Dom 29.06.2008
turismo

CUYO > SAN LUIS, LA RIOJA, MENDOZA Y SAN JUAN

Sitios misteriosos

Informe sobre algunas de las rarezas que se preservan en la región de Cuyo: una huella de dinosaurio petrificada, extrañas formaciones pétreas, una pirámide casi perfecta y un curioso “volcancito” en laguna Brava. Y en tierras mendocinas, una cueva de hielo y la estremecedora Caverna de las Brujas.

› Por Julián Varsavsky

En sus 400 mil kilómetros cuadrados, la región de Cuyo presenta una notable variedad geográfica: desde desiertos de altura en la cordillera de los Andes hasta el colorido paisaje de la laguna del Diamante en Mendoza, donde se despliegan formaciones de blancos penitentes en medio de la nada. Pero más extraños aun son los ambientes del período Triásico que se encuentran en La Rioja y San Juan. A continuación, algunos de los rincones más insólitos de la región cuyana.

HUELLA DE DINOSAURIO En el Parque Nacional Sierra de las Quijadas, provincia de San Luis, existe una huella de dinosaurio petrificada al aire libre, considerada como la que mejor se ha conservado de todas las que se han descubierto en nuestro país. Está al borde de un acantilado sobre el Potrero de la Aguada –una depresión del terreno rodeada por farallones rojos de 250 metros de altura–, surcado por un laberinto de grietas y galerías sin salida, una escenografía prehistórica donde no es difícil imaginar el vuelo de una bandada de pterodáctilos. En ese paisaje, se aprecia con nitidez la gran huella de un dinosaurio. La experiencia impresiona un poco, porque no se trata de una huella borrosa: con una profundidad de cinco centímetros, está perfectamente definida en el suelo. Parece impresa el día anterior y se notan las tres pezuñas de la pata de un saurópodo de cola larga, una especie cuadrúpeda y herbívora que fue la de mayor tamaño en la zona. Los científicos llaman ignita a esta clase de huella inmune a la lluvia y al paso del tiempo, que perduró petrificada por millones de años.

CURIOSIDADES DE ALTURA El trayecto por la cordillera riojana rumbo a la laguna Brava encierra dos rarezas geológicas: un extraño “volcancito” y una pirámide en apariencia perfecta que aparece al costado del camino hacia la Quebrada de la Troya, una cuesta de veinte kilómetros de largo. En realidad, la “perfección” de la pirámide no es tal ya que se trata de un efecto visual. La explicación científica indica que, en el fondo de grandes lagos prehistóricos, se acumularon sucesivas capas de sedimento que se iban sepultando unas a otras. Y al surgir las montañas estas capas se agrietaron y partieron. Una de esas fracturas es la formación triangular que se ve sobre la montaña, terminada de “tallar” por la lluvia y la erosión eólica.

La parte más exigente de esta excursión llega al cráter del volcán Corona del Inca, con un diámetro de cinco kilómetros y a 5500 metros sobre el nivel del mar, en cuyo fondo hay una increíble laguna azul zafiro. El panorama se completa con pequeños glaciares de altura que le dan el marco espectacular a uno de los paisajes más inhóspitos, hermosos y desconocidos de la inabarcable Argentina. Pero allí no acaban las sorpresas: falta conocer el géiser conocido como El Volcancito. Más allá de su forma cónica, no se trata de un volcán sino de un manantial cuyo cono se forma constantemente desde hace milenios por la acción del agua burbujeante que brota cargada de minerales disueltos desde las entrañas de la Tierra.

PENITENTES DE HIELO En la provincia de San Juan se realiza una excursión en 4x4 hasta el cruce a Chile por el paso internacional Agua Negra, donde se suelen formar pequeñas cavernas de hielo. El trayecto por la Ruta Internacional 150 zigzaguea al borde de profundos precipicios. A más de 4 mil metros sobre el nivel del mar, las montañas carecen de toda vegetación y en la lejanía aparecen los primeros glaciares de altura. Dos kilómetros antes del cruce a Chile, un gran brillo blanquecino encandila a los viajeros. Parece un glaciar que llega hasta el borde de la ruta, pero en verdad es un grupo de penitentes, esa extraña formación de hielo que surge por la acción combinada del sol y el viento a partir de grandes acumulaciones de nieve en los terrenos áridos. Al verlos de cerca se descubre que conforman una compacta pared de 200 metros de largo, con hielos de cuatro metros de altura junto a la ruta. En la parte superior son puntiagudos y parecen una serie de torres alineadas una junto a la otra, escalando la ladera montañosa. En ciertos lugares los penitentes forman pequeñas cuevas de hielo con estalactitas que cuelgan como lanzas de hielo. Y si bien es un poco peligroso, es muy difícil resistir la tentación de entrar en la cueva.

CHIMENEA DEL TRIASICO En el Parque Nacional Talampaya, en la provincia de La Rioja, se levanta una “Gran Muralla”, acaso tan majestuosa como aquella de Oriente; un farallón de fuego rojo como la arena del camino. Al pie de ese descomunal paredón de 150 metros de altura está el llamado “Jardín Botánico”, un bosquecillo de 500 metros de flora autóctona que contrasta con la aridez de todo el parque. Justo detrás del bosque está la famosa Chimenea de Talampaya, una gran hendidura vertical de forma semicilíndrica que va de la base hasta la cima del paredón, formada por un desagote natural de agua de lluvia. En la recorrida por el parque también se ven caprichosas formaciones de sedimentos, entre las que sobresale El Monje, una extraña columna al final del circuito N° 1.

BOCHAS EN LA LUNA Justo enfrente de Talampaya –formando parte de la misma Cuenca de Ischigualasto–, el sanjuanino Valle de la Luna encierra una de las antiquísimas rarezas naturales de la Argentina. Son unas curiosas esferas de piedra llamadas concreciones. Están en la “cancha de bochas” y cuesta creer que una serie de rocas esféricas tan perfectas hayan sido talladas por la naturaleza y acumuladas todas juntas en un mismo lugar. Existen varias teorías que intentan explicar su formación. La más aceptada afirma que comenzaron siendo un núcleo central rocoso al que se le fueron adhiriendo otros sedimentos que lo cubrieron como las capas de una cebolla. Se sabe que se formaron hace 228 millones de años y que su forma circular las hizo rodar hasta donde están hoy, al final de una suave pendiente.

LA CAVERNA DE LAS BRUJAS Sobre la mítica Ruta 40, en su tramo mendocino, existe una reserva natural llamada Caverna de las Brujas. Está a 70 kilómetros de la ciudad de Malargüe, en una zona de escarpados cerros de rocas calizas del período Jurásico. La visita se hace con guía, casco y linterna y se recorren diversas “salas”, cada vez más estrechas, con difíciles tramos ascendentes y descendentes que requieren de la ayuda de sogas para atravesarlos. No sólo se observan las tradicionales estalactitas y estalagmitas sino también formaciones con aspecto de coral translúcido y tonalidades blancas y amarillas, formadas por cristales de carbonato de calcio. No menos sorprendentes son los “cortinados de roca”, compuestos por centenares de pliegues en los techos y las paredes más altas. En este ambiente frío y húmedo, se escucha el sonido del insistente goteo sobre las rocas. Y, por supuesto, los ecos de la leyenda que da origen al nombre de la cueva: cuentan que cada atardecer, una luz ilumina la entrada de la caverna y desde su interior brotan los misteriosos murmullos de un aquelarre de sombras.

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