FRANCIA > EN EL VIñEDO DE BORDEAUX
El pueblo de Bègles, en el viñedo de Bordeaux, tiene el mayor museo de Francia dedicado al “arte en bruto”, una forma de expresión artística que atrae cada vez a más visitantes por su conmovedora autenticidad.
› Por Graciela Cutuli
Bègles es sólo uno de los suburbios de Bordeaux, la ciudad de los tintos, a orillas del ancho río Garona. En otros tiempos sus barcos surcaban todo el Atlántico Norte, pero hace tiempo que la pesca ya no es la razón de ser del puerto fluvial. En realidad, Bègles sale de vez en cuando del anonimato porque su alcalde fue una estrella de la televisión francesa y presentó durante muchos años el noticiero de uno de los canales estatales. De paso, celebró el primer casamiento homosexual de Francia y aplica en la ciudad algunas de las ideas de su partido ecologista.
Por todos estos motivos, Bègles goza de una fama de vanguardista mucho mayor de lo que permitiría imaginar su tamaño. Pero como le faltaba un motivo verdadero de visita, lo encontró al crear el museo más importante de Francia dedicado del Art Brut, el arte en bruto, una forma particular de expresión artística que en los últimos años ha despertado interés creciente. Junto con el de Lausana, en Ginebra, y algunos sitios excepcionales (la casa Picassiette en Chartres y el Palacio del Cartero al pie de los Alpes, para nombrar sólo dos de los más emblemáticos), este museo está empezando a dar que hablar, y es una excelente excusa para ponerse en tema y dirigir la mirada hacia una forma de arte todavía no del todo conocida.
CREACION LIBRE Oficialmente, el nombre es Museo de la Creación Franca, un término que se creó en 1989 en ocasión de la primera exposición organizada en las salas de la entidad. Con esa denominación, création franche, se quería englobar todas las formas de arte paralelas al “arte cultural”, desde el arte popular al surrealismo, del naïf a las fronteras del arte contemporáneo. La creación franca no tiene reverencias para las clasificaciones teóricas: su objetivo no es el conocimiento, sino la emoción. Lo revela también su otro nombre, el “informalismo”.
El museo reúne, por lo tanto, las obras de una serie de creadores capaces de moverse al margen del conocimiento teórico (que además en general no tuvieron oportunidad de recibir), pero capaces al mismo tiempo de producir objetos “desarraigados”, reveladores de los secretos del ser humano. No es, claro, un fenómeno sólo francés, más allá de la Maison Picassiette que hizo, con paciencia infinita y trozos de vajilla rota, un barrendero del cementerio de Chartres, o del Palacio Ideal levantado piedra a piedra, durante años, por un cartero solitario. Por eso el museo de Bègles está en relación con otros lugares del mundo cuyas actividades giran en torno de elecciones artísticas similares: la Colección de Arte en Bruto de Lausana, la Colección Australiana de Arte Outsider de Sydney, la Colección de Archivos Outsider de Londres, el Centro de Investigación y Difusión de Arte al Margen de Bruselas, o el Centro de Actividades Expresivas La Tinaia, de Florencia.
ARTE Y ARTISTAS El Museo de la Creación Franca de Bègles alberga hoy más de 12.000 obras, la mayoría donadas por sus propios creadores o por coleccionistas amantes del “arte en bruto”, que su espontaneidad y profunda expresividad supo cautivar también a los surrealistas. Pero en sus comienzos era sólo una casa a punto de ser demolida que el municipio puso a disposición del artista Gérard Sendrey para que pudiera seguir su peculiar recorrido personal: allí exponía y presentaba las creaciones de sus amigos, hasta que uno de los consejeros del Museo del Arte en Bruto de Lausana propuso crear una galería dedicada a estas formas de expresión artística en Francia. Veinte años después, es una institución de referencia reconocida por aficionados, coleccionistas y creadores.
Cada año se organizan cinco exposiciones temporarias que acompañan la exhibición permanente, con obras de artistas espontáneos suizos, norteamericanos, checos, italianos, rumanos, turcos... no es la nacionalidad lo que importa, ni la época, ni el estilo o la técnica elegida. Es sólo la profunda manifestación interior que se traduce en collages, colores, pinturas, esculturas y hasta sobres postales decorados con imaginación, diversidad y rebeldía, las tres grandes características de un arte que, como los diamantes, también puede estar “en bruto”.
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