Dom 16.03.2003
turismo

MENDOZA HISTORIA, COLECTIVIDADES Y TRABAJO

Los frutos de la fiesta

Los actos de la Fiesta de la Vendimia recopilan días, años y siglos de una producción diversificada en todo el territorio de la provincia. Carrozas, reinas y alegorías que celebran las labores y los buenos frutos, el recuerdo de quienes lo han hecho posible, y la esperanza porrenovadas cosechas. No siendo local, para gozar y comprender el festejo, nada mejor que conocer Mendoza en sus cuatro estaciones.

Por Jorge Pinedo

Prolífica mixtura entre celebración pagana de la fertilidad y tradicional fiesta con reinas y coronas, los festejos vendimiales en la provincia de Mendoza desde hace nueve décadas suspenden las convenciones cotidianas y rinden culto a la producción. Acontecimiento popular conocido por la elección de la Reina de la Vendimia –que en este 2003, además de anticiparse su nombre, coincidió con el Día Internacional de la Mujer–, resume en este hecho una sucesión de monarquías representativas de las labores en los campos y acequias de los dieciocho departamentos en que se divide el territorio mendocino.

Los trabajos y los días Quien visite Mendoza palpitará, si su mirada es atenta, cómo cada rama de la producción se esmera en su especificidad al tiempo que postula una figura que le represente (la carroza) y una presencia que la anima (su reina). Así es como van configurándose las respectivas soberanas de la mermelada casera, de la sandía, del melón, del agua (elemento crucial para cultivos que exigen de un cuidadoso riego), del chivo, de la ganadería de zonas áridas, en fin, cerca de tres decenas de principados subalternos. Cada uno de los cuales se afana en resaltar la presencia de su sector productivo, social o cultural, extendiéndose más allá de la formalidad oficial: la creciente influencia del festejo paralelo de la Vendimia Gay señala cómo grupos emergentes optan por incluirse en una comunidad cada vez más heterogénea.
Al pie de las altas cumbres, en esa geografía tan bella como implacable, las folklóricas o renovadas ligazones de asociación procuran conjurar los fantasmas que llenan de temor a todos por igual: el granizo que destruye la uva, la sequía que ahoga la tierra, el frío excesivo que congela las mieses, el calor tórrido que acelera los tiempos, la miseria que languidece a las gentes, la tristeza que percute las comunidades. Por eso la Vendimia va mucho más allá –en el tiempo, en el espacio y hasta en los objetos que designa– de la mera cosecha de los racimos. Rescata la alegría que otorga el trabajo realizado con éxito, el afán que aúna al grupo empeñado en ello, el recuerdo de quienes lo han hecho posible, la esperanza por los que vendrán a continuar con la tarea, la presencia activa de quien defiende el derecho duramente adquirido. Para el mendocino, la fiesta emerge al modo de un muestrario donde en forma invariable ha de sentirse en algún momento reflejado en parajes, imágenes, sonidos y objetos capaces de hacer síntesis de alguna vibración que le dice quién es, dónde está, de dónde viene, hacia dónde querría rumbear. Identidad, le dicen.

Carrusel del vino La Vía Blanca de la Reina (corso de carros alegóricos que tiene lugar por las calles céntricas de la capital provincial la noche previa a la elección de la máxima soberana) lejos de ser el anuncio del evento próximo, es resumen de lo sucedido durante todo un año de trabajo. Como todo en Mendoza, comienza con un brindis y culmina con otro. Lo que sucede en el medio proviene de los contenidos que otorga la imaginación mezclada a la labor cotidiana. Su movilización a través del tiempo es lo que sintetiza en el desfile de El Carrusel, maratón estética que se desarrolla en la misma mañana del día del acto central. Allí se rememora el pasado provincial mediante la participación de las agrupaciones tradicionalistas junto a las fuerzas productivas, con proliferación de gauchos, mulas, carretas. Ninguno de ellos de plástica impostura, acaso emperifollados para la ocasión como quien está orgulloso de su pilcha de trabajo; paisanos de carne y hueso cuya vida consiste exactamente en eso que representan. Algarabía del trabajador rural, resulta el ámbito propicio para la manifestación de las colectividades inmigrantes a esa tierra del Cerro Frío, que es lo que significa el apócope “Mendoza”, proveniente de la lengua vasca de sus iniciales fundadores. Miscelánea en la que convergen las cinco regiones vitivinícolas al llevar iconos quereflejan la variedad de vides, bodegas, canales, acequias, maquinaria, recreación, atuendos, bestias y hasta comercios que hacen de sponsor.
El fervor que late en forma perceptible en los eventos previos a la espectacular ceremonia de coronación que se realiza en el anfiteatro del parque San Martín, junto al Cerro de la Gloria, no se apaga con el fin de la fiesta. Sigue latente, gestándose para el año próximo en los surcos, en las bodegas, en los talleres, en los campos, en los centros turísticos.
Se equivoca quien piense que la Fiesta de la Vendimia se reduce a un show mediático, a una pasarela donde lucen sus curvas ideológicas los políticos de cabotaje, a un rayado vinilo de trinos costumbristas. Para pensar la Fiesta de la Vendimia es preciso ver Mendoza abrazada por el sol y tapizada por la nieve, es decir, allí, en los restantes trescientos sesenta días que le prestan generosamente a esa semana de marzo nada menos que su razón de ser.

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