Dom 13.04.2003
turismo

MENDOZA ECOTURISMO EN LA ZONA DE MALARGüE

Volcanes de La Payunia

Con más de 800 conos, La Payunia es una de las regiones del planeta con mayor densidad de volcanes. Una reserva de 450.000 hectáreas cubiertas por extensas planicies de ceniza negra, kilométricas coladas de basalto y túneles de lava desplomados, que constituyen un verdadero tesoro geológico. La aventura de una ascensión en 4x4 al interior de la caldera del volcán Payún Matrú.

Por Julian Varsavsky

El otoño es quizá la mejor estación para excursiones de ecoturismo y aventuras por los diversos paisajes mendocinos. Además de la extrema belleza de las altas cumbres y los verdes valles y viñedos, la provincia guarda en la zona de Malargüe maravillas naturales como los pasadizos, estalactitas y estalagmitas de la Caverna de las Brujas, los cisnes y flamencos de la laguna de Llancanelo, y la asombrosa región volcánica de La Payunia, un tesoro geológico que Turismo/12 “descubrió” en un viaje por esta vasta y extraña reserva de volcanes y campos de lava.

El desierto calcinado Al recorrer las extensas planicies rodeadas de volcanes que conforman La Payunia, pareciera que avanzamos entre los restos de aquella bola de magma burbujeante que fue la tierra alguna vez. Ya no hay más humo ni lavas ardientes, pero reinan el silencio y la reseca desolación de un gran cementerio geológico, donde sólo quedan las renegridas marcas de un cataclismo universal. Entre volcán y volcán, ásperas lenguas negras de lava endurecida dividen al medio la inmensidad de los valles. En la superficie estas lenguas son de roca calcinada con fantásticas formaciones que a lo lejos parecen los restos de una antigua ciudad perdida.
A medida que nuestra camioneta 4x4 se interna por La Payunia, desfilan tras la ventanilla majestuosos volcanes de perfecta forma cónica, cuyas entrañas estallaron durante un “Apocalipsis” de fuego. Los hay de 200 hasta 3000 metros de altura. Prácticamente la totalidad del terreno está cubierta por productos de naturaleza volcánica. Al pie del volcán Santa María –en el Campo de Bombas– descendemos del vehículo para caminar sobre una extensa planicie cubierta por millones de piedritas negras de unos 3 centímetros, que se acumulan conformando un extraño arenal negro de granos extremadamente gruesos. Su origen es la lava del volcán, que se fue degradando hasta partirse y desmigajarse por todo el suelo. Desperdigadas en el terreno encontramos numerosas piedras redondeadas del tamaño de las balas de cañón antiguas, que adquirieron su forma al ser despedidas por los aires al rojo vivo por la furia del volcán.
Con una densidad de 10,6 volcanes por cada 100 kilómetros cuadrados, La Payunia probablemente sea el campo geográfico más prolífico en volcanes de todo el mundo. Sus rivales son la región de Kamchatka –en Rusia– y el cinturón volcánico de Michoacán y Guanajuato, en México.

Guanacos al paso Al valor geológico de La Payunia –que le ha valido el impulso oficial para ser declarada en el futuro Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO– se le debe sumar una importancia ecológica de primer orden. El aislamiento geográfico y la falta de agua han mantenido a La Payunia prácticamente deshabitada, salvo por la presencia de algunos puesteros aislados. En consecuencia, esta es un área segura para diversas especies animales que la eligieron como refugio por la ausencia del género humano.
Al recorrer la zona, la aparición de la fauna marca un fuerte contraste en medio del desierto calcinado. La especie más común es el guanaco, cuya comunidad alcanza unos 11.000 ejemplares que aparecen a lo largo de todo el viaje correteando a la par de la camioneta. Cada tanto su figura solitaria se ve recortada en el filo de una montaña, observándonos con atención de centinela. Por lo general el que aparece primero es el macho jefe de la manada, que alerta con un largo y sostenido grito sobre la presencia de los intrusos. Entre sus particularidades, el guanaco tiene dientes muy filosos que le permiten cortar los bocados vegetales sin
arrancar la planta de raíz. Además, bajo sus pezuñas tienen una especie de almohadillas que no dañan el terreno; así, esta especie conserva la escasa naturaleza en la que sobrevive. Su adaptación al medio incluye también la posibilidad de estar varios días sin beber agua y la facilidad para desplazarse largas distancias en un solo día cuando los recursos alimenticios son escasos. Su principal predador es el puma.

Al crater del Payun Matrú Las recorridas por La Payunia son, en su mayor parte, a campo traviesa y sin caminos demarcados. El trayecto hasta la caldera del volcán Payún Matrú implica una verdadera excursión de aventuras donde las camionetas 4x4 son exigidas al límite. Una vez que dejamos atrás el Campo de Bombas comienza un desgastante traqueteo con subidas y bajadas que obligan a estudiar cuidadosamente el terreno, incluso a los conocedores. La meta está a la vista y la grandiosidad del volcán Payún Matrú (3.681 m.s.n.m) resulta engañosa, haciéndonos creer que está cerca. La camioneta trepa por la ladera norte sujetándose al suelo con gran esfuerzo, mientras el nivel de inclinación es cada vez más empinado. Llegado cierto punto debemos prescindir del vehículo y continuar a pie hasta el borde del cráter. Al darnos vuelta para observar el valle a nuestras espaldas, vemos la inmensa colada negra de 17 kilómetros de extensión conocida como el Escorial de la Media Luna. Allí el volcán Santa María vació por completo su contenido derramándolo por todo el valle en un río de lava.
El treeking es largo pero el terreno carece de mayores dificultades. Al vislumbrar la caldera del volcán, el paisaje es un poco desconcertante. Durante su última gran explosión, hace miles de años, el Payún Matrú se quedó sin sostén y colapsó hundiéndose sobre sí mismo. El resultado es una impresionante caldera de 9 kilómetros de diámetro con una cristalina laguna en el centro.
La vastedad del cráter nos hace perder otra vez la noción de las proporciones. La laguna parece cercana, pero la caminata entre oscuras rocas gigantes nos lleva una hora más. Finalmente llegamos al centro de la caldera, junto a la laguna, al pie del pico Nariz de Marín, que es un resto de la antigua cima desplomada del Payún Matrú. Ahora sí; estamos parados frente uno de los paisajes más hermosos y extraños de nuestro país, en el centro de una descomunal caldera con forma de anfiteatro. La sensación es la de haber llegado al núcleo mismo de un infierno extinguido, donde por contraste reina la paz más absoluta del universo.

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