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En Villa Pehuenia, Villa La Angostura y Caviahue, el paisaje nevado no es sólo para expertos esquiadores. Un abanico de excursiones para disfrutar del mundo de la nieve: caminatas con raquetas, paseos en vehículos oruga, tranquilas travesías de esquí de fondo y hasta baños termales a los pies del volcán Copahue.
› Por Julián Varsavsky
El clásico esquí alpino es el principal atractivo invernal de Villa Pehuenia, Caviahue y Villa La Angostura. Sin embargo, muchos viajeros que nunca esquiaron y que probablemente nunca lo harán, se acercan a estas localidades neuquinas para sumergirse en el mundo de la nieve. Y pueden vivir esa experiencia porque en estos lugares se organizan excursiones que no requieren mayores habilidades y, en algunos casos, ni siquiera el menor esfuerzo físico. Paseos en trineos tirados por perros o a bordo de camiones oruga; caminatas con raquetas de nieve y las nada vertiginosas travesías de esquí de fondo son las alternativas para disfrutar del paisaje nevado sin necesidad de entrenarse ni de tomar un curso de aprendizaje de una semana.
EN VILLA PEHUENIA En los faldeos cordilleranos del norte de Neuquén se levanta la aldea turística de Villa Pehuenia, frente a las aguas calmas del lago Aluminé. Un paisaje en el que reinan las esbeltas araucarias casi en solitario entre la escasa vegetación. Estos curiosos árboles aparasolados casi no han evolucionado desde la época de los dinosaurios y pueden vivir más de mil años.
A Villa Pehuenia se puede llegar por dos caminos diferentes que atraviesan lugares deslumbrantes. Uno es conocido como El Raue –de cornisas y muy colorido en verano–, y el otro es el Camino de Primeros Pinos (Ruta provincial 13), que en invierno ofrece uno de los panoramas más espectaculares de toda la Patagonia. Hay que tener en cuenta que no siempre está abierto durante el invierno, ya que suele taparse con la nieve. Si el acceso está libre, bien vale la pena tomar esta ruta: en el trayecto se podrá ver la pampa de Lonkoluan, una planicie casi perfecta que se extiende a lo largo de varios kilómetros, cubierta por un tapiz blanco donde no sobresale casi ni un solo árbol ni arbusto.
Una excursión con raquetas de nieve por los bosques de araucarias que rodean Villa Pehuenia es acaso el mejor acercamiento posible a la belleza del paisaje invernal de este pueblo neuquino. Las raquetas son necesarias para caminar por lugares con abundancia de nieve sin hundirse hasta la cintura. Unas décadas atrás, eran de madera. Pero ahora las deportivas se fabrican con una liviana aleación de plástico y aluminio. Deslizarse es imposible y en general una explicación previa de cinco minutos es suficiente para largarse a caminar.
Mientras se avanza paso a paso, el guía explica que los primeros en utilizar raquetas de nieve en la zona fueron los mapuches, quienes en el siglo XIX las armaban con cañas colihue que calentaban a la brasa para doblarlas y luego les agregaban un tejido de tiento de potro. Las utilizaban para buscar a las vacas, que solían guarecerse al pie de las araucarias dentro de un “anillo” que rodea el tallo de esos árboles, donde la nieve se derrite por el calor del tronco.
Luego de una hora de caminata tranquila, el paseo se detiene para descansar al borde del arroyo Puel, una vertiente de deshielos junto a la cual se disfruta de un vino caliente con canela, chocolates y tortas. Y luego se emprende el regreso, completando un circuito de 5 kilómetros.
La caminata con raquetas también se puede realizar de noche, a la luz de la luna. El guía de esta excursión nocturna es Antonio Muñoz Catalán, un joven miembro de la comunidad mapuche que lleva a los viajeros a recorrer las tierras de su familia, donde se crió. Pese a que se provee a cada turista de un casco con linterna, a los quince minutos de caminata ya no es necesaria su luz porque la luna ilumina el paisaje nevado donde se pueden ver huellas de liebres, zorros, conejos y hasta las de un pajarito rojizo llamado guarao. En un claro del bosque hay una matera, un precario refugio de tablas y palos a pique que los antepasados del guía utilizaban durante las veranadas, época en que se llevan a pastar los rebaños de chivos, ovejas y vacas a la parte más alta de los cerros.
Luego de una hora y cuarto, la caminata nocturna termina en la casa de los padres del guía, que tienen lista la cena para los visitantes. Para entrar en calor se sirve un licor de frutilla y, como entrada, una bandeja de semillas de piñón hervidas que tienen un sabor muy parecido al del maíz. El menú se completa con platos tradicionales de la vida diaria actual de los mapuches: sopa, empanadas y tortillas rellenas con verdura y queso, todo preparado en una cocina económica a leña.
TERMAS Y NIEVE Caviahue es un pueblito con calles de tierra, ubicado a 1647 metros sobre el nivel del mar, al que se llega por un camino de cornisa trazado en plena cordillera de los Andes. Durante gran parte del invierno, sus calles están cubiertas de nieve y sus casas suelen amanecer semitapadas por los románticos copitos. Por eso el trabajo de las topadoras es arduo y la habilidad para despejar caminos y desenterrar casas es poco menos que una ciencia propia del lugar.
La mayor parte de los turistas invernales se acercan a Caviahue atraídos por su completo centro de esquí. Pero también por los baños termales, la variedad de excursiones, el singular paisaje de cerros nevados y solitarias araucarias y la diferencia de precios respecto de otros destinos más tradicionales de la Patagonia.
Junto con Tierra del Fuego, Caviahue es uno de los dos mejores lugares del país para el relajado esquí de fondo, ideal para inexpertos de cualquier edad: no requiere mayor aprendizaje, ya que no se practica en vertiginosas pendientes sino en suaves planicies. El recorrido más sencillo dura tres horas e incluye una clase y un paseo sobre los esquíes por todo el pueblo nevado. Y el más complejo se interna en la montaña hasta unas termas donde es posible bañarse en las cálidas aguas rodeadas de nieve.
La excursión más original que se realiza desde Caviahue es la ascensión al cráter del volcán Copahue, a 2970 metros sobre el nivel del mar. En invierno se utiliza un vehículo “oruga” calefaccionado con capacidad para doce personas. Para llegar no hay caminos ni una ruta preestablecida, ya que todo está cubierto de nieve. El avance se hace con una inclinación de 15 grados y al frente solo se ve la ladera blanca que parece llegar hasta el cielo. Luego de una hora, el conductor detiene la marcha. El último tramo de 150 metros se hace a pie con la ayuda de bastones porque los vientos de 70 kilómetros por hora complican un poco la caminata sobre la nieve endurecida. Al mirar hacia el precipicio que hay detrás, todo el mundo se cree un escalador a punto de alcanzar la cima del Everest.
Al llegar al borde del cráter en actividad, de donde salen unas densas fumarolas, un fuerte vaho sulfuroso choca contra los sentidos y casi no se puede ver nada. Alejándose unos pasos de esa “boca” infernal, se puede ver un panorama que abarca la Cordillera de los Andes, los picos de los volcanes Lanín y Domuyo y la herradura del lago Caviahue.
Al mirar hacia adentro se descubre con sorpresa que el cráter de un volcán activo está lleno de agua. Su diámetro mide 200 metros y en el centro hay una laguna ácida de color verde fosforescente, consecuencia del azufre diluido que flota en la superficie. Pero todavía más extraño resulta descubrir que a lo lejos, detrás de la laguna, hay un glaciar “colgante” con paredes de 80 metros de altura y 350 metros de ancho, manchado con la ceniza del volcán. Y es justamente allí, sobre el ventoso cráter del volcán, donde sobreviene la vibración más intensa de este viaje. Porque uno está parado sobre una suerte de “cuerpo viviente” que alberga las fuerzas descomunales de la profundidad incandescente de la tierra. Ciclones de fuego laten contenidos bajo nuestros pies –y se los puede sentir– haciendo burbujear los suelos de toda la zona, como en un permanente estado de “ebullición”.
Los expertos esquiadores culminan la excursión con un increíble descenso de casi 9 kilómetros por la ladera del volcán, abriendo una huella en la nieve virgen hasta empalmar con las pistas del centro de esquí.
EN VILLA LA ANGOSTURA Una de las mejores caminatas con raquetas que se pueden hacer en la Patagonia parte desde Villa La Angostura rumbo al Cerro Mirador, en los alrededores del paso internacional Cardenal Samoré, a 2300 metros de altura. La excursión se organiza desde el hotel Correntoso y comienza en la mañana a bordo de un vehículo que se interna por la Ruta Nacional 231. En apenas 20 minutos se llega a la aduana argentina y se hacen los trámites de inmigración. Allí mismo, en el hito limítrofe, comienza la caminata con las raquetas por un tupido bosque de lengas que desemboca en una inmensidad plana cubierta por un manto blanco. Luego se comienza a subir por los faldeos del cerro Mirador, desde donde se puede ver al fondo los volcanes chilenos Osorno, Puyehue y Puntiagudo y el famoso cerro Tronador, con sus dos picos: el chileno y el argentino.
El almuerzo, con vajilla y todo, se sirve en unas mesas de hielo talladas en la nieve por los guías. Las sillas, también de hielo, tienen cueros de oveja en el asiento. La comida incluye una picada de ahumados, sandwiches y un guiso caliente para reponer calorías. Una variante más compleja de esta excursión consiste en subir un poco más y bajar con esquíes de travesía.
Villa Pehuenia: Se llega desde Buenos Aires vía la ciudad de Neuquén, donde hay que tomar la ruta nacional 22 hasta Zapala y luego la provincial 13. Son 230 kilómetros desde Neuquén y 1580 desde Buenos Aires. El último tramo es de ripio. Desde las ciudades de Neuquén y Zapala, la empresa Al–Bus tiene micros diarios a Villa Pehuenia.
–Las caminatas con raquetas en Villa Pehuenia las organiza la comunidad mapuche del parque de nieve Batea Mahuida.
Caviahue: Desde la ciudad de Neuquén se llega a Caviahue por las rutas nacional 22 y las provinciales 21 y 26. Hay ómnibus directos de la empresa Cono Sur, que tiene tres frecuencias diarias en temporada alta. Caviahue está a 352 kilómetros de la capital neuquina y a 1560 de Buenos Aires. La empresa Vía Bariloche tiene varias frecuencias diarias a Neuquén capital desde Buenos Aires. www.viabariloche.com.ar
Charters en micro: La empresa Caviahue Tours contrata charters de Vía Bariloche que salen desde Buenos Aires todos los viernes a las 17 –entre el 17 de julio y el 7 de agosto– y llegan el sábado 12 PM. El precio es de $ 650 ida y vuelta en cochecama con cena y desayuno (en caso de temporal el camino puede cerrarse a pocos kilómetros del pueblo, pero la empresa va a buscar a los viajeros en vehículo oruga).
Paquetes: Caviahue Tours ofrece el paquete Aventura Blanca que incluye 7 noches de alojamiento con desayuno, una excursión de esquí de fondo por el pueblo, un paseo en moto de nieve, un trekking con raquetas de nieve al Bosque de las Siete Cascadas, un paseo en trineo con perros siberianos, arquería en la nieve. Alojándose en un hostel con habitación compartida el precio es de $ 970 en temporada media. En hosterías el valor va desde $ 1390, por persona en base doble.
–La ascensión al Cráter del Volcán Copahue en vehículo oruga cuesta $ 180 y la excursión de esquí de fondo hasta las Termas Las Máquinas cuesta $ 200. Tel. 4343-1932 36 www.caviahuetours.com
Más información: www.neuquentur.gov.ar
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