TAILANDIA > BANGKOK, LUJURIOSA Y ESPIRITUAL
Punto medio en la antigua ruta comercial entre China y la India, Tailandia supo tomar lo mejor de ambas culturas. La religión, la arquitectura y la comida son buenos ejemplos y están reunidos en su capital, Bangkok: una ciudad tan poblada como cosmopolita, tan única como diversa.
› Por Mariana Lafont
Bangkok. Amada u odiada. Nunca indiferente. La capital y ciudad más poblada de Tailandia –con más de 11 millones de habitantes– es muchas cosas a la vez: cosmopolita, tradicional, futurista, lujuriosa y espiritual. Todo junto, en el mismo lugar y con un calor húmedo y agobiante. Los tailandeses la llaman Krung Thep, abreviatura de su interminable nombre oficial “Krungthepmahanakhon Amonrattanakosin Mahintharayutthaya Mahadilokphop Noppharatratchathaniburirom Udomratchaniwetmahasathan Amonphimanawatansathit Sakkathattiyawitsanukamprasit”, que significa: “Ciudad de ángeles, la gran ciudad, la ciudad de joya eterna, la ciudad impenetrable del dios Indra, la magnífica capital del mundo dotada con nueve gemas preciosas, la ciudad feliz, que abunda en un colosal Palacio Real que se asemeja al domicilio divino donde reinan los dioses reencarnados, una ciudad brindada por Indra y construida por Vishnukam”.
Pero los farang (“extranjeros”) la llamamos “Bangkok” porque había una pequeña aldea de pescadores, Ban Makok, que existía desde la época en que Ayutthaya era capital de Siam. Después de su caída ante los birmanos en 1767, en 1782 tuvieron que trasladarla a su actual ubicación.
Este centro político, social y económico del sudeste asiático está atravesado por el río Chao Phraya, un buen escape al cemento y al tráfico navegándolo en ferry. Antiguamente la ciudad era conocida como la “Venecia de Oriente” por su extensa red de canales, pero con el rápido crecimiento durante la segunda mitad del siglo XX las vías fluviales fueron reemplazadas por todo tipo de transporte terrestre, en especial los famosos “tuk tuk”. Estas motos con carroza acoplada para pasajeros son muy llamativas y extravagantes gracias a su colorida decoración. Muchas veces es complicado librarse de los conductores, porque apenas ven un turista lo acosan para que suba. Sin embargo, es una buena y rápida opción para recorridos cortos. Eso sí: cardíacos abstenerse, ya que estos ágiles vehículos se meten por donde sea como si fueran simples motos. Antes de subir hay que estar listo para regatear ferozmente, de lo contrario se paga cinco veces el precio real. Sin embargo, para aliviar el tráfico desde 1999 hay un skytrain (“tren elevado”) y en 2004 se inauguró la primera línea de metro.
IMPERDIBLES Lo primero que se ve al llegar a Bangkok (y a Tailandia en general) es la imagen del rey Bhumibol Adulyadej. Sus enormes retratos están en las avenidas o junto a edificios importantes, mostrando al querido rey en diferentes momentos de su vida. El soberano está en el trono desde 1946 y es el jefe de Estado que más tiempo lleva en el cargo en el mundo. Entonces, ¿cómo no visitar el Palacio Real? Este complejo de magníficos edificios sirvió como residencia real desde el siglo XVIII hasta mediados del XX. Su construcción la inició Rama I en 1792 y, si bien el rey ya no vive aquí, el Chakri Mahaprasad Hall (uno de los edificios principales de estilo renacentista italiano) se usa para eventos y ceremonias de Estado. Hay que tener en cuenta que en las cercanías del palacio seguramente alguien se acercará y le dirá que el recinto está cerrado, ofreciéndose para hacer otro paseo y ser su guía. Lamentablemente es mentira. Ignórelo y siga adelante.
Dentro del palacio se halla Wat Phra Kaen (wat es “templo” en tailandés), el templo budista más importante y sagrado del país, donde se encuentra el Buda Esmeralda, principal icono religioso tailandés. Esta pequeña representación de un Buda sentado, de 45 centímetros de altura, está hecha con jade verde. Según la leyenda, la estatuilla del año 43 a.C. permaneció en la India durante trescientos años. Durante siglos anduvo de aquí para allá hasta que, en 1779, el general tai Chao Phraya Chakri tomó Vientián (capital de Laos) y se la llevó. Finalmente, en 1784 y tras convertirse en el rey Rama I, llevó la figura a su actual ubicación. El pequeño Buda está adornado con ropajes de oro. Hay tres distintos y sólo el rey puede tocarlos cuando se hace la ceremonia de cambio de estación (verano, invierno y lluvias). El desfile de fieles de todo el país es incesante y antes de entrar toman un loto –la flor sagrada– entre las manos, rezan y saludan a su Buda en una ceremonia emocionante. Casi el 95 por ciento de los tailandeses es budista de la tradición theravada, pero también hay minorías musulmanas, cristianas e hindúes, mientras los chinos –que forman una parte significativa de la sociedad tailandesa– se concentran en Chinatown. El respeto por los antepasados es fundamental en las prácticas espirituales tailandesas, así como la caridad hacia los monjes budistas.
Si no cuenta con mucho tiempo, el mismo día que va al Palacio Real puede visitar, cerca de allí, el Buda Reclinado en el Wat Pho, el templo más grande y antiguo de Bangkok. El rey Rama III mandó hacer este impresionante Buda dorado de 46 metros de largo, con una cara de 15 metros y pies de tres metros de alto por cinco de largo. Al entrar uno se topa con una enorme cabeza y el Buda parece no caber en el salón. La figura es de estuco laminado en oro, y los pies son una joyita donde se ilustra el paso de Buda al nirvana con bellísimas incrustaciones de madreperla. Al otro lado de la figura hay un pasillo con una hilera interminable de cuencos, en los cuales la gente deposita, una a una, moneditas sin valor real cambiadas previamente con un monje. Según la tradición, hay que distribuirlas bien para recibir la bendición. Por último, dentro del recinto hay un centro para enseñanza y conservación de medicina tailandesa, además de masajes tradicionales, una buena opción después de haber caminado tanto.
CALLES Y MERCADOS Una de las cosas que más impresiona al ojo occidental es el uso intensivo de las calles en Asia. Mientras Occidente tiende a encerrarse cada vez más, Oriente sigue viviendo en calles y veredas, cuando las hay. Allí transcurre la vida, no hay otro lugar y Bangkok no es la excepción. Siam Square es el centro comercial de la ciudad, una suerte de versión tailandesa y futurista del Times Square londinense. Aquí, precisamente en medio de todos los centros comerciales, ocurrieron en 2010 los enfrentamientos de los opositores “camisas rojas” con el gobierno y algunas partes fueron incendiadas. Sin embargo, el “shopping callejero” forma parte del paisaje urbano y ofrece una desopilante gama de productos: desde ropa y electrónicos hasta pelucas que cuelgan al lado de un puesto de jugos y otro de pollo frito. Entretanto, a la vuelta del mercado, las empleadas de una peluquería limpian con mangueras los sillones del local. ¿Se imagina algo así en pleno Santa Fe y Callao? En otra parte de Bangkok, la desenfadada Khao San es la calle mochilera por excelencia, llena de alojamientos baratos, agencias de viajes, tiendas, casas de masajes y restaurantes de comida internacional y tailandesa a precios muy accesibles. De noche se transforma en un divertido zoológico donde todo puede pasar. Bares con música a todo volumen, vendedores ambulantes ofreciendo lo inimaginable, gente disfrazada y, sobre todo, jóvenes que quieren divertirse y pasarla bien. Si desea pegar un ojo de noche, busque hotel en calles aledañas (y fíjese antes que no haya un bar al lado). Pese al ruido está muy bien ubicada, cerca del Palacio Real y los templos más famosos a los que se llega caminando. Si bien es demasiado turística, Khao San ya es parte de la ciudad, está bien por unos días y es un punto de encuentro de muchísima gente de todo tipo. No muy lejos de allí, Chinatown (distrito chino desde los orígenes de Bangkok) se extiende a lo largo de la vibrante avenida Yaowarat y sus callejones cercanos. De día se ve la incesante actividad comercial en las tiendas de oro, ropa, souvenirs, electrónicos y antigüedades. Y de noche, los puestos callejeros de comida china invaden las calles con mesas, sillas y el aroma inconfundible de sus sopas humeantes.
Los amantes de los mercados estarán a sus anchas en Bangkok. Los hay de todo tipo y tamaño, pintorescos y no tanto. El mercado de flores Pakklong Talad bien vale la pena, aunque también hay frutas, chiles y verduras, no sólo por su colorido sino por el movimiento incesante de tailandeses. Este verdadero mercado en acción impresiona por su imparable actividad con mujeres que no dejan de hacer ofrendas florales (las mismas que se venden en cada esquina de Bangkok). Miles de jazmines reposan en el hielo para soportar el calor agobiante de la ciudad, no marchitarse y llegar bonitos a los templos, ya que pronto serán un collar colgando de algún Buda. Entretanto, un señor duerme plácidamente la siesta en una reposera mientras su gato se acomoda sobre paquetes y un joven pasa velozmente con un cesto lleno de vegetales. Y, entre tanto ajetreo, los turistas nos colamos para percibir algo de todo este mundo.
Chatuchak es uno de los mercados más grandes del globo y abre los fines de semana. Este laberinto de 150 mil metros cuadrados, con unos 15 mil locales, ofrece miles de productos: ropa, calzado, sombreros, comidas, antigüedades, juguetes, videojuegos, libros, DVDs, electrodomésticos, perros, pájaros, gallos y reptiles. Si ve algo que le guste, cómprelo... porque si quiere volver al mismo puesto, difícilmente lo logre. Pese al calor, adentro las horas vuelan y uno siempre se va con la sensación de no haber visto ni la mitad de Chatuchak.
Por último, a unas dos horas de Bangkok hay un mercado flotante en una zona llamada Damnoensaduak. Si va por su cuenta, luego de bajarse del bus hay que contratar un bote (regateando se consigue a unos 400 baht por una hora y media) para llegar hasta el mercado propiamente dicho. Este mercado está dominado por mujeres que reman en sus coloridas canoas vendiendo mercancías. Los más llamativos son los “botes restaurante”, que llevan cocina a bordo y cuando uno pasa ofrecen arrolladitos primavera y otros platos. Todo lo antiguo y tradicional que posee este mercado convive con los adelantos de nuestra época, mientras las señoras –con los característicos sombreros cónicos de bambú– reman y parlotean por sus celulares. Luego de recorrer algunos canales hay uno donde se concentran los puestos de comida. Mesas y comensales están en tierra firme mientras la cocina flota. Parece increíble lo bien aprovechado que está el espacio: la olla, el wok, los utensilios y la garrafa, todo perfectamente ordenado. Y mientras una mujer cocina, otra hace postres sin parar y una tercera duerme plácidamente recostada en su bote. Así es Bangkok: variada, divertida e impredecible.
El masaje tai es una secuencia de presiones sobre puntos y meridianos, compresiones circulatorias, movilizaciones articulares y estiramientos. Se aplica desde los dedos de los pies hasta el cráneo con el fin principal de eliminar toxinas y armonizar la mente y el cuerpo, asegurando un óptimo flujo de la energía. Una sesión puede durar una hora o dos, y se realiza con el paciente tumbado sobre un tatami en el suelo.
En este tipo de masaje se unen tres técnicas: el amasamiento de músculos, la manipulación del esqueleto o quiropráctica y la digitopuntura, presionando sobre ciertos puntos de acupuntura o líneas energéticas. En Tailandia se practica en los centros médicos, así como en los templos y el ámbito familiar o, simplemente, en las veredas.
Cómo llegar: Malaysia Airlines tiene vuelos los miércoles y domingos (vía Kuala Lumpur) desde 1700 dólares ida y vuelta, www.malaysiaairlines.com
Cuándo ir: De noviembre a abril casi no llueve. La temporada baja es de abril a octubre.
Dónde alojarse: Habitación doble con baño privado desde 300 baht en temporada baja.
Qué comer: Déjese llevar por su instinto y olfato. Ya sea en un restaurante o en un puesto callejero, la comida tai es un placer para el paladar (si soporta el picante). Casi las 24 horas hay un wok listo para echar arroz, fideos, carne y vegetales frescos.
Consejos: Para los tailandeses, la cabeza es considerada lo más sagrado y los pies la parte más sucia del cuerpo. Pisar a alguien o la comida se considera un insulto. Para visitar un templo hay que descalzarse e ir con hombros y rodillas cubiertas. Cualquier imagen de Buda es sagrada y siempre hay que situarse por debajo de ella, nunca a la misma altura.
Visa: Consultar si necesita visa para entrar al país en la Embajada de Tailandia, Vuelta de Obligado 1947, piso 12º, Buenos Aires. Tel.: 4780–0555.
Más información: www.bangkoktourist.com - www.disfrutabangkok.com
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