Dom 18.04.2010
turismo

ITALIA LA TORRE DE PISA

Milagro inclinado

En Pisa, la ciudad de la Plaza de los Milagros y su famosísima “Torre Pendente”, nació Galileo Galilei, el genio que bocetó las primeras leyes sobre la gravedad. Una de las tantas curiosidades de la ciudad toscana que, además del torcido campanario, tiene mucha historia y arte para descubrir.

› Por Ana Valentina Benjamin

De noche se ilumina la belleza medieval de la Torre Inclinada.

Que San Martín cruzó los Andes a caballo y que en Italia hay una torre inclinada que no se derrumba son algunas de las historias que escuchamos en la escuela y creemos sin ver. Lo de San Martín quedará para los libros de historia; en cuanto a la torre habrá que comprobarlo in situ. Si bien es posible llegar a Pisa por tierra, al estilo sanmartiniano, hay mejores opciones, porque la ciudad cuenta con un aeropuerto internacional y una estación ferroviaria. El camino desde la estación de tren hacia el centro de atracción turística es un adagio: lentamente, aunque en sólo 10 minutos, se vive una sorprendente transformación. Andando por las calles apacibles de tono pueblerino, nada anticipa el encuentro con cuatro titanes arquitectónicos. Pero al enfilar por la calle principal, el paisaje comienza a llenarse de bullicio turístico; vibra un entorno allegro ma non troppo que de pronto nos planta atónitos frente a un muro y su Puerta de Santa María: hemos llegado a la Plaza de los Milagros, que honra su nombre.

UNA TORRE, UNA HISTORIA La Torre de Pisa –cosa que la maestra nunca nos dijo– es en realidad un campanario. Ha sido medida tantas veces que las fuentes varían, aunque coinciden en lo obvio: tiene dos alturas, según el costado que se considere. Las medidas oficiales, de fuente italiana esatta y aggiornata son: desde el suelo, 55,86 metros la parte torcida y 56,70 metros la más alta. La altura con que se soñaron los planos de su fundación original es de 58,36 metros. Para vivir en el cuerpo la inclinación de 5,5º hay que subir 294 escalones; desde lo alto se entenderá por qué el cilindro blanco que quizá inspiró a Galileo ha sido propuesto como una de las siete maravillas del mundo. El declive del campanario tiene una historia curiosa: no fue, como ha de suponerse, una falla arquitectónica detectada tardíamente o una obra perfecta que el tiempo sopló, sino que fue advertido desde el inicio de la construcción. Ningún profesional consultado pudo explicar semejante obstinación en enderezar lo que ha nacido torcido...

La cuestión es que la torre fue erigida como campanario adjunto a la catedral en tres etapas, durante casi 200 años. La construcción del primer piso comenzó para la mayoría de los libros, webs y maestras, en 1173; pero el calendario pisano señala 1174, probablemente porque tratándose de una obra colindante con el mar, las bases se mantuvieron en reposo durante un año entero. Conforme se avanzó en las primeras plantas, la estructura comenzó a inclinarse; además de los errores de cálculo, por la naturaleza pantanosa del terreno. En 1178 se construyó el tercer piso, y la inclinación se produjo hacia el norte. El proyecto se interrumpió casi un siglo, tiempo que sirvió, paradójicamente, para que los cimientos se asentasen. En 1275 se reanudó la construcción; en un nuevo esfuerzo por compensar el desnivel, los ingenieros construyeron cuatro pisos con un lado más elevado que el otro, lo cual empeoró la situación. La labor se paralizó pero esta vez por cuestiones militares: Pisa había perdido la batalla de Meloria y con ella su afán artístico. El séptimo piso fue completado en 1319, pero la cámara de la campana en el último piso se añadió recién en 1372. Poco después, tras la conclusión de la obra, la torre, como si tuviese un alma ecuánime que alterna horizontes, esta vez... se inclinó hacia el sur. Durante los trabajos de estabilización entre 1990 y 2001, la pendiente se redujo y las bases se asentaron. Desde marzo de 2008 ha alcanzado el último nivel de consolidación en términos de inclinación; en 2009 finalmente se llevó a cabo la restauración de superficies de piedra externas e internas. Por todo ello, los expertos suponen que podrá ser visitada sin riesgos durante unos 300 añitos más. Es cierto que Galileo Galilei, maestro de expertos, rey de la ciencia moderna, fue el primero en demostrar que todos los objetos caen a la tierra con la misma aceleración: sin embargo, el estoico campanario parece indicarle que no tiene prisa en confirmar su teoría.

Parte del casco viejo de la ciudad, que conserva el aire de la antigua Toscana.

LA PLAZA DE LOS MILAGROS La controversia sobre la paternidad de la Torre de Pisa es tan prolífica como la sucesión de hipótesis sobre las fallas de su construcción. Hay quienes dicen que el error garrafal lo desencadenó el dictador Benito Mussolini en 1934 cuando funcionarios del régimen, bajo su orden de enderezar la torre, vertieron cemento en sus cimientos, provocando un mayor hundimiento. Sin embargo, el profesor de la Universidad de Pisa Piero Pierotti, autor de los libros Una torre da non salvare y Breve storia della Torre di Pisa, sostiene en sus investigaciones que el traspié imperdonable se cometió en 1995 “bajo la supervisión de un equipo de especialistas de renombre mundial que casi derrocó la frágil estructura”. Más allá de toda polémica, la duda de colegial se aclara: era efectivamente la torre y no nuestra maestra la que estaba torcida (la desconfianza tiene una base inapelable: el mismísimo Galileo redactó en su momento un panfleto contra el profesorado de su tiempo).

La principessa pisana despierta admiración, pero no es todo, porque está en la La Piazza dei Miracoli (Plaza de los Milagros) o Piazza del Duomo (Plaza de la Catedral), uno de los centros de arte medieval más importantes del mundo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987. Allí, el cuarteto se completa con otros tres edificios religiosos: el Baptisterio, el Duomo y el Camposanto, cementerio tapiado de inmortal belleza gótica. La visita diurna permite apreciar los detalles de diseño con la lupa del sol toscano y el pintoresco atractivo de los mercadillos. En la visita nocturna, inquieta imaginar un tropezón de la “princesa”, pero se advierte a tiempo que es de corazón noble y no cae; invita a elevarse. Sus otros compañeros parecen porteros de noche dispuestos a lo que sea por defenderla. Sólo fantasías de viajero; en realidad, el crepúsculo agrega más chispa al espectáculo estético.

Pisa, ciudad de alrededor de 90 mil habitantes es, como legítimamente reclaman los pisanos, mucho más que un cuarteto de monumentos; refulge de arte e historia y representa el foco de un estilo románico que se extendió por toda la región. Varios museos e iglesias, y la propia muralla que rodea la antaño poderosa urbe, completan un paseo fantástico. Serpenteando las callecitas del casco viejo se pueden encontrar cantinas para todos los gustos y bolsillos; aunque el cambio euro-peso argentino quizás incline (nunca mejor dicho) a la pizza al paso más que a alguna taberna exquisita pero molto costosa. También merecen su tiempo las tiendas de artesanías, los barcitos con bebidas típicas y un mercadillo que vende esas chucherías que hasta el visitante más erudito no puede evitar comprar. ¡Que arroje la primera chuchería quien esté libre de haber comprado alguna vez un lápiz torcido con forma de torre! No escribe ni una letra, pero qué entrañable se torna en el lapicero casero, del otro lado del océano.

La hotelería italiana es variada, por lo cual el viajero apurado puede encontrar con facilidad el alojamiento adecuado a sus pretensiones. Para el más audaz el desafío es hospedarse en un camping, incluso fuera de la temporada veraniega: no es necesario atrincherarse en una carpa pues hay disponibles acogedoras cabañas. Además, attenzione, que se propone aquí un camping primermundista, entiéndase: vecinos que en su tienda de campaña lo invitarán a ver el Mundial en su televisión LCD de 32 pulgadas o le harán probar salmón glaceado; baños impecables, lavabos impolutos, inodoros con estirpe de tronos de la higiene, duchas con generosidad de cataratas del Iguazú, bar terraza con vista panorámica a lo que una lección obligada sembró la intriga de conocer. Y definitivamente, si sobre el final de esta nota algo le recuerda a la Princesa Inclinada, sin duda ha llegado la hora de conocerla.

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