Dom 28.06.2009
turismo

ALEMANIA > UNA PEQUEñA ESTAMBUL EN BERLíN

Oriente berlinés

Un recorrido por Kreuzberg, el barrio turco de Berlín, también conocido como Little Istambul. Un distrito marcado por la identidad oriental que, después de la caída del muro, se ha ido poblando con jóvenes estudiantes, militantes de izquierda (hoy ecologistas), artistas, bohemios y okupas.

› Por Astor Ballada

Un itinerario típicamente turístico por Berlín no puede dejar de incluir un viaje en el tren aéreo U1. Un recorrido que brinda una panorámica de la ciudad a cuatro metros de altura entre la Estación Central y el East Side Galery en Friedrichshain, donde 1,3 kilómetro del viejo muro se mantiene en pie cubierto en parte por obras de artistas de una veintena de países y también por el arte callejero. En ese trayecto, el viajero atento podrá apreciar que antes de cruzar el río Spee se sucederán imágenes urbanas extrañas para lo que vio hasta entonces y verá después. Esto es: personas vestidas a la usanza de Oriente, negocios con carteles escritos con caracteres turcos, fachadas distintas a las que estábamos acostumbrados en Alemania, mezquitas, mujeres con velo. Si preguntamos, nos dirán que ese prólogo del río Spee es Kreuzberg, la zona más cosmopolita de Berlín.

Descubrir la historia reciente de este distrito resulta imprescindible para entenderlo. Entre 1961 y 1990, el muro dividió en dos a sus escasos 10 km cuadrados de superficie. Eso significó que durante la Guerra Fría no se plantearan estrategias urbanas o, si las había, no fueran unificadas. De esta manera se potenció el rasgo variopinto que tuvo el barrio desde que se comenzó a delinear a mediados del siglo XIX, cuando Berlín vivía el auge industrial y los alquileres en Kreuzberg estaban entre los más baratos de la ciudad.

Pero volvamos a la Guerra Fría. En esos años, la parte oriental del distrito, conocida hoy como SO 36 por su viejo código postal, quedó encerrada en tres de sus cuatro lados por la enorme pared política. Ello provocó, entre otras cosas, que la densidad de habitantes se redujera rápidamente y que, por consiguiente, hubiera muchas viviendas desocupadas, imán absoluto para una enorme cantidad de inmigrantes turcos que comenzaron a llegar como mano de obra barata (protagonistas, no siempre reconocidos, del milagro económico alemán). Y junto a ellos, la zona se fue poblando de otros habitantes que, primero, al son de la efervescencia de los años ’60 y ’70, y luego, con la caída del muro, aprovecharon las condiciones del distrito para establecer un modo de vida antiburgués. Hablamos de jóvenes estudiantes, militantes de izquierda (hoy ecologistas), artistas, bohemios y esos okupas (ver recuadro) tan bien retratados, con sus ingenuidades y contradicciones, en la película Los Edukadores.

Por un lado, los inmigrantes; por el otro, el nihilismo político y la bohemia. Pese a lo que muchos erróneamente supusieron, se produjo una noble alternancia de deseos y proyectos de vida que se ha extendido, dando forma al barrio de Berlín, donde lo alemán y lo turco se mezcla y se confunde. El muro aquí sólo subsiste como anécdota o bien como marca de referencia en el suelo de muchas de las calles.

EL PASADO, PRESENTE En Kreuzberg se siente el pasado de la Berlín dividida. Así, el merchandising y la memorabilia de la era soviética encuentra su punto más alto en el Checkpoint Charlie (incluye el Museo del Muro). Se trata de una exposición al aire libre, ubicada en el preciso lugar donde existía una de las principales fronteras de paso. Allí, una galería de enormes imágenes da cuenta del ingenio y las “tretas” de los habitantes para pasar de un lado al otro.

A pocas cuadras, en Kreuzberg oriental, se puede conocer otro espacio sin techo que fue bunker de la temible Gestapo nazi. Ver las imágenes que se exhiben allí y escuchar grabaciones de los atemorizantes discursos de esa época nefasta erizan la piel de cualquier visitante.

CULTURA TURCA Como en toda ciudad desconocida, hay que mirar de reojo por donde se anda. Pero, más allá de todo, en Kreuzberg se respira tolerancia. Algo que se aprecia perfectamente en la estación Kottbusser Tor (Kotti), epicentro de la cultura turca, donde crece la tercera generación de hijos de inmigrantes.

Y si la idea es encontrar la mejor expresión de productos típicos, nada mejor que el mercado turco a cielo abierto, que bordea el canal Landwehrkanal. Dentro de su perímetro, los turcos y los alemanes hijos de turcos (el 40% de la población del barrio) se comunican indistintamente en ambas lenguas. Casi a los gritos, ofrecen, cual Estambul, desde frutas, dátiles y verduras, hasta telas y sábanas de todas las calidades y colores.

DOS CALLES, DOS CIUDADES También se puede descubrir Kreuzberg recorriendo las calles emblemáticas de las dos caras berlinesas antes de la caída del muro. Por el lado occidental, está Bergmannstrasse: elegante avenida sin aires de sofisticación extrema, donde abundan locales de diseño, puestos de discos usados y librerías, así como bares y restaurantes de comida francesa u oriental, con propuestas más elaboradas que las que se pueden conseguir por cinco o seis euros en los múltiples puestos de comida (ver recuadro) que serpentean el distrito.

En la ex Berlín oriental, Oranienstrasse es la calle donde se manifiesta la enorme vitalidad de Kreuzberg al congeniar lo alemán-turco con el espíritu libertario. La informalidad es la premisa, y tan es así que muchos de los negocios de diseño (se consiguen afiches y posters únicos), se improvisan en los umbrales de los edificios de departamentos (la fisonomía austera de la herencia soviética es notoria). También es el lugar donde la expresividad contestataria alcanza su clímax. Todo vale a la hora de manifestar opiniones: carteles, graffitis, stencils. Eso sí, con intensidad, pero sin violencia. Y por la noche, en los bares y discos (la más conocida: SO 36 Club) se pueden escuchar bandas de hip hop o reggae en alemán o, claro, en turco.

Sea donde fuere, este u oeste, Kreuzberg alterna su propuesta urbana con los espacios verdes, como el Victoriapark, un parque con cascada que está coronado por la Montaña de la Cruz (66 m), cuyo monumento, una cruz latina, conmemora la Guerra de la Independencia contra Napoleón, y le da nombre al distrito (en alemán: kreuz, cruz; berg: montaña). En estas áreas naturales invariablemente se ve a muchos squatters, homeless y hasta junkies, quienes comparten espacios con los niños y las familias sin temores, ni prejuicios mutuos, y eso es llamativo para el que convive con otra realidad.

DATOS UTILES

Museos de la memoria. Museo Judío (Schwules Museum, calle Lindenstrasse 9–14, http://www.schwulesmuseum.de/). Museum Kreuzberg: Adalbertstrasse 95ª, www.kreuzbergmuseum.de

Alojamiento. Las opciones de hospedaje en Kreuzberg son escasas (conviene mucho más optar por el céntrico Mitten berlinés). Sin embargo, una alternativa a considerar son los albergues instalados en fábricas rehabilitadas como el Die Fabrik, en Schlesische Strasse 18, tel.: 49 (30) 611 7116, www.diefabrik.com

Comida al paso. En las calles de Kreuzberg hay una gran oferta de comida rápida. En los Döner Kebab, sandwichs de cordero o albóndigas de garbanzos. Y en los Currywurst, salchicha asada a la plancha (bratwurst) con salsa de ketchup y curry. Otra opción: pizza al paso, que se ofrece en porciones enormes si se las compara con las argentinas.

Mundo okupa. Si de arte y cultura se trata, nada mejor que visitar el afamado y siempre por cerrar Centro Cultural-Okupa Kopi (Köpenickerstrasse 137), así como el Künstlerhaus Bethanien (calle Mariannenplatz 2, http://www.bethanien.de), un viejo hospital reciclado por okupas donde hay exposiciones, teatro y conciertos.

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