GRAN BRETAÑA > EN SOUTHAMPTON, BELFAST Y NUEVA YORK
El puerto de Southampton, en el sur de Inglaterra, reconstruirá una réplica del “Titanic”, el legendario barco que aquí zarpó para su primer y último viaje. Y en Belfast, Irlanda del Norte, se realiza un tour por los astilleros donde se construyó la nave. Entretanto, también Nueva York, del otro lado del Atlántico, recuerda el fatídico naufragio.
› Por Graciela Cutuli
Southampton, como Buenos Aires, tiene “un puerto en la puerta”, pero no se empeña en darle la espalda: desde hace siglos, la ciudad vive del comercio marítimo –es el principal puerto de comercio de mercaderías en el canal de la Mancha– y el turismo de lujo, ayer con los transatlánticos y hoy con los cruceros. Quien se pare en los muelles tal vez tenga la suerte de ver zarpar al “Queen Mary 2”, o al “Queen Elizabeth 2”, que está a punto de terminar su vida útil para convertirse en un hotel flotante en Dubai. Sin embargo, su hijo más famoso no se puede ver: su historia, que empezó gloriosa, terminó en tragedia. Es el “Titanic”, el gigante de los mares, que un día de abril de 1912 se hundió para siempre en las aguas del Atlántico norte. Sin embargo, Southampton está dispuesta a conmemorar el centenario del desastre construyendo una réplica del barco, que estará lista para abril de 2012, gracias a una inversión de 30 millones de dólares. Dada la crisis global (y el alto requerimiento de fondos que tendrán también los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres), la última palabra se dirá el próximo enero, pero ya fueron presentados los planos y maquetas del proyecto, que se levantará en el Southampton Heritage Centre. Allí los turistas podrán experimentar las sensaciones de la vida a bordo, pero también el devastador impacto que el naufragio causó a las víctimas del “Titanic” y sus familias, muchas de ellas oriundas de la propia Southampton.
“TITANIC TOUR” Entretanto el puerto –que también fue punto de partida de los Padres Peregrinos hacia Estados Unidos en 1623, a bordo del “Mayflower”– conserva numerosos lugares relacionados con la historia del barco de la White Star Line que fue el más grande y lujoso de su tiempo, pero también el más fatídico.
El “Titanic Tour” pasa por el edificio de Oakley and Watling, el proveedor de frutas y verduras de primera clase desde cuya sede, en High Street, salían las provisiones frescas para los barcos que emprendían el cruce del Atlántico; el memorial del “Titanic” en la Hollyrood Church, del siglo XIV, que fue prácticamente destruida durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial; la Seaman’s House, donde se alojaba a los huérfanos de Southampton, muchos de los cuales eran enviados como tripulantes al mar. En ese edificio, sobre la Oxford Street, que hoy alberga al Ejército de Salvación, vivieron 17 de los tripulantes del barco. Muchos de ellos solían tomarse unos tragos en The Grapes, un pub de Oxford Street, justo antes de la partida del barco del Ocean Dock (antiguamente el White Star Dock), expresamente construido para albergar los grandes transatlánticos que, como el “Olympic”, el “Britannic” y el “Titanic”, eran la flor en el ojal de la compañía naviera.
No demasiado lejos, en Albert Road, el Atlantic Hotel era conocido como la “Casa de los emigrantes”, ya que allí se alojaban muchos de los pasajeros que emprendían el viaje no por ansias de placer sino en la última clase, la de los emigrantes que dejaban el puerto británico en busca de las ilusiones de América, la nueva tierra prometida. Los pasajeros de primera clase, en cambio, se alojaban en el ex South Western Hotel, un establecimiento de lujo ahora convertido en modernos (y también lujosos) departamentos. Allí estuvieron, antes de la partida del “Titanic”, Bruce Ismay, director de la White Star Line, y el jefe de diseño del barco, Thomas Andrews. Lo que queda de la aventura del “Titanic” se puede conocer en el Southampton’s Maritime Museum, abierto en el mismo año del naufragio, y donde se conservan numerosos objetos relacionados con el transatlántico y su triste destino.
EN ASTILLEROS IRLANDESES También en Belfast, en Irlanda del Norte, se puede seguir la “Titanic Trail”, que recuerda que el barco fue construido en los astilleros de esta ciudad, así como sus barcos hermanos, el “Britannic” y el “Olympic”. Uno de los puntos fuertes del itinerario es el Titanic’s Dock y la contigua Pump-House, sede de las operaciones de Harland & Wolffs durante la construcción de los transatlánticos, que dan una idea precisa de las enormes dimensiones de la embarcación hundida en 1912. Además se pueden ver las pasarelas especiales levantadas para el lanzamiento de los barcos al agua: alguna vez estas pasarelas, hoy perfectamente preservadas tras funcionar hasta los años ’60, estuvieron entre el “Olympic” y el “Titanic”, cuando los barcos se encontraban uno junto otro en proceso de construcción. Y para vivirlo con más realismo, se puede realizar el “Titanic Tour” de Belfast junto a algunos descendientes de la tripulación, que organizan visitas especiales.
Del otro lado del Atlantico La historia del “Titanic” también tiene otro lado, y es el que se encuentra en la ciudad que debió ser su puerto de llegada, Nueva York. El barco debía amarrar en el muelle de la White Star Line, sobre el río Hudson, del lado oeste de Manhattan: en aquel entonces, una nueva serie de construcciones de granito rosa diseñada por los mismos arquitectos que levantaron la célebre Estación Central había reemplazado a las antiguas estructuras del “waterfront” neoyorquino: la mayoría de los pasajeros del “Titanic” nunca llegaron a verlas. Fue aquí donde se reunió una multitud ansiosa y desesperada, apenas se supo del desastre, en busca de noticias sobre sus familiares y amigos. Recién el 20 de abril, cinco días después del naufragio, 675 pasajeros del barco hundido, rescatados por el “Carpathia”, de la línea Cunard, llegaron a estos muelles. Varios de los sobrevivientes de la tripulación fueron llevados a pocas cuadras de distancia, al antiguo Seaman’s Institute (hoy convertido en el Hotel Riverview), en la esquina de Jane y West Street, sobre el río Hudson.
Nueva York conserva además varios monumentos en homenaje a las víctimas del “Titanic”: algunos son colectivos, como el Titanic Memorial Lighthouse, un faro conmemorativo levantado gracias a una suscripción pública en 1913, que hoy se encuentra en Water Street y Fulton, sobre el área turística de South Street Seaport (del otro lado del río Hudson respecto de los muelles donde debía amarrar el transatlántico), y el Wireless Operator Memorial, una estela de granito en homenaje a los telegrafistas muertos en el naufragio, que se puede ver en Battery Park, de donde zarpan los ferries hacia la Estatua de la Libertad. Una inscripción especial recuerda a Jack Phillips, probablemente quien lanzó el último SOS a bordo del “Titanic”, en la madrugada del 15 de abril de 1912. En otro barrio de la ciudad, en las calles 106 y Broadway, tienen un monumento especial Isadore e Ida Straus: el matrimonio murió a bordo del “Titanic”, unido, cuando la mujer –casada durante décadas con el millonario dueño de varias tiendas en Nueva York– se negó a abandonar a su marido, y prefirió esperar el final junto a él en la cubierta del barco.
De la flota de la White Star Line, también el “Britannic” tuvo un destino trágico: la nave se hundió en las aguas territoriales griegas durante la Primera Guerra Mundial. A partir del año próximo, los turistas podrán embarcarse en un sumergible de la fundación inglesa que tiene los derechos sobre el barco naufragado, y descubrir los restos del “Britannic” a 120 metros de profundidad, junto a la isla de Kea. El barco, que se hundió el 21 de noviembre de 1916, debía llamarse “Gigantic”, pero la experiencia del “Titanic” finalmente aconsejó que se le cambiara el nombre. En 1974, Jacques Cousteau realizó la primera exploración submarina y descubrió que la mayor parte de la embarcación, que funcionaba como nave hospital, está intacta. Según está previsto, habrá cuatro descensos diarios durante ocho meses al año, y costará 300 euros sumarse a la expedición.
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