MENDOZA > VALLE HERMOSO
Ubicado en plena cordillera central, Valle Hermoso atesora mucho más que belleza y turismo de aventura. Allí un grupo de expertos descubrió las huellas de distintas comunidades prehistóricas. Mitos y leyendas sobre su tamaño, hábitos y costumbres.
› Por Pablo Donadio
El lugar es el presente de muchas excursiones, pero su tierra habla del pasado, y cualquier historia podría ser real allí. Valle Hermoso se encuentra en plena cordillera central, al oeste de los Molles, atravesado por los ríos Cobre y Tordillo y a 2300 metros sobre el nivel del mar. Llegar a ese valle es como correr una cortina en medio de un puñado de montañas y encontrar un cañadón fértil y colorido, con una laguna de 700 metros de diámetro y 45 de profundidad en el medio. El camino desde la ciudad de Mendoza no es menos asombroso: un primer tramo a San Rafael y de allí a Las Leñas, para recorrer 25 kilómetros finales de ripio y cornisa hasta Los Caracoles, el sendero final que describe 96 curvas (sí, 96), y concluye sobre un parador que suele recibir a los visitantes con el humo de las brasas, anticipando el sabroso almuerzo de montaña. El centro de esquí brinda paseos hasta Valle Hermoso en ambas temporadas, con el condimento escenográfico de la nieve en invierno, y los mágicos paisajes que renacen en verano. Son salidas off-road, que combinan trekking con escalada, rappel y la curiosa experiencia del buceo de altura en la laguna. Para coronar la visita nada mejor que un riquísimo chivito malargüino, preparado por la manos expertas de los vaqueanos de la zona.
Hasta aquí, una atractiva excursión. Pero ¿qué secretos esconde Valle Hermoso?
LEYENDAS CON PIGMEOS Verdades, leyendas, fábulas, mitos. Cada rincón oculta algo que, según quién lo cuente, puede volverse mucho más que una historia. Para algunos, y motivado por diferentes descubrimientos arqueológicos de estas latitudes, por estos pagos pudo haber pasado el último grupo de pigmeos que habitó el continente americano, muy lejos de su Africa natal. “Hay muchos datos y hasta un texto de Manuel José Olascoaga, militar y topógrafo mendocino, que estuvo en toda la cordillera colocando hitos limítrofes, donde se hace mención al tema de los indios pigmeos de Valle Hermoso”, explica Héctor Refgard, ingeniero y ex concejal de Malargüe. Y completa: “En cuanto a los indios Tinguiririca, que así llamaron a los grupos bajos del Valle Hermoso, hay menciones sobre su existencia en escritos de las tropas de Julio Argentino Roca, con motivo de la Campaña del Desierto, de la que Olascoaga participó”.
Del otro lado de los rumores se ubica el doctor en ciencias naturales, antropólogo y arqueólogo Humberto Lagiglia, para quien es poco probable la existencia de pigmeos por estas tierras. Según estudios realizados por su equipo, Valle Hermoso es una formación muy antigua, que ha sido atravesada por glaciares y ha dejado innumerables huellas prehistóricas. “Allí estuvimos con mi gente en tres oportunidades, excavando cuevas desde 1988 a 2006. Los datos de las investigaciones demuestran la existencia de poblaciones de hasta 8000 años antes de Cristo, con el sobresaliente hallazgo de los restos fósiles de un esqueleto de 5000 años, fechado con el método del Carbono 14”, cuenta.
Lagiglia ha publicado trabajos académicos a nivel nacional e internacional, y es una eminencia en materia de investigación, además de dirigir el Museo Municipal de Historia Natural de San Rafael. En otro de sus trabajos sobre las cercanas cuevas del arroyo Colorado, Lagiglia encontró el esqueleto completo de una india embarazada y su bebé, con más de mil años, además de ollas de cerámica, utensilios de piedra, trozos de alfarería y puntas de flechas. La información sobre las excavaciones, así como los restos fósiles ubicados, se encuentran actualmente en el museo. “Estamos en condiciones de afirmar que son vestigios de una de las tres parcialidades de puelches algarroberos, los morcollames (de Valle Hermoso), que junto a los chiquillames y oscollames empezaron a desarrollarse por aquí 2000 años a.C., con una lengua compartida, el mismo aspecto físico (su estatura promedio sería de 1,60 m) y habilidades para trabajar el cuero y la cestería. Más allá de esto no podemos hablar con rigor científico de la presencia de pigmeos: en América no se ha encontrado realmente ningún grupo de pequeños, aunque estas otras huellas son claras y evidentes”, concluye.
LOS CHOICANOS Una historia hecha pública hace tiempo habla de la leyenda de los Choicanos, un grupo de nativos pequeños que se dedicaba a la cacería del choique. Hay quienes dicen que el investigador Tito Gontero, al encontrar la pisada de un supuesto pigmeo impresa sobre bosta de vaca, hizo dudar a su amigo Edgardo Osandaburú, buceador del folklore regional de cada pueblo del interior, haciendo correr el mito de los choicanos. Por aquel entonces se hablaba de pigmeos con el cráneo desproporcionado, que se habrían desarrollado subterráneamente en Valle Hermoso y otras zonas andino-patagónicas, así como en las estribaciones del volcán Tinguiririca, en territorio chileno. También habrían habitado cavernas de los cerros Las Choicas y los valles de los ríos Salado, Grande y Barranca, sitios donde pocos arqueólogos y espeleólogos han encontrado vestigios. Perseguidos por araucanos y españoles a la vez, se habrían refugiado en el interior de las grutas, llevando provisiones de hierbas y ganado. Así soportaban el invierno en los túneles y pasadizos, mientras trabajaban el oro que usaban como proyectiles que arrojaban con sus hondas para cazar y defenderse.
Según relatos de pobladores, algunos túneles se utilizarían para llevar ganado de Chile hacia la Argentina y viceversa, por debajo de valles y montañas. Aún hoy, muchos arrieros dicen que en ciertos sectores volcánicos de Valle Hermoso pueden sentir una sensación hueca sobre el piso cuando pasan con sus caballos. Algunos más atrevidos, afirman que los descendientes de estas comunidades habrían formado la actual población cordobesa de Soto y Pueblito, unos pocos kilómetros hacia el oeste del sugestivo cerro Uritorco.
HACIA LOS PETROGLIFOS Son muchos los testimonios arqueológicos de pueblos prehistóricos que habitaron los valles de las nacientes del río Grande, del Atuel y del Salado. De ellos se cuenta que fueron esencialmente nómades trashumantes, cazadores y recolectores: su principal presa para la alimentación era el guanaco, que cazaban con arcos que ellos mismos fabricaban y flechas talladas en piedra con puntas triangulares. Molían frutos y semillas en molinos planos, y eran muy hábiles para trabajar recipientes en barro, que luego cocían. Sus vestimentas se confeccionaban con las pieles de los animales, a los que les quitaban el cuero para luego tratarlos al sol y pintarlos a su “moda”.
Existe una manera excepcional de apreciar el arte de alguno de estos pueblos en Valle Hermoso. Sobre los roquedales del este de la laguna, pueden encontrarse centenares de grabados prehistóricos que han sido relevados y estudiados por el museo de San Rafael. Los famosos petroglifos poseen una antigüedad de alrededor del año 1000 de la Era Cristiana. Son piedras que están al aire libre, y muestran formas geométricas abstractas y otras tantas figurativas, entre las que se encuentran rasgos de aves y hombres sin cabeza. “Los petroglifos de Valle Hermoso se realizaron bajo una técnica denominada martellina o picoteo, consistente en la repetición de golpes con una piedra o metal”, explica un historiador del museo.
Sobre la significación de este arte rupestre indígena se han elaborado diversas interpretaciones, quizá tantas como sobre el tamaño de los nativos. Más allá de las opiniones y de su posible vinculación con aspectos mágicos o religiosos, no cabe duda que son una forma más de la expresión cultural de aquellos pueblos, rescatada por algunos y fabulada por otros.
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