BOLIVIA > EL AñO NUEVO AYMARá
En unas semanas la tierra boliviana será testigo del año nuevo aymará. Una travesía de cuatro días desde Oruro hasta el Salar de Uyuni, donde el pueblo de Tahua celebra la fiesta anual con rituales ancestrales que simbolizan la cultura agrícola y social de los pueblos andinos.
› Por Pablo Donadio
Emprender una travesía durante el mes de junio hacia el fabuloso salar de Uyuni, el más grande y deslumbrante del planeta, brinda la posibilidad de enlazar los bucólicos paisajes de Oruro, Colchani, Tahua y Uyuni, con las tradiciones ancestrales de los aymarás, testigos del paso del tiempo en el suelo andino. El viaje propone mucho más que una visita a lugares de enorme belleza; se trata de conocer y compartir un sentimiento profundo: el inicio de un nuevo año para gran parte de las culturas andinas.
VIDA NUEVA El 21 de junio comienza el año nuevo aymará –517 de la quinta era, que equivale a 1000 años– con rituales que simbolizan la cultura agrícola y social de decenas de pueblos andinos. Esta tradición ancestral también está presente en diferentes culturas milenarias en todo el mundo: tanto la sabiduría amerindia como la europea y asiática sintieron que la Madre Tierra tiene ritmos periódicos asociados a la posición respecto del sol y su influencia en la vida de los seres. Así, el solsticio de invierno marca el inicio de una etapa, de un renacimiento. La división del tiempo relacionada al ecosistema y su actividad económica productiva ha sido determinante en los aymarás. Su calendario se basa en el año solar, a su vez dividido en dos: la primera parte empieza en el solsticio de invierno (entre los meses de junio y julio) y dura hasta el solsticio de verano (entre diciembre y enero). La segunda es exactamente al revés, y marca al mismo tiempo el fin del año solar y comienzo del otro. El solsticio de invierno no sólo se trata de la noche más corta y fría y del año: marca un calendario de eventos festivos rurales y urbanos, ligados a la religiosidad popular de una nueva época de siembra. En todas las culturas andinas, el momento debe ser agradecido a través de un ritual, e incluso una antigua tradición sugiere que durante doce días nada “gire” (que la rueca no hile, que no se lave la ropa) bajo el simbólico sentido de descanso anual. Se trata de una suerte de balance o examen de conciencia, para recomenzar luego con la fuerza del sol un nuevo año. Cuentan pobladores de Tahua que esta fiesta estuvo a punto de desaparecer en tiempos de colonización, y que muchos pueblos la reemplazaron por la festividad religiosa de San Juan. Los tahueños han optado por conservarla: volver a sus tradiciones significa afianzar su identidad y reforzar la filosofía de vida que une al hombre con la Pachamama.
EXPEDICION AL DESIERTO El viaje en grupo comienza con la llegada a Oruro por la tarde, lo que da tiempo para hospedarse y recorrer las calles céntricas de la ciudad en busca de un buen guisado de pollo. Por la noche, viajeros y guías se encuentran en la terminal de ómnibus de Oruro para salir con destino a Uyuni en vehículos de doble tracción (imprescindibles por el escarpado y salitroso camino). La mañana siguiente ya es parte de una travesía off-road en las inmediaciones del salar, un área de 12.000 kilómetros cuadrados que por momentos a asemeja a la superficie de un interminable glaciar, donde se suele realizar una parada en Colchani, un pueblo chico ubicado en los límites del salar. Allí se extrae la sal de manera precaria, con palas y un arduo trabajo manual, y se lleva a una planta procesadora que purifica los nitratos, sulfatos y demás minerales que van al mercado local y exportados a más de 20 países.
Pero la sal no sólo es comestible: un puñado de artesanos ofrece figuras, portarretratos, ceniceros, tazas, alhajeros, juegos de dados y hasta representaciones de la Pachamama, íntegramente tallados sobre trozos de sal. Al lado, un pequeño museo exhibe estatuas de tamaño natural de animales y personajes de la historia potosina. El camino sigue hasta los ojos de agua y el Hotel de Sal, apenas una muestra de lo que ha de venir: la isla Incahuasi. Esta formación de roca volcánica declarada Área Protegida posee enormes cactus bicolores que en tiempo de floración alcanzan los 10 metros de altura y son recubiertos por curiosos pétalos amarillos. El ticket para entrar y recorrer las 24 hectáreas es muy barato. Desde allí, el salar se asemeja más que nunca a un océano blanco. Como a esa altura el hambre llega al cuerpo, las mesas de sal de la isla se llenan de platos a base de quínoa, chuletas fritas y ensalada de pepino y tomate, sabores regionales ideales para reponer las energías que el camino por venir demandará.
El viaje continúa a lo largo de varios kilómetros hacia el volcán Thunupa. El nombre del volcán evoca el mito andino de la bella Thunupa, la madre creadora del salar y la gran madre de las comunidades de la zona. Pero además de las leyendas, hay mucho para ver: desde la Cueva de Chiquini, unas extrañas formaciones rocosas erosionadas por el paso del tiempo, hasta el Pukara de Chiquini, ruinas que mantienen el recuerdo de la antigua cultura precolombina desde donde se puede admirar el llamado “Salar Sensual”, una porción de islas y bahías del Oeste muy poco conocido por el turismo habitual. La salida concluye con las Momias de Coqueta, restos fósiles encontrados en el volcán Thunupa, a 5000 metros sobre el nivel del mar.
Desde la base del volcán, se retoma el itinerario hacia la población de Tahua para disfrutar de un sabroso api (mazamorra de maíz amarillo y maíz morado, con canela, clavo de olor y cáscara de naranja), una carapulka (harina de trigo retostada y cocida con piedra caliente) y la tradicional cazuela (una sopa de maní, papas, carne y pescado, acompañada de arroz o fideos), para descansar a full y esperar en la madrugada la llegada del solsticio de invierno.
Testigos del ritual aymara El día del ritual al sol naciente en semejante escenario natural hace saltar a los más perezosos de la cama, por más que el despertador indique las cuatro de la mañana. La excitación de los guías denota que éste no es un festejo más para ellos: el sentimiento también se trasluce en los rostros ajados de los habitantes de Tahua. La caravana de turistas y pueblerinos sale muy puntual a las cinco, en dirección a Cuchillo de Chillima, una cadena de puntiagudas y pequeñas montañas que prolongan al cerro Chillima sobre la costra de sal. Esta formación, cercana al volcán Thunupa, es considerada como el amante y compañero de la creadora del salar, según indican los tahueños. Allí la idea es ascender hasta el centro de uno de esos pequeños picos donde se celebrará el ritual aymará. Según algunos entendidos, este salar concentra la mayor cantidad de energía planetaria, y el solsticio celebrado aquí se potencia en material espiritual. Tras un pequeño trekking el grupo llega a la cima, y el actor principal pasa a ser el silencio, quebrado sólo por los movimientos y palabras del yatiri, hombre que guarda la sabiduría de los antepasados de la comunidad. Sentado, y acompañado por originarios de Tahua, realiza una ofrenda para “atar al sol”, cuando salga exactamente a las 5.45. Serpenteantes figuras de humo comienzan a emanar de la mesa de k’oa, el preparado de una planta verde, incienso y misterios (pequeños cuadrados con figuras) que se elevan con el fuego de las brasas, mimetizándose con el aire y el viento del salar, supuesto vínculo entre el sol, la Thunupa, el Chillima y nosotros. Allí las constantes invocaciones y ofrendas de las y los tahueños a sus seres sagrados, buscan asegurar un mejor año. El pedido se refuerza con la wilanchada o el sacrificio de la llama, cuya sangre es ofrecida al sol y posteriormente cocinada y compartida por los locales. La parte más amena del festejo llega con las inigualables zampoñas: para la tradición de los pueblos originarios locales, los instrumentos musicales deben armonizar con el clima, y la zampoña es considerada un instrumento del frío y del viento, que debe tocarse en esta época, y no en primavera y verano, cuando es reemplazada por otros instrumentos. Tras un rato de armonía con los instrumentos de viento, es hora de los tambores de Los Cajanes, un conjunto de música autóctona de Tahua que aporta un sonido más jovial a la madrugada, e invita indefectiblemente al baile. La fiesta alcanza entonces su punto máximo de algarabía, y se extiende hasta pasadas las 10 de la mañana. La charla entre los pueblerinos empieza a llegar al fin, y cuando el sol ya pega con fuerza es señal también de que hay que retornar al hotel. Recogidas las pertenencias, se parte hacia el museo arqueológico del pueblo agrario de Chantani y desde allí se emprende el regreso por un largo trecho de blancura con los famosos montículos de sal como protagonistas de las fotos de rigor para el recuerdo en la vuelta a casa.
Ubicado casi en el límite con Chile, el salar de Uyuni ocupa 12.000 kilómetros cuadrados y es considerado la mayor reserva de sal del planeta. Allí hay cuevas, islas repletas de cardones, fuentes de aguas termales y hasta un lujoso hotel hecho con la propia sal. No sólo la isla Incahuasi (la más visitada por las excursiones), sino la Gruta de las Galaxias, el Cementerio Preincaico y el valle de Cactus Corales son apenas una enumeración de lo que continúa en un escenario asombroso, a 3650 metros de altura, en el altiplano boliviano y sobre de la cordillera de los Andes.
Cómo llegar: Hay micros de larga distancia que conectan Buenos Aires con la frontera en Villazón, y de allí trasbordo a Potosí por el mismo recorrido que suele hacerse en auto. Potosí Buses (www.potosibuses.com / (011-4644-3916) tiene dos frecuencias con un costo aproximado de $280, más los $70 estimados del colectivo local de Villazón a Potosí.
En viaje aéreo, se recomienda ir a Sucre (164 kilómetros de Potosí). Los vuelos parten del Aeropuerto Internacional de Ezeiza al Aeropuerto Viru-Viru de Santa Cruz de la Sierra, y de allí hay un trasbordo a Sucre. Aerolíneas Argentinas (www.aerolineas.com.ar / 0810-222-80527) y AeroSur (www.aerosur.com) tienen varias frecuencias semanales con tarifas en clase económica que van desde U$S 369 hasta U$S 568, más tasas e impuestos.
Recomendaciones: El Salar y la ruta son muy fríos, ventosos y con alta radiación solar. De día generalmente hay sol y la temperatura es agradable. De noche hace más frío. Se recomienda llevar ropa de invierno y guantes por las dudas. Indispensable el gorro y los lentes para el sol con filtro ultra violeta, así como protector solar (factor 30 o más) y humectante para los labios. También una linterna si se quiere explorar el salar de noche (libre).
Más información: Excursión para el año nuevo aymará: Fremen Tours, [email protected]
- Embajada de Bolivia en Argentina: (011) 4394-1463
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux