MENDOZA. RECORRIDO AL PIE DE LOS ANDES
Histórica y cultural, la ciudad de Mendoza invita a pasear por calles y espacios verdes. Sabores, colores y relatos de ayer y hoy al color de sus parques, museos y teatros en tardes con ritmo tranquilo.
› Por Pablo Donadio
Un buen malbec, los Andes pintados en el horizonte y una tardecita mendocina reuniéndolos. Una combinación simple y desestructurada de las tantas que propone esta tierra histórica, llena de aromas y paisajes. Sea por la típica escapada de fin de semana o por el paso circunstancial hacia otras actividades o excursiones más lejanas, la ciudad invita a caminarla de a pie, entre platos regionales, plazas históricas, un clásico paseo en trole y su entusiasta movida cuyana.
PLAZAS, BARES Y RESTO Sobre San Martín y la Peatonal huele rico: desde las infalibles minutas al chivito y la trucha (productos locales tan apreciados como el vino), las calles céntricas son el punto de partida para arrancar a pleno. Muchos de los restaurantes aportan además los sabores de la oliva extra virgen, traída desde las vecinas Lavalle, San Rafael o San Martín, localidades donde las plantaciones son cuidadas con religiosidad para destino interno o exportación. Quien piensa en un agasajo familiar al regresar, sin caer en el vino, puede optar entonces por las aceitunas, las conservas de carnes de caza, el chivito y la trucha. Tanto es el aporte de estos productos que, hacia el sur, Malargüe ha desarrollado las Rutas Alimentarias de la Trucha y el Chivito, donde ambos platos se presentan en formas y cocciones múltiples. Los bares, en tanto, relucen a toda hora: allí brillan las cervecitas rubias, negras y rojas, bien artesanales, junto a entradas que van desde las presentaciones pequeñas y bien gourmet a las clásicas picadas de fiambres de elaboración local, siempre abundantes y acompañadas de enormes aceitunas verdes y negras producidas en suelo cuyano.
La tarde impone también un paseo en trole, medio de transporte verdaderamente apreciado por los turistas, que convive con colectivos y taxis. En una de sus paradas clave da comienzo el sendero de las plazas, un circuito que combina fuentes y monumentos históricos. Mate en mano, hay que llegar a la Independencia, la más importante en cuanto a dimensiones, con un espacio verde de cuatro manzanas proyectado como centro de la ciudad nueva tras el terremoto que destartaló la capital en 1861. Todo pasa allí, y mucho más los fines de semana. Su explanada central, con un espejo de agua, es sede permanente de espectáculos musicales y teatrales. En cada bocacalle interna las clásicas ferias de artesanos –con trabajos de hilo y costura, en madera y metal– son visitadas con furor por los muchos extranjeros que llegan a Mendoza. En esta plaza funcionan el pequeño Teatro Municipal Julio Quintanilla y el Museo Municipal de Arte Moderno, con exhibiciones de pintura y esculturas contemporáneas permanentes.
Alrededor de este espacio, otras cuatro plazas se le unen como satélites equidistantes. Son la San Martín, ubicada en plena zona bancaria y en cuyo centro se levanta una estatua del Libertador que señala con su brazo el camino que siguió su ejército en la cordillera andina; la Chile, de características más residenciales, homenajeando la memoria de O’Higgins y también de San Martín, bajo añosas tipas y eucaliptos; la Italia, con distintas obras de arte de impronta romana y la loba con Rómulo y Remo, y la España, que lleva el diseño de una fuente típica de los patios españoles, con un monumento representativo de la fraternidad argentino-hispana. Sus mayólicas y pisos relucientes, la fuente central y su arboleda completan la idea de “plazas-jardines”, muy a la mendocina.
PARQUES Y AVENIDAS La plaza Independencia es también el punto de partida para otros atractivos urbanos. La peatonal Sarmiento y su vinculación con la zona comercial, el Centro Cívico y el inmenso Parque General San Martín son un buen ejemplo. Emblemático centro de recreación, diseñado bajo cánones franceses e ingleses, este último fue creado en 1896 sobre una extensión de 400 hectáreas. Dentro, hay de todo: un complejo universitario, un lago artificial en el que se corren regatas, un parque aborigen, un campo hípico y de golf, un zoológico con animales sueltos por los cerros, un teatro infantil, un autódromo, un estadio de fútbol (Islas Malvinas), un velódromo y el anfiteatro Frank Romero Day, donde se realiza la Fiesta Nacional de la Vendimia. También está el Cerro de la Gloria, en cuya cima se levantó un Monumento al Ejército de los Andes. Barcitos y paradores humeantes, al estilo de una costanera que no hay, completan el panorama donde no faltan corredores y velocistas que utilizan estos relieves para ponerse a tono en carreras de aventura y otras disciplinas.
Nuevamente hacia el centro, un par de avenidas gozan de prestigio propio. La San Martín es una de ellas, y en sus siete kilómetros de extensión lleva como cabeceras departamentales a Las Heras, al Norte, y Godoy Cruz, al Sur. Sobre ella puede improvisarse una mini Ruta del Vino, entre vinotecas y restaurantes, con los mejores ejemplares de Guaymallén y Maipú, dos departamentos donde el vino nace sagrado. Desde esta avenida, además, se llega al Paseo Peatonal Alameda y sus imponentes arcadas edificadas en 1814 como centro de la actividad social durante la gobernación del General San Martín. Enfrente se ubican la Biblioteca General San Martín y el Museo del General San Martín, casi una trilogía del Libertador. De allí nace otra avenida, Las Heras, de arquitectura antigua y espacios atados al arte de forma simple y eficaz. Es el caso del Museo Popular Callejero, con una serie de transparencias y vitrinas (obra de Rodolfo Gutiérrez y Eduardo González) donde se retrata con maestría la historia de esta calle: sus rasgos coloniales, el boulevard de las palmeras, los hoteles y pensiones de inmigrantes, el mercado central, el cine Centenario, la inauguración del ferrocarril, el tranvía tirado por caballos y otras imágenes maqueteadas y coloreadas en plena vereda, al alcance de todos. Ya un poco más lejos de la urbe, el cerro Arco permite practicar trekking, parapente y bici de montaña, sin demasiadas complicaciones y aprovechando bajadas y subidas importantes, mientras las Ruinas de San Francisco, en la zona del área fundacional, sobre la antigua Plaza Mayor, recuerdan con restos un furioso sismo. Si se tiene más de una tarde, una completa merece pasarse en el Acuario Municipal, donde animales de todos los lugares del mundo (marinos y de agua dulce sobre todo, pero también algunos terrestres) se pasean en sus 50 estanques
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