Dom 26.10.2008
turismo

URUGUAY > EN LA COSTA DE ROCHA, CABO POLONIO

De las dunas al Cabo

Cabo Polonio es un balneario muy especial. Su difícil acceso (sólo transitable a pie o en vehículo 4x4), sus interminables playas y su aire tranquilo lo transforman en Meca de aventureros, artistas y bohemios. Un lugar que seduce por la total ausencia del estridente cemento urbano. Y donde es posible recuperar el bucólico placer de la vida
al natural.

› Por Mariana Lafont

“El Cabo” (como todos lo llaman cariñosamente) es una punta rocosa ubicada a 15 metros del nivel del mar y está separado de la franja costera por dunas de arena móviles que han sido declaradas monumento natural. Frente a él brotan las pequeñas Islas de Torres: La Rasa, La Encantada y el Islote, con una importante colonia de lobos marinos fácilmente visibles desde la costa.

Sin dudas, el principal atractivo de Cabo Polonio son sus playas. A un lado se encuentra La Mansa, donde también hay pequeños restaurantes que ofrecen deliciosos platos elaborados con frutos de mar. Y al otro lado está la extensa Playa Sur con una vista excepcional de los “ranchos” (así les dicen a las casas) y el mar. El clima del cabo suele ser muy frío en invierno y muy cálido durante el verano. La estación ideal para conocerlo es la primavera, ya que las temperaturas son agradables y hay menos gente.

PASO A PASO por la arena Debido a su particular ubicación, Cabo Polonio permaneció durante mucho tiempo completamente aislado. Para llegar a él sólo se podía ir en carros tirados por caballos o caminando por las dunas durante tres horas. Después llegaron los camiones y, en los ’80 (cuando comenzó a proliferar el turismo) hubo un personaje, conocido como “El Francés”, que llevaba a los visitantes por la orilla del mar y cruzando los médanos. Este trayecto en vehículo no se hace más para cuidar la reserva de dunas; ahora se entra por los bosques.

A pie, una divertida experiencia es llegar al Cabo por las dunas que lo separan de Barra de Valizas. Para ello hay que ir hasta el siguiente balneario, Valizas, llegar a la playa y desde allí empezar a caminar por las dunas. Al comienzo la caminata transcurre entre el mar y el arroyo Valizas, pero hay un momento en que sólo se ven el cielo y la arena como si se estuviera en el medio del desierto. Luego se llega a un punto panorámico desde el cual se ve el mar y, a lo lejos, el inconfundible faro de Cabo Polonio junto a pequeños puntos blancos. A medida que uno se acerca esos puntos se transforman en los tradicionales ranchos y el resto de la marcha se hace por la playa con el agua salada refrescando los pies. La caminata dura unas dos horas con viento a favor y un poquito más si sopla en contra.

DE PIRATAS Y NAUFRAGIOS La historia más conocida sobre el origen del nombre de este particular balneario se remonta a 1735, cuando un día de fuerte tormenta se hundió en este lugar un galeón español llamado “Polonio”. Sin embargo, otras versiones afirman que se debió a otro naufragio ocurrido unos años más tarde, el 31 de enero de 1753. El barco se llamaba “Nuestra Señora del Rosario, Señor de San José y las Animas” y su capitán, Joseph Polloni, era famoso por su afición a los vinos. Según se cuenta, el hundimiento se produjo en un momento de fuerte borrachera y, finalmente, fue este capitán quien dio su nombre al cabo.

Con el paso del tiempo, Cabo Polonio se convirtió en un asentamiento estable de pescadores y navegantes y fue testigo y escenario de muchas tragedias marítimas. Barcos, galeones y fragatas dijeron adiós frente a sus costas. Los tripulantes desconocían los peligros escondidos en este litoral y, en la mayoría de los casos, quedaban atrapados en los enormes roquedales. Por esa razón, el cabo se convirtió en un lugar temido por marinos y piratas de todo el mundo: lo consideraban un lugar maldito donde las brújulas enloquecían y giraban sin rumbo. Para evitar este tipo de accidentes se construyó el mítico faro en 1881 y a partir de él fue surgiendo este singular pueblo de pescadores que, a pesar de las dificultades, ha subsistido gracias a la tenacidad de sus habitantes.

LUZ FUGAZ El faro tiene 26 metros de alto, posee un alcance lumínico de más de veinte kilómetros y fue el único lugar del pueblo electrificado en 1961. Desde entonces, el pequeño caserío tiene fugaces momentos de luz. Hoy en día el faro sigue siendo el punto más alto desde donde se puede contemplar todo el lugar, y vale la pena subir sus 132 escalones para tener una espléndida vista del mar, los islotes, las dunas y los “ranchos”.

Años más tarde se instaló una planta de explotación lobera que atrajo pescadores en busca de trabajo y hasta 1907 la empresa a cargo fue la misma que tenía bajo su responsabilidad el faro. Luego llegaron jóvenes amantes de la naturaleza que descubrieron aquel remoto pueblito escondido detrás de las dunas. En la década del ‘80 comenzaron a proliferar las pequeñas y rústicas construcciones de veraneo y los turistas se hicieron cada vez más numerosos. Sin embargo, este mismo hecho puso en peligro el frágil ecosistema que lo rodea. Para evitar este deterioro se paró la construcción ilegal y el tránsito de vehículos motorizados por la arena está prohibido. Otro grave problema de Polonio era la forestación de pinos cercana a las dunas que, afortunadamente, también fue detenida.

¿Y LAS CALLES DONDE ESTAN? Algo que llama mucho la atención en Cabo Polonio es la ausencia de calles: los “ranchos” están aleatoriamente desparramados. Al no tener cercos, brindan una grata sensación de libertad y se camina entre ellos como si se estuviera en un gran jardín común. Estas son las únicas construcciones del lugar y allí viven los lugareños y se hospedan los viajeros de paso. Las viviendas son de madera o de material y, a pesar de ser rústicos, poseen un ambiente y una calidez únicos. Por otro lado, la decoración exterior suele ser sumamente original, con coloridos dibujos y collages hechos con pedazos de azulejos y espejos. La población estable del Cabo es muy pequeña ya que muchos viven del turismo en verano y además porque los inviernos suelen ser duros. Sin embargo, aquellos que han elegido este lugar para vivir no lo cambian por nada del mundo y simplemente dicen: “Nunca pensé irme de acá. ¿Para qué? Si tengo todo y es un lugar perfecto”. Y la sensación al conocer Polonio es que allí su gente lo hace todo más fácil, más simple y más espontáneo.

ATARDECER AL NATURAL Uno de los mejores momentos es, sin lugar a dudas, el crepúsculo. Cuando el sol se esconde no queda otra opción más que dejarse llevar por el ritmo natural. Al no haber alumbrado público ni electricidad en las casas (excepto aquellos que cuentan con grupo electrógeno), el atardecer se impone con una firmeza desconocida en las ciudades. Los tonos pastel colorean el cielo mientras unos reflejos dorados se dibujan en el mar y los barcitos encienden sus velas para tomar una cerveza bien fría. Al llegar la noche el espectáculo varía según si hay luna llena o no. Con luna se tiene una excelente visión nocturna, sin linternas. Y sin ella, el cielo se vuelve de un profundo color negro con un manto de incontables estrellas. Entre tanto, y sin descanso, la ráfaga de luz del faro se devora las sombras cada doce segundos. Todo esto hace de este pedacito de la costa de Rocha un lugar más que diferente. Se dice que pasar unos días aquí produce un estado de ánimo especial y que hay un antes y un después de Polonio. El Cabo, invariablemente, lo cambia a uno.

DATOS UTILES

Ubicación: Cabo Polonio se encuentra en el Departamento de Rocha, sobre el Océano Atlántico. El balneario está situado a 500 kilómetros de Buenos Aires, a 264 kilómetros de Montevideo y a 150 de Punta del Este.

Cómo llegar: En vehículo: Tome la Ruta Interbalnearia (Ruta IB) hacia el Este hasta el cruce con la Ruta 9 hacia el Chuy (Brasil). En el kilómetro 209 de la Ruta 9 se encuentra la entrada a La Paloma, gire a la derecha por la Ruta 15 y continúe hasta la bifurcación con la Ruta 10 y tome a la izquierda hasta el kilómetro 264,5. En ese punto de la ruta verá banderas de colores indicando la entrada al balneario. Allí mismo hay estacionamiento para dejar el vehículo. Una vez hecho esto hay tres opciones para arribar al cabo: caminar sobre la arena casi 6 kilómetros; realizar el trayecto en jeeps o camiones; ir a caballo (los caballos se alquilan en los alrededores). El viaje en camión cuesta U$S 2, ida y vuelta, y tarda entre quince y veinte minutos.

– En ómnibus: Desde la Terminal de Omnibus de Tres Cruces, en Montevideo, hay servicios diarios a las 7, 10, 15 y 21 horas (en verano aumenta la frecuencia). El viaje dura entre tres horas y media y cuatro horas (dependiendo de si hace paradas intermedias). Costo: U$S 14 aproximadamente. Rutas del Sol: (598 2) 402 5451 y (298 2) 403 4657.

– Otra opción, tanto en auto como en ómnibus, es ir hasta Valizas y desde allí caminar por las dunas (se tarda poco más de dos horas) o ir en alguna de las empresas de transporte 4x4 hacia Cabo Polonio.

Dónde dormir: Ranchos: el alquiler cuesta entre U$S 30 y U$S 120 por día, según el lugar. Los ranchos cuentan con panel solar, heladera a gas y calefón. http://www.portaldelcabo.com.uy

- Hosterías: Posada Mariemar: Habitaciones sobre el mar con baño privado, agua caliente, energía eléctrica propia, teléfono y servicio de restaurante. La habitación doble, con desayuno, U$S 90 (en enero y febrero). Tel.: (598) 470 5164/ 5241 Cel.: (598) 99 87 52 60.

La Perla del Cabo: Habitaciones sobre el mar con baño privado, agua caliente, energía eléctrica propia, teléfono y servicio de restaurante. La habitación doble, con desayuno, U$S 120 (en enero y febrero). Tel.: (598) 470 5125 y Cel.: (598) 99 92 10 37. 

– Ranchos en Valizas: Desde U$S 50 por persona [email protected]// www.casasenvalizas.com

Dónde comer: En los restaurantes de Posada Mariemar y Hostería La Perla del Cabo. Otra opción es La Golosa, una original propuesta gastronómica que cuida todos los detalles. (598) 2 99690157 [email protected]

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