ESPAÑA. LA SORIA DE ANTONIO MACHADO
La ciudad de Soria, escenario de la juventud de Antonio Machado, celebra cada 26 de julio otro aniversario del nacimiento del poeta promoviendo un recorrido por la tierra castellana donde dejó sus huellas. En las márgenes del Duero, los rincones machadianos derrochan itinerarios líricos y románticos, brindando al caminante momentos de íntima emoción.
› Por Javier Piedra *
“Soy hombre extraordinariamente sensible al lugar en que vivo. La geografía, las tradiciones, las costumbres de las poblaciones por donde paso, me impresionan profundamente y dejan huella en mi espíritu. Allá, en 1907, fui destinado como catedrático a Soria. Soria es lugar rico en tradiciones poéticas. Allí nace el Duero, que tanto papel juega en nuestra historia. Allí, entre San Esteban de Gormaz y Medinacelli, se produjo el monumento literario del Poema del Cid. Por si ello fuera poco, guardo de allí recuerdo de mi breve matrimonio con una mujer a la que adoré con pasión y que la muerte me arrebató al poco tiempo. Y viví y sentí aquel ambiente con toda intensidad...”
TRAS LOS PASOS DEL POETA El punto de partida del itinerario machadiano en Soria se sitúa en la primera de las casas que habitó Antonio Machado. En mayo de 1907, con 32 años, el poeta llega a la antigua Estación de San Francisco en un pequeño tren. Venía a conocer la ciudad en la que iba a vivir. Su primera vivienda sería la pensión de Collado 50, la calle comercial y peatonal más transitada de Soria, evidencia del espíritu de una ciudad que conserva el aire de las pequeñas capitales de provincia, pero también una de las más románticas de España. El recorrido continúa por la pensión de la calle Estudios 7, regentada en esos años por Isabel Cuevas, su esposo Ceferino Izquierdo y sus tres hijos: Leonor, Antonia y Sinforiano. Cuando Machado conoce a Leonor, ella tiene 13 años. A partir de ese encuentro la joven se convierte en su musa. El 30 de julio de 1909 se casan en la Iglesia La Mayor: Antonio tiene 34 años, Leonor apenas 15.
AULAS DE MACHADO A solo dos calles está el instituto en el que impartió clase y que lleva su nombre. Los días lectivos puede visitarse su claustro y el Aula “Antonio Machado”, donde se conservan en perfecto estado pupitres, actas y hojas de evaluación del docente más ilustre que ha tenido la entidad. Ante ellas es inevitable preguntarse por los afortunados que fueron calificados por el profesor...
El paseo prosigue por la casa donde Machado vivió junto a Leonor a partir de 1908, la Plaza Mayor, el Ayuntamiento, el Palacio de la Audiencia y su famosa campana: “¡Soria fría! La campana de la Audiencia da la una. Soria, ciudad castellana ¡tan bella! Bajo la luna”.
Otro de los rincones donde el viajero puede trasladarse a la época del poeta es el Casino Amistad, que exhibe con rigurosidad sus salones y cristalería. Después de adentrarse en la Soria monumental, un tesoro de palacios, conventos y ermitas, es imprescindible visitar la catedral de San Pedro y la iglesia de San Juan de Rabanera, ambas de origen románico, o perderse por el mercado, los cafés de la calle Zapatería y finalmente degustar la gastronomía local.
A pesar de que los platos sorianos forman parte de la denominada comida pobre, la cocina autóctona es muy rica. La etiqueta de pobre se refiere a la elaboración sencilla de materias primas a base de fogón y un poco de agua fresca: hongos y asados, embutidos, trucha, mantequillas, escabeches, migas y caldereta son los principales pilares. Todo para recuperar fuerzas y retomar el sendero preferido del poeta a orillas del Duero.
A tres kilómetros del centro se llega al antiguo monasterio de San Polo, de estilo románico y gótico, cuyo origen se relaciona con los Templarios y cuya construcción data del siglo XIII. “¡He vuelto a ver los álamos dorados, álamos del camino en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio, tras las murallas viejas de Soria-barbacana hacia Aragón, en castellana tierra!”. Allí un cartel indica que la ermita de San Saturio, santo patrono de Soria, dista 1300 metros. Se debe transitar hacia la ermita, con la mirada centrada hacia la parte izquierda del camino donde las cortezas de los árboles conservan palabras del poeta. “Estos chopos del río, que acompaña con el sonido de sus hojas secas el son del agua, cuando el viento sopla, tiene en sus cortezas grabadas iniciales que son nombres de enamorados, cifras que son fechas.”
LA TRAGEDIA El final del recorrido está marcado por la tragedia machadiana. Después de que Leonor enfermara de tuberculosis durante su estancia temporal en París, el médico le recomendó regresar a Soria, donde el aire puro facilitaría su recuperación. Machado se dedica con devoción al cuidado de su mujer. Para pasearla manda construir un cochecito, con el cual día tras día la lleva hacia la ermita de la Virgen del Mirón para sentarla junto a las tapias donde calienta el sol. Mientras tanto el poeta solía irse, llorando desconsolado, a la Esquina de los Cuatro Vientos, mirador en el que se visualiza una panorámica de Soria y los márgenes del Duero bordeando la ciudad.
De regreso en Soria se encuentra el camino que va de la plaza Mayor hacia la iglesia de Nuestra Señora del Espino, donde se levanta el olmo seco que el poeta evoca en un momento de esperanza para la recuperación de su esposa: “Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera”. Machado escribió estos versos en 1912. Pero, a pesar de la mejora inicial, Leonor empeoró y murió ese mismo año: “¡Ay, lo que la muerte ha roto era un hilo entre los dos!”.
Atrás del olmo está el cementerio del Espino, que conserva intacta la tumba de Leonor con una placa donde se lee: “El 1 de agosto de 1912, a las diez de la noche, en la calle Estudios Nº 7, a los 18 años de edad, casada con Antonio Machado Ruiz, de cuyo matrimonio no ha quedado sucesión, muere Leonor Izquierdo Cuevas”. Los funerales se celebraron al día siguiente en la iglesia La Mayor, donde casi exactamente tres años atrás se habían casado. Un año antes de su propia muerte, Machado recordaría a Soria en una entrevista concedida a La Voz de Madrid: “Cinco años en la tierra de Soria, hoy para mí sagrada –allí me casé; allí perdí a mi esposa, a quien adoraba–, orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano”z
Informe: Javier Travín.
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