Dom 15.01.2012
turismo

BRASIL SAN PABLO, CIUDAD A LO GRANDE

La jungla urbana

La mayor ciudad de Brasil es también la mayor del continente. Verdadera selva de cemento, tiene atractivos para todos: cultura, arte, gastronomía, historia, naturaleza y por supuesto futebol, uno de sus grandes imanes de siempre, y más ahora que se acerca el próximo Mundial.

› Por Graciela Cutuli

Un millón y medio de personas es un tamaño honorable para una ciudad entera. De hecho, varias capitales del mundo –como Viena, en Austria– apenas si alcanzan esa cifra. Es el mismo número de personas que transitan por la Avenida Paulista cada día, o uno de los tantos datos que dan vértigo cuando se quiere medir o rendir cuenta del tamaño de San Pablo. Una suerte de país dentro de otro, una ciudad que forma un mundo de por sí. Nunca ha sido mejor empleado el término de “jungla urbana” para hablar de la mayor ciudad del continente. En su traje verde, que recuerda los bosques subtropicales originales sobre los cuales fue construida, puede ser como la Fiona de los modernos cuentos de hadas: una ogresa ruidosa y enorme.

Sepan, por ejemplo, que su población es igual a la de un país como Grecia, que tiene un PIB igual al de Filipinas y que concentra casi el 10% de las riquezas de todo Brasil. ¿Algunos datos más? Tiene las mayores colonias de japoneses, portugueses y españoles que viven fuera de sus países respectivos. Sus empresas exportan un volumen igual al de toda la República Dominicana y es la sexta ciudad del mundo por su cantidad de multimillonarios. ¿Algunos más todavía? Cuenta con más de 4000 plazas públicas y 372 especies de aves. Produce 17.000 toneladas de basura por día y para ir a comer se puede elegir entre 12.500 restaurantes o 1500 pizzerías (que a su vez producen un millón de pizzas cada día). La lista podría seguir, pero mejor dejársela a los paulistas, que adoran comentar cuán grande es su ciudad...

En lugar de eso, mejor subir a uno de los restaurantes panorámicos que funcionan en la punta de una torre, como el del hotel Tivoli Mofarrej o el del edificio Terraço Itália. Es sin duda la manera más gráfica de ver a esta Fiona... Hasta el horizonte, troquelada por la silueta de los morros, corren los ríos de asfalto y trepan las torres de hormigón. La ogresa salpicada de verdes llega más allá del límite de lo que se puede ver. Y de noche, la ilusión de infinito es mayor aún. También se tienen vistas espectaculares desde el Pico do Jaraguá (que mide más de mil metros de altura) o gracias a un paseo en helicóptero, para recorrer la Avenida Paulista desde el cielo, olvidándose de las multitudes, del humo de los autos y del calor del verano local.

ARTE E HISTORIA París no se conoce si no se han visto los Champs Elysées. San Pablo, a su vez, no se conoce sin haber transitado aunque sea un tramo de la Avenida Paulista, la columna vertebral de una urbe que no para nunca, ni de noche ni de día. Es el paraíso y el infierno a la vez. El paraíso para los adictos a las marcas, las compras, las novedades y el bullicio. Más que la avenida principal de la ciudad, parece ser la de todo Brasil. Y al mismo tiempo, es el lugar que van a detestar quienes hayan elegido San Pablo para sus museos, su arte o sus parques. Aunque tendrán que pasar igualmente por ella para visitar el MASP, el Museo de Artes de San Pablo, que por supuesto se presenta como la mayor colección de América latina. No podía ser de otra forma: pero hay que reconocer que la calidad y la cantidad se complementan bien en sus salas, porque entre las 8000 obras expuestas están todos los grandes maestros, desde Rembrandt hasta los artistas contemporáneos. Y como cada museo tiene sus iconos, el MASP es reconocido por su colección completa de las bailarinas de Degas, una de las tres únicas expuestas en el mundo (las otras están en el Musée d’Orsay en París y en el MOMA, en Nueva York).

Quienes elijan visitar San Pablo como metrópolis de las artes se orientarán también hacia el Beco do Batman, una callecita cubierta de graffiti en el barrio bohemio de Vila Madalena. Es un lugar de bares, restaurantes, librerías, tiendas de moda y galerías de arte. Para completar el recorrido hay que ver asimismo la Pinoteca do Estado, el primer museo de arte de la ciudad, fundado en 1905. Como todas las ciudades modernas de las Américas, este siglo de historia le da una pátina venerable. Sobre todo en una urbe como San Pablo, que conservó apenas algunos de sus edificios históricos.

Una de estas excepciones es el Patio del Colegio, el edificio actual más antiguo y el único superviviente de las primeras épocas de la ciudad, cuando era una pobre y lejana villa del imperio colonial portugués. Fue construido alrededor de 1550 por los jesuitas y, luego de su papel religioso y educativo, fue también durante mucho tiempo sede del gobierno regional. Hoy es un museo, cuya impecable fachada blanca oculta sin embargo un pequeño secreto: es en realidad una réplica, construida en 1979, ya que el edificio original se había derrumbado. Sin embargo, dentro del edificio se conservaron algunos restos de una construcción posterior, levantada en 1680. Haciendo suyo el adagio italiano según el cual se non è vero, è ben trovato, los paulistas lo consideran a pesar de todo como el edificio más antiguo de su ciudad.

El Teatro Municipal es otro emblema del centro histórico de San Pablo. Un centro más bien chico, totalmente perdido en la inmensidad de la ciudad que creció alrededor de él. Este teatro monumental no goza de la fama del Colón de Buenos Aires, pero es una joya arquitectónica que recuerda la Opera Garnier de París, en la cual se inspiró su arquitecto. Fue inaugurado en 1911 y las crónicas de la noche del debut recuerdan tanto la presentación de la obra como el primer embotellamiento que se generó en sus alrededores. El primero de una larga, muy larga costumbre local.

MEDIO KILO DE MORTADELA La Estaçao da Luz es otro lugar para conocer de San Pablo, un icono de la revitalización del centro histórico, que había caído en decadencia en la segunda mitad del siglo XX. Las empresas y el gobierno estadual habían trasladado sus sedes a otros barrios, dejando decaer lo que era el casco más antiguo de la ciudad. Cuando se lanzó un plan de renovación, en los años ‘90, la estación de ferrocarril del Bairro da Luz fue el ejemplo de este cambio de rumbo. Se la conoce también como Estaçao Luz da Nossa Língua porque desde el año 2006 es la sede del Museo de la Lengua Portuguesa, uno de los únicos en su género. El edificio data de fines del siglo XIX y curiosamente fue copiado a partir de una estación de Melbourne, en Australia. No muy lejos está la torre Altino Arantes, que da un aire de déjà vu: ponga sus recuerdos a prueba al mirar su silueta... y reconocerá el Empire State Building, sobre el cual fue copiado a una escala menor.

También se encuentra allí cerca el edificio del Bovespa, que toma cada vez más auge en el mercado financiero mundial, pero que los paulistas no temen en calificar como la segunda Bolsa de valores mais grande do mundo. Y también el monasterio de San Bento, uno de los edificios más antiguos, donde los curiosos podrán asistir a misas con cantos gregorianos.

San Pablo es también la ciudad de los jardines. El Parque de la Independencia es uno de los más apreciados, y fue allí donde Don Pedro I declaró el fin de la colonia portuguesa en 1822. Junto a los jardines está el Museo Paulista, con colecciones que evocan la vida en los siglos XIX y XX. El jardín en sí incluye tanto un parque a la francesa como un bosque de esencias y frutales nativos.

En cuanto al parque Trianón, es un jardín botánico que forma una mini selva dentro mismo de la jungla de cemento, cerca de la avenida paulista, en el barrio Jardins, donde están las calles de moda para salir a comer y comprar.

El recorrido verde no se puede concluir sin pasar por el Parque do Ibirapuera, un complejo que es a la vez un gran pulmón salpicado de lagos y una zona para practicar deportes, visitar museos (entre ellos el MAM, el Museo de Arte Moderno y el MAC, el Museo de Arte Contemporáneo) y ver monumentos como la Plaza de la Paz o el Planetario. También hay un centro de exposiciones proyectado por Oscar Niemeyer y restaurantes. Algunos paulistas pasan directamente el día entero en Ibirapuera.

Pero hay muchos otros lugares y motivos para ocupar sus días en la gran selva de hormigón. Van aquí dos últimas recomendaciones para vivir dos experiencias distintas. La primera es para los fanáticos del fútbol, sobre todo ahora, en vísperas del próximo mundial que se jugará en parte en San Pablo. El Museu do Futebol es una vez más o mais grande do mondo, y de paso también el único, dicho por los paulistas. Está emplazado en las estructuras mismas del Estadio do Pacaembu, donde juega el Corinthians. Sobre varios pisos, se puede ver la historia del deporte, de los mundiales y también lo que representó a nivel social a lo largo del siglo XX.

La segunda recomendación es para golosos. Muy golosos en realidad, ya que se trata de la visita del Mercado Municipal. El lugar se puso de moda por su polo gastronómico (italiano sobre todo), pero también hay que ir para conocer toda la variedad de frutas que existe en Brasil. Las formas, los colores, los sabores y los olores son increíbles. Dan ganas de conocerlo todo y de hecho se puede hacer porque los vendedores no escatiman a la hora de hacer probar sus productos. El Mercado es una enorme mole de cemento de estilo neoclásico, del año 1933, y los restaurantes están ubicados en un entrepiso agregado recientemente. Los platos más populares son los pastéis (empanadas gigantes de bacalao) y los sándwiches de mortadela, con casi medio kilo de mortadela en cada entrega... Un ejemplo más de la desmesura brasileña, sin duda más que bienvenida por los turistas

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