francia, que tenía seis dedos, impuso los zapatos de punta muy ancha, con extremos de hasta 33 centímetros, que obligaban a caminar graciosamente con los pies separados.
En el 1700 el colmo del lujo eran los tacos con brillantes incrustados, llamados “vengan a ver”. Sin embargo, estaban siempre tapados por los vestidos largos hasta el piso.
Buenos Aires: Museo Nacional de la Historia del Traje, Chile 832. Tel.: 4343-8427. E-mail: [email protected].
Santiago de Chile: Museo de la Moda, Av. Vitacura 4562. E-mail: [email protected].
Alicante, España: Museo del Calzado, Av. de Chapi, 32 03600 Elda, Alicante.
Barcelona: Museo del Calzado Antiguo. Plaza de Sant Felip Neri 5, Barcelona.
Ciudad de México: Museo El Borceguí, Bolívar 27 entre Francisco I Madero y 16 de Septiembre.
Romans-sur-Isère, Francia: Musée de la Chaussure, Portail Roger Vivier - Rue Bistour. www.ville-romans.com. E-mail: [email protected].
París: Musée Galliera de la Mode, 10 avenue Pierre 1er de Serbie. Tel.: 01 56 52 86 00.
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