Dom 20.07.2008
turismo

NEUQUEN > VILLA PEHUENIA, SAN MARTíN DE LOS ANDES Y CAVIAHUE

Más allá del esquí

El paisaje nevado no es sólo para esquiadores. Tres localidades neuquinas ofrecen, además de las pistas de sus centros de esquí, todo tipo de actividades para disfrutar de la nieve. Caminatas con raquetas por los bosques de araucarias de Villa Pehuenia, excursiones por los lagos desde San Martín de los Andes, y en Caviahue y Copahue, baños termales al aire libre y ascensos al sulfuroso volcán.

› Por Julián Varsavsky

Después de una fuerte nevada, el paisaje de la Patagonia se alisa, cubierto por un manto blanco sin dobleces que nace al borde de la ruta y sube por la ladera de la montaña hasta la cima, sobresaliendo apenas algunos árboles con sus ramas cargadas de copos de nieve. Se amanece en un mundo de punta en blanco, límpido y virginal, con la belleza perfecta pero fugaz que prometen los paraísos terrenales. Y en pueblos como Caviahue o Villa Pehuenia las casas quedan semitapadas por los románticos copitos durante todo el invierno.

ARAUCARIAS EN LA NIEVE Villa Pehuenia es un pueblito turístico a orillas del lago Aluminé, en plena cordillera del norte neuquino, a 1200 metros sobre el nivel del mar. Este pueblo se diferencia de otros destinos cordilleranos por estar a casi al doble de altura que los demás. Por eso el paisaje está dominado por millares de esbeltas araucarias que reinan casi en solitario en la escasa vegetación. Estos curiosos árboles aparasolados que prácticamente no han evolucionado desde la época de los dinosaurios –y pueden vivir más de mil años– le otorgan algo de vida al paisaje de altura, muy distinto tanto de los frondosos bosques andino–patagónicos como de la vacía estepa de la meseta austral.

Otro rasgo distintivo de Villa Pehuenia es que está a salvo del turismo masivo. Sus calles son todas de tierra y en lugar de grandes hoteles hay posadas muy confortables, complejos de cabañas y varios restaurantes. Un detalle muy sugerente es que dentro del pueblo hay tres lagunas que se congelan en el invierno.

A Villa Pehuenia se puede llegar por dos vías diferentes con paisajes deslumbrantes que ya son un viaje en sí, por la belleza de la ruta. Uno es el camino de cornisas conocido como El Raue y el otro es el Camino de Primeros Pinos –Ruta Provincial 13– que en invierno ofrece uno de los paisajes más espectaculares de toda la Patagonia, aunque no siempre está abierto durante el invierno, ya que suele taparse con la nieve. Por eso hay que averiguar de antemano, y si está transitable se debe aprovechar para recorrer, por ejemplo, la pampa de Lonkoluan, una planicie casi perfecta cubierta por una especie de tapiz blanco donde no sobresale un sólo árbol ni arbusto, que se extiende por varios kilómetros en el horizonte.

El atractivo principal de Villa Pehuenia en invierno –además de los paisajes en general– es el parque de nieve Batea Mahuida, dirigido por una comunidad mapuche, ideal para ir con chicos que simplemente buscan jugar en la nieve con trineos, o aprender los primeros pasos en el deporte blanco. Y la excursión más deslumbrante que se puede hacer en los alrededores del pueblo es una caminata con raquetas de nieve por los bosques de araucarias en la zona de Los Cruceros hasta el arroyo Puel, una vertiente de deshielos junto a la cual se disfruta de un vino caliente con canela, chocolates y tortas. Y luego se emprende el regreso, completando un circuito de 5 kilómetros. Estas caminatas son casi tan simples como andar por la calle y no requieren de un estado físico especial. Las raquetas permiten avanzar por lugares cubiertos por espesos mantos de nieve donde, si se pisara con la suela de un calzado común, uno se hundiría hasta la cintura. Las originales eran de madera, pero ahora las deportivas se producen con una aleación de plástico y aluminio que pesan apenas 300 gramos y traen unas correas para unirlas al calzado. Deslizarse es imposible y en general una explicación previa del guía es suficiente para largarse a caminar.

NIEVES DE SAN MARTIN Los habitantes de San Martín de los Andes no están tan acostumbrados a la nieve como uno podría imaginarse. En la ciudad suele nevar poco en las noches de invierno, pero los caprichos del clima de los últimos lustros deparan sorpresas como la del año pasado, cuando cayó una nevada tan grande que dejó la ciudad sin luz y sin Internet. Pero lo que se perdió en comodidad se ganó en belleza: las casas, las montañas y las ramas de los árboles fueron cubiertos por una capa de nieve blanquecina y espesa que al derretirse formaba pequeños ríos callejeros.

El cambio más impactante que produce una nevada de esta magnitud no se da en la ciudad sino en las montañas. Los caminos se pueden cortar en la noche y luego hay que abrirlos con topadores, y durante el día hay que avanzar despacio con cadenas en las ruedas. Pero el panorama es uno de los más espléndidos que puede ofrecer la Patagonia, tan inesperado y efímero como el temporal.

Desde San Martín de los Andes se puede hacer una excursión que, dependiendo del clima, ofrece todo lo anterior o algo bastante parecido. Es la clásica Ruta de los Siete Lagos y sólo se puede recorrer completa en verano. En la temporada invernal se realiza hasta donde llega el asfalto de la Ruta Provincial 234. Por eso se la suele llamar Excursión a los Cinco Lagos. El circuito abarca la zona sur del Parque Nacional Lanín, parte del Parque Nacional Los Arrayanes y la zona norte del Parque Nacional Nahuel Huapi, unidos simbólicamente por los lagos Machónico, Hermoso, Villarino y Falkner (en este último se termina el asfalto).

La segunda excursión en importancia que se realiza desde San Martín de los Andes es al lago Huechulafquen, pasando por Junín de los Andes. Y si bien la mayoría de los turistas invernales se dedica exclusivamente a esquiar, hay quienes no llegan atraídos por el deporte sino por los paisajes. Uno de los aspectos más interesantes del paseo hasta el Huechulafquen es el cambio del entorno natural, ya que se pasa de los frondosos bosques andino-patagónicos a la pura y desierta estepa.

El trayecto estepario comienza 4 kilómetros después de Junín de los Andes, tomando la Ruta Provincial 61 que bordea el río Chimehuín, dentro del Parque Nacional Lanín. La ruta pasa por la deslumbrante boca del río Chimehuín, que nace en el lago Huechulafquen. Unos metros más adelante el Huechulafquen despliega toda su inmensidad, mientras al fondo se levanta la imponencia del volcán Lanín, con sus 3776 metros sobre el nivel del mar. Hasta aquí llega la excursión –a 60 kilómetros de la partida–, ya que por las condiciones del camino se hace imposible avanzar más.

AL PIE DEL VOLCAN Caviahue es un pueblito de calles de tierra con 650 habitantes en el noroeste de Neuquén, al que se llega por un camino de cornisa por la precordillera. La mayoría de los turistas invernales que se acercan a este lugar lo hacen atraídos por su completo centro de esquí. Pero también ofrece la alternativa de los baños termales y una variedad de excursiones sobre la nieve que no requieren ser un experto esquiador.

Caviahue es uno de los dos mejores lugares del país –junto con Tierra del Fuego– para las excursiones de esquí de fondo, esa modalidad que no se practica en pendientes sino en la planicie, de forma relajada y sencilla. Como no requiere de mayor aprendizaje, el común de la gente recibe una explicación práctica de una hora y se larga a esquiar, en realidad, a “caminar” con pequeños deslizamientos. La excursión más sencilla –ideal para personas de cualquier edad y sin ninguna experiencia– dura tres horas e incluye una clase y un recorrido por todo el pueblo nevado. Una alternativa intermedia es la excursión a la Cascada Escondida. Y la más esforzada e interesante es la visita al vecino pueblo de Copahue. Se llega hasta lo alto del cerro Copahue en la aerosilla que sube desde el centro de esquí de Caviahue y se baja esquiando hasta el pueblo de Copahue, que en invierno queda abandonado y sepultado por la nieve. En el camino se pasa –siempre a muy baja velocidad– sobre la laguna congelada de Las Mellizas y junto a dos fumarolas gigantes en medio de la nada, resultado de un pozo geotérmico hecho para calefaccionar al pueblo. En Copahue todo el mundo se saca la ropa y se sumerge en la humeante Laguna del Chancho, llena de barro volcánico. Junto a la pileta rodeada de nieve se improvisa un almuerzo y luego se sigue viaje hasta las termas vírgenes de Las Maquinitas, para avanzar 5 kilómetros más hasta una laguna sin infraestructura donde los valientes –o sea todos–, nuevamente se quitan la ropa y se dan un baño sulfuroso muy caliente. En total se recorren 18 kilómetros y es necesario tener un estado físico aceptable.

La excursión más original que se realiza desde Caviahue es la ascensión al cráter del volcán Copahue. En invierno se utiliza un vehículo “oruga” calefaccionado, con capacidad para doce personas y equipado con una tecnología de movilidad similar a un tanque de guerra. Se parte en la mañana temprano rumbo al poderoso volcán, que alcanza los 2970 metros sobre el nivel del mar. No hay caminos ni una ruta exacta preestablecida, ya que todo está cubierto de nieve.

Se avanza con una inclinación de 15 grados y al frente sólo se ve la ladera blanca que parece llegar hasta el cielo. Luego de una hora se llega cerca del cráter. El último tramo de 150 metros se hace a pie, enfrentando vientos de 70 kilómetros por hora que complican un poco la caminata sobre la nieve endurecida. Unas densas fumarolas salen del cráter –que está en actividad–, y al llegar al borde un fuerte vaho sulfuroso choca contra los sentidos. Al mirar hacia adentro se descubre con sorpresa que el cráter de un volcán activo está lleno de agua. Su diámetro mide 200 metros y en el centro hay una laguna ácida de color verde fosforescente, consecuencia del azufre diluido que flota en la superficie. Pero todavía más extraño resulta descubrir que a lo lejos, detrás de la laguna, hay un glaciar “colgante” con paredes de 80 metros de altura y 350 metros de ancho, manchado con la ceniza del volcán. Los expertos esquiadores culminan la excursión con un descenso de casi 9 kilómetros por la ladera del volcán, abriendo una huella en la nieve virgen hasta empalmar con las pistas del cerro.

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