SUIZA > PERSONAJES EN MONTREUX Y VEVEY
La llaman la “Riviera suiza”, porque compite en elegancia y belleza con las costas mediterráneas de Italia y Francia. A orillas del lago Lemán, la región de Montreux y Vevey concilia lujo, discreción y una increíble galería de personajes.
› Por Graciela Cutuli
¿Qué tienen en común Charlie Chaplin, Francis Scott Fitzgerald, Hugo Pratt, Freddie Mercury, Gustave Courbet y Henry James? Ni profesiones, ni épocas, ni nacionalidades. Pero todos ellos, en distintos tiempos, pasaron por un mismo lugar: las orillas del lago Lemán, en Suiza, la región que compite con las orillas del Mediterráneo en belleza, glamour... y millonarios.
Miles de años atrás, otro era el paisaje: aquí, al pie de los Alpes, se extendía el glaciar del Ródano, que al retirarse formó el lecho del lago. No existían, claro, Francia ni Suiza, que ahora se reparten respectivamente las orillas norte y sur del lago. Pero la región estaba destinada a convertirse en el “carrefour”, o la encrucijada de media Europa. En parte porque la enorme masa de agua del Lemán –el lago más grande de Europa central– genera un microclima increíble, que permite matizar el paisaje alpino de Montreux con palmeras y plantas exóticas, y en parte porque la tradicional hospitalidad suiza atrajo desde el nacimiento mismo del turismo a visitantes fascinados por el paisaje, la gente y la discreción y la cultura que floreció durante siglos junto a las orillas del lago. Sólo Obélix, presa de una borrachera fenomenal, podía decir que no hay montañas en torno al Lemán, que en el relato de sus aventuras con los helvecios –los suizos de los tiempos galorromanos– se llama, naturalmente, Lacus Lemanus. El corpulento galo y su amigo Astérix no tienen, como otros visitantes ilustres, su propia estatua a orillas del lago: pero como buenos precursores de los turistas modernos, bien la merecerían. Al fin y al cabo, también ellos andaban en busca del edelweiss, la flor de los Alpes, y de las fondues que son una marca registrada de la buena mesa suiza.
PASEO EN VIBISCUM Por entonces, Vevey no era Vevey sino Vibiscum, uno de los hitos de la Via Francigena, el camino de peregrinación que llevaba a Roma. Un buen puñado de siglos después, la redescubrieron los turistas, peregrinos modernos de la curiosidad y el bienestar. Sin embargo –dada su actual naturaleza turística–, Vevey es una ciudad de tradición industrial: aquí estaban los Talleres de Construcción Mecánica y la fábrica de cigarros Rinsoz, junto a otras fábricas cuyo cierre o traslado progresivo fue dando lugar a la industria de los servicios, el comercio y la cultura. Quedó, sin embargo, como emblema de aquellos tiempos la sede mundial de una de las principales multinacionales alimentarias del mundo. Entretanto, su pasaporte en el mundo es el concepto “Vevey, Ciudad de Imágenes”, ya que esta localidad es sede de numerosas instituciones relacionadas con la comunicación visual y la imagen, incluyendo curiosidades como el Museo de la Cámara Fotográfica.
La larga “galería de personajes” de Vevey puede empezar con Louise Françoise de Warens, musa de Jean-Jacques Rousseau para Julia o la nueva Heloísa, tal vez la más célebre novela del siglo XVIII. Louise fue criada por dos tías en Basset, cerca del lugar que hoy se conoce precisamente como “Los bosquecitos de Julia”. Casada a los 14 años y divorciada a los 28, a esa edad conoció a Rousseau, de sólo 16, quien se inspiró en su encanto y generosidad para la figura de su novela. Hoy día la casa de Louise de Warens en Vevey, protegida como monumento histórico, es la sede del Conservatorio de Música local.
Otra huésped habitual de esta parte del Lemán fue Elisabeth Vigée-Lebrun, sin duda menos conocida que las ilustres mujeres que le tocó retratar: María Antonieta, las princesas Victoria y Adelaida en Roma, Lady Hamilton... Unos 30 retratos de la última reina de Francia, entre ellos los más célebres, con sus pomposas pelucas blancas y vestidos de seda, fueron firmados por esta artista cuyas memorias, escritas entre 1835 y 1837 –varios años después de sus numerosos viajes a Suiza, entre 1808 y 1809– fueron todo un éxito literario de la época.
HOTELES LITERARIOS Si se quiere recrear, en cambio, el clima de Vevey a fines del siglo XIX, hay que leer Daisy Miller, de Henry James (1878). El escritor neoyorquino redactó la novela en el hotel Trois Couronnes, que describe en las páginas de su obra (“En el pueblecito de Vevey, en Suiza, hay un hotel particularmente confortable. De hecho, allí abundan los hoteles, pues el entretenimiento de los turistas es el negocio del lugar que, como muchos viajeros recordarán, está ubicado al borde de un lago intensamente azul, un lago de obligada visita para todos los turistas”). Por entonces, el Trois Couronnes era uno de los hoteles más lujosos de la región, y también atrajo a Camille Saint-Saëns, Thomas Mann, Hans Christian Andersen, Sacha Guitry y Gary Cooper, entre muchas otras personalidades de las artes y de las familias reinantes de Europa. En otro establecimiento, el Hotel du Lac, se alojó Henryk Sienkiewicz –Premio Nobel de Literatura y autor de Quo Vadis?–, que fue sepultado a su muerte en Notre Dame, la iglesia católica de Vevey. Años antes que él, Vevey vio pasar a otros escritores ilustres: Victor Hugo, que apreció “la limpieza, el clima y la iglesia”, y Fiodor Dostoievsky, que se mudó a orillas del Lemán para olvidar la muerte de su hija Sofía, de apenas tres meses de edad. Por entonces, ya terminado El jugador, el novelista ruso trabajaba en el monumental manuscrito de El idiota. Pero como no sólo de escritores vive una ciudad, por Vevey también dejaron huella el arquitecto Le Corbusier (la villa Le Lac, pensada para sus padres, es hoy sede de la Fundación Le Corbusier), el ingeniero Gustave Eiffel, que pasó varios veranos en la Villa Valentine de Vevey (demolida en 1978) y el compositor Paul Hindemith, uno de los más grandes músicos alemanes del siglo XX.
ILUSTRES EN MONASTERIUM En 1816, Lord Byron le abrió a Montreux –la versión francófona y moderna de la vieja Monasterium romana– las puertas del turismo masivo, gracias a su poema “El prisionero de Chillon”, ambientado en el castillo que perteneció a la casa de Saboya. El propio Byron había llegado a orillas del lago Lemán como “turista literario”, siguiendo las huellas de La nueva Heloísa de Rousseau. No estaban aún los hoteles que más tarde brotaron por doquier: la costumbre era alojarse en casas de familia o pensiones familiares, hasta que la industria de la hospitalidad fue creciendo y multiplicándose (y junto con ella brotaron en Vevey iglesias “a medida” de las comunidades visitantes: así, hoy existen una iglesia escocesa, una inglesa, una alemana, una católica y una neoapostólica).
En cuanto a visitantes ilustres, Montreux no se queda corta al lado de Vevey. Queen, con Freddie Mercury a la cabeza, grabó aquí su álbum Jazz, y el cantante quedó tan fascinado –decía que en este lugar puede encontrarse “la paz del alma”– que terminó comprando un departamento, sobre el Quai de Fleurs (hoy no puede visitarse). Es un ritual de todos los turistas sacarse una foto con la estatua de Freddie Mercury que hoy se encuentra sobre la Place du Marché. No es el único alto musical, por supuesto, mucho menos considerando que es la ciudad del Festival de Jazz, uno de los más famosos del mundo. Para la anécdota, también hay que pasar por el Casino de Montreux –el único de la Suiza francófona que permite apuestas y ganancias ilimitadas– para evocar el día en que se incendió, durante un concierto de Frank Zappa. Tragedia que inspiró a Deep Purple su canción “Smoke on the Water”...
La ciudad a orillas del Lemán supo atraer también a Alphonse Daudet, que se alojó en la Pension Vautier, en el barrio Des Planches; a la escritora Johanna Spyri, autora de Heidi, que estuvo en 1882 en la Pension Barbier; a Vladimir Nabokov, que vivió en el Montreux Palace junto con su esposa, a partir de 1964. Un largo camino, sin duda, de Heidi a Lolita... Pero además de ellos, cada año recibe a miles de visitantes anónimos que, atraídos por la historia, la literatura y la música, descubren en Montreux no sólo el refugio consabido de grandes fortunas y celebridades, sino una ciudad de corazón armonioso, amante de la hospitalidad en el más pleno sentido de la palabra y reflejada, como espejo, en el fino cristal del lago.
Charles Chaplin dejó Estados Unidos rumbo a Europa en 1943, ya casado con Oona, la hija del dramaturgo Eugene O’Neill. Pocos años después se instala en el Manoir de Ban en Corsier-sur-Vevey, donde a partir del año próximo se abrirá un museo sobre su vida y su obra. Hoy se puede visitar la tumba de Chaplin, en el cementerio de Corsier, y es un clásico sacarse una foto con la estatua de Charlot en el Quai Perdonnet de Vevey. Además, se puede escuchar su historia gracias a un banco público con sonido que se encuentra en el Parc Chaplin (hay varios bancos así en toda Vevey, que proponen un original itinerario sonoro por los lugares y personajes de la ciudad).
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