SANTA CRUZ > LA RUPTURA DEL PERITO MORENO
Luego de dos años y cuatro meses, el “puente blanco” del Perito Moreno se derrumbó el miércoles pasado, por primera vez en pleno invierno. ¿Cómo se produce la ruptura? ¿Cuándo volverá a ocurrir? ¿Por qué es el único glaciar que crece?
› Por Julián Varsavsky
A las 11.18 de la mañana, el ruidoso paisaje del glaciar concedió un segundo de silencio. Al instante, la estructura del puente de hielo hizo “crac” y se desplomó de un sopetón. La caída produjo olas enormes, arrojó fragmentos de hielo por los aires y la tierra vibró en un estruendo apocalíptico. Los boquiabiertos ciento veinte espectadores tardaron un instante en salir del asombro y estallaron ellos también en una larga ovación. La imagen dio la vuelta al mundo en pocos instantes por satélite y por Internet, y muchos de los presentes lagrimearon frente a una explosión que no tuvo nada que ver con la guerra o el fin del mundo sino con uno de los espectáculos más sublimes de la naturaleza. Unos minutos después, sobre el Canal de los Témpanos ya no había un puente blanco sino los rastros de la explosión y una columna de hielo atascada en el continente, que tardará meses en derretirse.
El proceso de ruptura se había desencadenado el viernes 4 de julio cuando una fisura en el dique formado por el hielo –que obstruía el flujo del canal– comenzó a filtrar agua. Y la explosión llegó cinco días después en horas de la mañana, cuando aún no había mucha gente en el parque, ya que se esperaba que la caída ocurriera uno o dos días después.
AVANCES Y RETROCESOS El glaciar Perito Moreno es uno de los pocos en el mundo que avanza, mientras todos los demás retroceden por el fin de la última glaciación. La razón no está del todo clara, pero la teoría más aceptada es que ciertos movimientos sísmicos habrían producido una leve inclinación del terreno, ocasionando que una porción de la cuenca de alimentación del vecino glaciar Frías se derive hacia el Perito Moreno. El pronunciado retroceso del glaciar Frías en las últimas décadas corroboraría esta teoría.
Pero el avance del Perito Moreno se ve cortado por la pared natural de la Península de Magallanes, que le pone un límite y ocasiona las cíclicas y espectaculares rupturas que se han hecho famosas en todo el mundo. El curioso fenómeno de la ruptura se da porque justo delante del glaciar pasa el Canal de los Témpanos, un flujo de agua que une el Brazo Rico del lago Argentino con el cuerpo central de ese mismo lago. Al avanzar sobre el canal y quedar varado el hielo sobre la roca, esa mole helada forma un dique natural que interrumpe el flujo de agua. Del lado del dique que da al brazo Rico, el agua comienza a acumularse y a aumentar de nivel unos 25 metros, ejerciendo una presión muy fuerte sobre la pared de hielo hasta fisurarla. Entonces el agua comienza a horadar el dique por debajo y se forma un pequeño túnel por donde se filtra una corriente hacia el otro lado. De a poco el flujo erosiona el hielo y el túnel se agranda, mientras unos fragmentos helados cada vez más grandes caen estrepitosamente, dejando espacios vacíos que forman una especie de puente en arco que une la península con el frente del glaciar. Finalmente, la formación cede por su propio peso y colapsa, dejando fluir el agua.
Luego de la ruptura, la pared del glaciar comienza a avanzar poco a poco hacia la península otra vez, y en un futuro impredecible de entre dos y cuatro años se desencadenará el proceso nuevamente. A menos que el calentamiento global acelere aún más el retroceso natural de los glaciares y venza también al último de los glaciares que pelea por no desaparecer.
RUPTURAS HISTORICAS Las rupturas, según la épocas, se dan con cierta regularidad. De acuerdo con los registros históricos, hacia el año 1900 el glaciar estaba a 750 metros de la Península de Magallanes y fue avanzando hasta tocar la costa por primera vez en 1917. Pero en aquel momento no se rompió sino que se abrió un canal que permitía el desagote del agua. Las observaciones hasta 1940 no están del todo documentadas, ya que la zona estaba casi deshabitada. En febrero de ese año se dio la primera ruptura del glaciar. Dos años después llegó la segunda y las rupturas se sucedieron cíclicamente en lapsos que van de dos a cuatro años, siempre en verano, salvo este año. En total, a lo largo del siglo XX, hubo unas veinte rupturas. Pero después de la de 1988, el glaciar se cerró de una manera poco sólida contra la península, permitiendo el paso del agua. Por esa razón el Perito Moreno estuvo tanto tiempo sin romperse, hasta que en marzo de 2004 se produjo el rompimiento más mediatizado, a pleno sol y transmitido en directo al mundo entero. El proceso se desencadenó con 75 horas de preaviso, cuando el dique se agrietó y los gigantescos bloques comenzaron a desprenderse en una sucesión de explosiones cuyo eco reverberaba entre las paredes de la montaña y en los huesos de los espectadores.
Sucesivamente se iban cayendo paredes con la altura de un edificio de 20 pisos, hasta que el túnel no resistió más y a las 19.10 del 14 de marzo los presentes contuvieron la respiración y el “mundo” se vino abajo. Dos años después de la mediática ruptura de 2004, el puente se formó nuevamente y el 10 de marzo de 2006 se desencadenó todo el proceso otra vez. Durante varios días, el espectáculo de los desprendimientos avanzaba ante millares de personas que se fueron acercando hasta abarrotar la capacidad del parque, durmiendo incluso en el lugar y sufriendo las inclemencias del frío. Las cámaras de televisión de muchos países estaban listas y captaban las sucesivas caídas del hielo. Pero el 14 de marzo, el sol se puso detrás de las montañas y a las 22.45 –ante muy pocas personas y con la luna llena–, unas pocas cámaras apenas pudieron captar la estruendosa caída.
UNA VISITA AL GLACIAR La primera visión del Perito Moreno tras la ventanilla del auto es como una sucesión de fogonazos blancos que aparecen intermitentemente detrás de las arboledas. Esa imagen aun borrosa del hielo estalla como un flash de belleza absoluta que se desvanece al instante, como todo momento de perfección.
Al aproximarse por las pasarelas llega la segunda impresión. El glaciar despliega su frente completo de 4 kilómetros de ancho y detrás su cuerpo combado se pierde viboreando como una lengua de hielo hacia el fondo de un gran valle.
Pero algo curioso ocurre la primera vez frente al glaciar. Todo viajero experimentado llega por lo general a la conclusión fatal de que las fotos mienten. La Torre Eiffel no era tan grande como parecía, ni el pastito de la campiña inglesa tan verde como en los libros, ni la Ciudad Prohibida de Beijing tan inabarcable como en la película de Bertolucci. Sucede que por lo general una buena fotografía de paisaje lleva el sello artístico de su autor, quien recorta la realidad y la embellece a tal punto que, cuando las personas se hacen presentes en el lugar, sienten una rara desilusión. Sin embargo, con el Perito Moreno ocurre exactamente al revés. Por un lado, el frente del glaciar es tan ancho que en una foto no se puede obtener una idea justa de su verdadera amplitud. Y, además, es un paisaje sonoro y en constante movimiento. En el Perito Moreno se puede estar observando distraídamente el panorama hasta que de pronto una explosión descomunal anuncia el desprendimiento de un gran bloque de hielo. Cada nuevo témpano cae como en cámara lenta, se hunde y sale a flote para fluir siguiendo el curso del canal. Otras veces son paredes completas las que caen como un árbol, produciendo olas y un estrépito que retumba en la amplitud del valle. Casi permanentemente se escucha el eco de pequeños y grandes estallidos como tiroteos lejanos, o incluso algún cañonazo atronador que hace vibrar las pasarelas en su propio quicio. Detrás de esa muralla blanca parecen ocurrir violentas tempestades o guerras secretas con remansos de paz, rellenadas por el rumor constante del agua que corre y el sonido del viento cortado por las puntas de hielo.
LA FORMA A simple vista, el Perito Moreno semeja un gran alud de nieve que llegó desde atrás de las montañas y fue petrificado de repente –con su plano inclinado–, cuando estaba por caer al lago. Pareciera que una invisible pared sostuviese aquel maremágnum blanquecino, cerrándole el paso a una fuerza arrasadora que, si se soltara de cuajo, devastaría a media tierra.
Detrás de la escarpada pared del frente glaciario se entrevén millares de picos de hielo que parecen cúpulas amontonadas en forma caótica, una detrás de la otra. Incontables catedrales transparentes parecen sepultadas bajo el hielo, vislumbrándose apenas la forma puntiaguda de sus ruinosas cúpulas. Y también hay torres de hielo que quedaron a medio caer como la Torre de Pisa. Por eso el frente del glaciar es como una gran muralla agrietada –dejando traslucir entre las “hendijas” sus entrañas azules– que se regenera a sí misma derrumbándose todo el tiempo, pero sin terminar nunca de caer. A sus pies flotan una infinidad de fragmentos de hielo y grandes bloques, algunos varados en la costa como un navío celestial.
El glaciar está rodeado de montañas de unos dos mil metros de altura. Pero la noción de las proporciones –totalmente inhumanas– se pierde de inmediato en la vastedad. El frente del glaciar mide 60 metros de alto, pero esa misma pared de hielo se hunde 120 metros más por debajo del agua.
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