Dom 30.08.2009
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TURISMO TEMATICO > PIEDRAS DE NUESTRO SUELO

Gemas argentinas

La rosada rodocrosita, que nace de las entrañas de la tierra en Catamarca, es la piedra nacional argentina. Pero, de punta a punta del país, los aficionados a las piedras y las gemas tienen numerosos destinos para realizar “turismo geológico”.

› Por Graciela Cutuli

Cuenta una vieja leyenda que a orillas del lago Titicaca vivían las sacerdotisas de Inti, el Sol, recluidas en un templo que sólo se abría para que saliera la joven elegida por el Inca para prolongar su linaje. Sin embargo, un guerrero llamado Túpac Canqui se atrevió un día a desafiar las leyes no escritas del templo, escaló sus muros y, llevado por una devoradora curiosidad, profanó el recinto. Fue entrar y ver a una hermosa sacerdotisa de Inti, Ñusta Ajlla, de quien se enamoró perdidamente: pero no había amor posible para ambos, condenados a huir siguiendo la dirección de la Cruz del Sur para escapar de las iras del Inca y sus guerreros. Túpac Canqui y Ñusta Ajlla se ocultaron, perseguidos durante días y noches, hasta que lograron ponerse a salvo cerca de los salares de Pipanaco, donde hoy es tierra catamarqueña. Su amor se tradujo en hijos, hijos que fundaron los pueblos diaguitas. Pero las maldiciones de los hechiceros del Inca alcanzaron un día a Ñusta Ajlla, que murió y fue enterrada en la cumbre de una montaña cercana. Túpac Canqui se acostó entonces a dormir y se transformó en piedra: desde aquel tiempo inmemorial, su eterno perfil de indio dormido se puede ver dibujado en la silueta de la cordillera. Pasó el tiempo, la vida siguió su curso, y un día un pastor de Andalgalá que cuidaba sus vicuñas regresó al lugar donde había sido sepultada Ñusta Ajlla. Grande fue su sorpresa cuando vio, entre las rocas con que había sido cubierto el cuerpo, la piedra florecida en forma de pétalos de sangre. Conmovido, tomó una de las gotas hecha piedra y la ofreció al Inca... Desde entonces el pétalo de piedra, la “rosa del Inca” –que se conoce como rodocrosita– fue usada como símbolo de perdón, fidelidad, sacrificio y auténtico amor.

LA PIEDRA DE CAPILLITAS Basta con el color de la rodocrosita, aunque no se conozca su triste leyenda, para despertar la atención de los turistas en las vidrieras del centro de Buenos Aires, donde luce transformada en toda clase de cortes y figuras. La misma curiosidad que habrá sentido, alrededor de 1870, el geólogo alemán Alfredo Stelzner cuando encontró la piedra en las minas catamarqueñas de Capillitas. Por entonces se la conocía como “dialoguita” o “espato frambuesa”; años más tarde fue el alemán Franz Mansfeld quien la rebautizó como “rosa del Inca” y llevó muestras al Museo Británico.

Capillitas sigue siendo el centro de la explotación de la rodocrosita, en el corazón de un yacimiento minero donde se encuentra cobre, plomo, zinc, oro y plata, entre otros minerales. Pero sólo la belleza de la piedra rosada puede rivalizar con la hermosura del paisaje que lleva hasta el complejo minero, subiendo desde Andalgalá entre valles y montañas por la Cuesta de Capillitas hasta los 3100 metros. El camino no es todo sencillo; hay que prever por lo tanto al menos un día entero para la visita, siempre y cuando no se prefiera dormir en el Refugio del Minero, la hostería que la misma familia propietaria de la mina Santa Rita construyó al pie de los túneles donde asoman las vetas de la piedra rosada.

Don Miguel Yampa, un minero de toda la vida, inició las exploraciones en las zonas aledañas al lugar donde se había criado y trabajó toda la vida tras el cierre del Establecimiento Minero Capillitas en 1987. Cada día caminaba cuatro horas, sin prisa y sin pausa, buscando rodocrosita en las cercanías de Cerro Atajo: fueron años duros, años en que sus conocidos lo llamaban “el minero iluso” y le aconsejaban olvidarse de gastar su energía y sus ahorros en una exploración inútil. A punto de abandonar, se encomendó un día a Santa Rita, patrona de los imposibles: y cuenta aún que el 30 de diciembre de 1992, cuando los rezos o el tesón finalmente le dieron resultado, se puso a llorar como un chico al aparecer en la roca la primera veta de la “rosa del Inca”. De ahí el nombre de la mina, de ahí la capilla que Santa Rita tiene en la mina y la fiesta con que se la celebra, cada 22 de mayo. Con los años, los Yampa construyeron el Refugio del Minero y desde allí invitan a recorrer los túneles de una antigua exploración donde funciona el museo mineralógico Samuel Reinoso, además de visitar los talleres de los artesanos de la zona.

La rodocrosita es apreciada no sólo por su color sino por sus características para el tallado: de origen volcánico, es relativamente blanda y se la puede pulir fácilmente. El yacimiento de Catamarca, el más largo del país con sus 26 kilómetros de galerías y 36 minas, se considera único en el mundo por sus vetas en bandas, mientras los demás que se conocen están formados por cristales de pequeño tamaño. Pero además del recorrido de la mina, que requiere tres horas para completar un circuito de aproximadamente 2 mil metros, desde el Refugio del Minero hay varias posibilidades para al viajero curioso. Entre ellas una caminata de tres horas hasta el lavadero de oro y el Museo Mineralógico; una visita de medio día a los pobladores para conocer sus costumbres y artesanías (tejidos, curtiembre de cueros, tallas); una visita al Cazadero con cabalgata y almuerzo a la criolla, para saborear un cabrito al horno de barro; o un baño reparador en las termas Choya Ojo Dulce, a pocos kilómetros del pueblo.

WANDA TAMBIEN ES UNA JOYA Circulando por las bellísimas rutas misioneras, de tierra roja y verdes plantaciones de té y yerba mate, el suelo encierra un secreto brillante. Se trata de los yacimientos de piedras semipreciosas de Wanda, unos 40 kilómetros al sur de Puerto Iguazú, donde la historia geológica aflora en la forma de ágatas, jaspes y amatistas como un maravilloso regalo de la tierra al hombre. Las minas de Wanda son muy conocidas para quienes visitan las cataratas, ya que alcanza con medio día para llegar hasta el yacimiento y recorrerlo, pero vale la pena salirse un poco de los caminos más tradicionales para visitar otros yacimientos vecinos, como la mina de Santa Catalina, donde la producción conserva características totalmente artesanales.

Basta seguir las indicaciones desde la RN 12 para internarse por un camino tan solitario como bello, rodeado de bosques de pinos y matizado por algunas casas, aquí y allá, cuyos chicos se acercan a los autos para ofrecer amatistas, cuarzos y otras piedras. Una vez en la entrada de la mina, junto a la pequeña tienda donde se venden objetos y recuerdos tallados, Nélida se presenta como la encargada de hacer los honores de la visita. Sus ojos claros y el pelo rubio revelan su ascendencia alemana, tan frecuente en la población misionera, mientras con su acento pausado va llevando a los visitantes por los distintos rincones de la mina y contando su historia.

Las geodas de Santa Catalina y Wanda son piedras volcánicas que, se estima, tienen unos 150 millones de años: todo comenzó con la erupción de un volcán en el actual estado brasileño de Minas Gerais, que llegó hasta Misiones y fue atrapando, a medida que la lava se solidificaba, burbujas de aire y agua capaces de provocar la formación de los cristales de roca, amatistas, topacios, ágatas y jaspes. Paso a paso, en Santa Catalina, Nélida va señalando unas y otras piedras: cuarzo rosa, un delicado citrino de tonalidad amarilla, amatistas que van del lila al violeta intenso, ágatas de líneas caprichosas, “gomitas de eucaliptos” que parecen exactamente caramelos por la textura y el color... “Las piedras compactas –explica– no atraparon agua. También se ven algunas en la superficie de la tierra, pero de menor valor, porque el alto contenido de óxido de hierro en la tierra las va degradando de a poco. Con los años, las que permanecen destapadas y expuestas al aire libre van perdiendo el color.” Unos metros más adelante, señala con precisión una línea bien visible en el suelo que marca una guía de escape de gas natural: por donde pasa la línea, el ojo experimentado sabe que puede encontrar más burbujas; es decir, más geodas que encierran en su interior increíbles brillos y colores.

En otro sector de la mina se ven las maquinarias utilizadas, junto con una dinamita casera fabricada a fuerza de salitre, azufre y carbón vegetal, para remover el basalto y sacar a la luz las piedras semipreciosas. Luego queda la última fase del trabajo: es la que corresponde a los artesanos, de ojos avezados para descubrir las formas que ocultan las gemas en bruto, y que gracias a la delicadeza de sus cinceles y la fuerza de los discos diamantados van revelando los secretos de la piedra. Así, poco a poco lo que la naturaleza puso en la tierra lo van modificando las manos de los hombres, pero conservando la esencial belleza de sus brillos y colores, rivales de los no menos espléndidos colores de la tierra misionera.

DATOS UTILES

Mina Santa Rita. Distrito Minas Andalgalá, Catamarca. CP: 4740. Tel.: (03835) 423263/4. E-mail: [email protected]

Desde Andalgalá se puede tomar una excursión por el circuito histórico minero. En dos horas se visita el parque histórico “Muschaca”, las ruinas del antiguo cablecarril y hornos de fundición ($ 100 por persona).

Recorrido de la mina de Santa Rita: tres horas, caminata pasando por el cementerio, antiguas casas de mineros, lavadero de oro ($ 50 por persona).

Visita al pueblo de Minas Capillitas: cuatro horas de duración, en 4x4, por El Portezuelo, Pie de la Cuesta y Minas Capillitas ($ 70 por persona). Teléfono para las excursiones: (03835) 423572. E-mail: [email protected]

Santa Catalina: a 4800 metros de la RN 12, 3 kilómetros al sudoeste de Libertad, limitando con Wanda y Puerto Libertad. Visita a la mina: $ 5 por persona. Celular: 03757 15 549 744.

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