Dom 25.04.2010
turismo

ARQUITECTURA LOS EDIFICIOS DE FRANK GEHRY

El extraño mundo de Frank

Diseñados con una mezcla de surrealismo y pop-art, los edificios del arquitecto Frank Gehry marcan el rumbo de lo que podrían ser las ciudades del futuro. El Museo Guggenheim de Bilbao, la Casa Danzante de Praga, el Walt Disney Concert Hall de Los Angeles y el Stata Center de Massachusetts son verdaderos iconos urbanos que cambiaron el perfil de sus ciudades.

› Por Julian Varsavsky

La Casa Danzante de Praga, un provocativo contraste con la elegante arquitectura de la ciudad.

Frank Gehry, nacido en Toronto en 1929, es un auténtico “starchitect”, el neologismo que define a los arquitectos tan famosos como celebridades mediáticas, considerados estrellas en el mundo de las artes. Como Norman Foster, o Renzo Piano, son autores de edificios icónicos y de vanguardia. En el caso de Gehry, su fama se funda en su capacidad de crear nuevas formas inspiradas en el pop art norteamericano, con elementos de surrealismo. Valiéndose de la ausencia de restricciones creativas, propia de las artes plásticas, convierte a sus edificios en esculturas arquitectónicas, sin dejar de lado la funcionalidad. Más de diez ciudades saben de su obra, pero la más emblemática es el ondulante Museo Guggenheim de Bilbao, un “envoltorio” más atractivo para los visitantes que las obras de arte de su interior. Además, logró el milagro de transformar una ciudad gris e industrial del norte de España en una capital turística asociada con la vanguardia. Es que, aunque Gehry intenta diseñar sus edificios en función del entorno, es inevitable que esos torbellinos metálicos con placas retorcidas, creados con técnicas deconstructivistas, sobresalgan como islas que adelantan las ciudades del futuro.

Cuando se supo que el monto invertido en el Guggenheim de Bilbao se había recuperado diez veces en apenas cuatro años, los teléfonos del estudio de Gehry comenzaron a sonar sin parar. Y sin chistar los clientes se plegaron a desembolsar los honorarios millonarios del ya célebre “starquitecto”: sus obras, llenas de planos fracturados, pliegues, yuxtaposiciones, prismas encastrados, formas fluidas y espacios concatenados que terminan en filosos recortes capaces de desorientar a los programas de diseño en 3D, comenzaron a hacer furor en todo el mundo. Año tras año sus edificios, que a las tres dimensiones clásicas de la arquitectura le agregan el efecto de movimiento, brotaron en Praga, Los Angeles, Seattle, Bilbao, Panamá, Dusseldorf y otras ciudades.

Hoy en día no hay político ni asesor en urbanismo que no sueñe con tener en las calles de su ciudad alguno de estos edificios-escultura “con firma de autor”. Por ahora son unos pocos, pero pronto podrían convertirse en el motivo predominante de la arquitectura del mañana. A continuación, un viaje al futuro por algunas obras emblemáticas de Frank Gehry.

UN EDIFICIO DANZANTE Romper los esquemas de manera radical –como si no existiera una tradición artística detrás– a veces puede ser tan excéntrico como sencillo. En cambio, crear un edificio diferente en términos estéticos a todo lo visto antes, pero sin dejar atrás la estructura base del prototipo de edificio moderno, requiere talento. Por eso la Casa Danzante de Praga es para muchos la obra más valiosa en la carrera de Frank Gehry.

El edificio en cuestión se levanta a orillas del río Moldava, casi como una provocación en plena ciudad vieja de Praga. Rodeada de edificios barrocos, góticos y art nouveau, ocupa el espacio de una casa neorrenacentista del siglo XIX destruida por una bomba en 1945. El proyecto se concretó gracias al grupo holandés ING, que se apoyó en los primeros estudios realizados para el sitio por el yugoslavo Vlado Milunic: además de no imponerle límites presupuestarios, le pidieron que contratara a algún arquitecto de renombre mundial para trabajar junto con él. Jean Nouvel se negó: así apareció Frank Gehry.

A simple vista la Casa Danzante parece un asimétrico conjunto de tres edificios con una torre inclinada como la de Pisa y otra recubierta de vidrio, que semejan una pareja bailando. Así fue que el edificio se llamó originalmente “Ginger y Fred”, en homenaje a los famosos bailarines de Hollywood, aunque más tarde fue rebautizado. La Casa Danzante fue construida con 999 paneles de concreto, cada uno de forma y tamaños diferentes. Tanta audacia no podía sino causar controversia cuando apareció, en la bella Praga: en 1996, año de su terminación, no logró ganar popularidad entre los checos, acostumbrados a la coherencia estética casi perfecta de su capital. Tal como le ocurrió a Gaudí con La Pedrera en Barcelona, el edificio era visto poco menos que con horror, como un “implante que afeaba la ciudad”. Hay quienes lo llamaron la “Casa Borracha”. Pero un vecino famoso del edificio, el entonces presidente Vaclav Havel, impulsó su desarrollo sin culpa alguna. Y con los años las opiniones a favor y en contra se emparejaron.

Por ser un edificio de oficinas la entrada no está permitida, pero se puede subir a comer en el restaurante francés “La Perle” en el séptimo piso, y observar el romántico y nada futurista panorama del Moldava que fluye lento entre la ciudad vieja con el castillo de Praga como telón fondo.

EL WALT DISNEY HALL En Los Angeles, la ciudad donde Walt Disney levantó su primer parque de diversiones, Frank Gehry diseñó uno de los teatros sinfónicos más sofisticados del mundo en homenaje al gran dibujante. La iniciativa fue de la viuda de Disney, que donó 50 millones de dólares al municipio para que la famosa Orquesta Filarmónica de Los Angeles tuviera un lugar donde tocar.

La obra comenzó en 1999 y costó 274 millones de dólares. En principio iba a ser toda de piedra, pero con el fin de ahorrar 10 millones de dólares se cambiaron los materiales originales por paneles de acero curvo importados de Japón y lustrados a cepillo para que brillaran con diferentes intensidades.

El complejo cultural Walt Disney Concert Hall ocupa una manzana completa del histórico barrio Bunker Hill de Los Angeles, y tiene restaurantes, negocios, salas secundarias de concierto y siete niveles subterráneos de estacionamiento con capacidad para 3000 personas... más que necesario en una ciudad donde casi nadie camina por la calle. También tiene terrazas con jardines y, en honor a su mecenas, Gehry esculpió con sus propias manos una fuente con forma de rosa que es la gran atracción del lugar.

Al complejo se ingresa, a la manera de los anfiteatros clásicos, por una escalera monumental que desciende a un patio oval. Una vez en el interior de la sala de conciertos los espectadores logran cercanía con los músicos, ya que las butacas rodean la orquesta. Y en el centro de la sala hay un gran órgano de tubos diseñado por el propio Gehry, y fabricado por la firma alemana GMBH.

EL GUGGENHEIM DE BILBAO A fines de los ‘80 la Fundación Guggenheim decidió construir en Bilbao un nuevo museo de arte contemporáneo, que no debía ser menos que el célebre caracol invertido de la sede central en Nueva York. Eligieron el proyecto presentado por el todavía no tan conocido Frank Gehry, que logró plasmar en el museo un estilo personal hasta entonces sólo insinuado: quizá sin proponérselo, el arquitecto logró que el continente fuese más valorado que el contenido. A diferencia del Louvre o el Museo Británico, que los visitantes recorren para ver la Gioconda y la Piedra Rosetta, lo que más llama la atención de la gente en el Guggenheim se ve desde el exterior.

Como siempre, las opiniones no son unánimes. Para algunos el edificio, inaugurado en 1997, es como un gran pulpo de titanio; para otros una lata de sardinas gigante deformada por un bombazo. Opiniones al margen, este trasatlántico surrealista construido con planchas de titanio y sin una sola superficie plana se convirtió en una obra cumbre de la arquitectura de fines del siglo XX, prefigurando el siglo XXI.

LABORATORIO TECNOLOGICO El complejo edilicio Stata Center, en la ciudad norteamericana de Cambridge (Massachusetts), es uno de los edificios más originales de Frank Gehry, y un singular experimento diseñado en 2004 para albergar los Laboratorios de Inteligencia Artificial y Ciencias de la Computación del prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT). El edificio también alberga el departamento de Filosofía y Lingüística dirigido por Noam Chomsky, y es el lugar de trabajo de otros científicos célebres como Richard Stallman, el fundador del Movimiento de Software Libre, y Tim Berners, el físico que ideó la World Wide Web, es decir Internet.

El Stata Center fue pensado como un juego de piezas yuxtapuestas con paredes inclinadas, escaleras que parecen suspendidas en el aire, torres de ladrillos, cubos desordenados, conos y hasta un gran cilindro amarillo que es un espacio para seminarios. De lejos parece una pintoresca casita salida de un dibujo animado futurista. Según Gehry, las audaces formas elegidas pretenden ser una metáfora de la creatividad y la experimentación que se espera acontezca allí dentro, así como del choque de ideas en constante cambio. Por eso los edificios parecen levemente inconclusos, como en permanente construcción, y hasta a punto de colapsar. Hay materiales de todo tipo: ladrillos anaranjados, espejos, acero plateado, metal corrugado y aluminios blancos y amarillos que parecen conformar una caótica improvisación. En los interiores, donde actualmente se trabaja en la creación de ambientes virtuales en 3D, reina una visibilidad absoluta con paredes de vidrio y compartimentos fácilmente reestructurables, con el objetivo de facilitar el intercambio y la comunicación interdisciplinaria.

Aunque no se puede ingresar a los laboratorios del Stata Center, por lo menos sí se puede tomar un café o comer en el bar, para sentirse como proyectado al futuro desde las acciones simples de la vida cotidiana.

BODEGAS FUTURISTAS En los últimos años muchas bodegas tradicionales españolas están sofisticando el diseño de sus antiguos edificios por razones esencialmente publicitarias. Es el caso de la bodega Marqués de Riscal, junto al pueblito medieval de Elciego, en la provincia vasca de Alava.

Como la mayoría de las obras de Gehry, ya a la distancia el edificio tiene un alto impacto visual. Y trasluce una alta cuota de riesgo, por no decir vanidad, ya que dentro del mismo campo visual aparecen la bodega futurista y la catedral renacentista de Elciego.

Sobre los techos del edificio central de la bodega sobresalen onduladas cintas de acero y titanio color rosa y plateado. Este edificio y el anexo están unidos por una pasarela de acero y cristal, y además de las bodegas hay en el complejo vitivinícola plantaciones de uva, un spa que ofrece tratamientos de vinoterapia, un restaurante y un hotel donde las habitaciones cuestan 600 euros la noche.

Cuando se inauguró el nuevo edificio, en 2006, Gehry fue acusado de poner su arquitectura “por sobre cualquier otra cosa”, arruinando la coherencia medieval del hasta entonces ignoto pueblo que ahora se hizo célebre, para bien o para mal, a raíz del edificio de la bodega. El mismísimo rey de España y la reina Sofía asistieron a la pomposa inauguración. Y Gehry, quien suele decir que no le gustan las cajas de zapatos, se defendió diciendo que “la bodega al principio puede parecer un poco rara, pero luego se consolida en las mentes. El edificio necesita su tiempo”. Y agregó: “Parece un animal galopando en el campo: expresa movimiento y eso es lo que quería”.

La Bodega Marqués de Riscal. Su audacia causó sorpresa y también escándalo.

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