SALTA. EXCURSIONES DE AVENTURA
Un viaje norteño y activo en todos los paisajes que ofrece la exuberante Salta: rafting por los rápidos del río Juramento, trekking a las Cuevas de Acsibi, bungee jumping en el dique Cabra Corral, movitrack a la Puna, parapente en el Cerro Aladelta y cabalgata en la Quebrada San Lorenzo. Un menú para aquellos que quieren recorrer la provincia sin escaparle a la aventura.
› Por Julián Varsavsky
El invierno es la temporada alta del turismo en Salta, no sólo por el clima templado, sino porque no llueve ni se cortan los caminos, como ocurre a veces en verano. Una de las formas de abordar los variados paisajes de la provincia es con la adrenalina que le agregan excursiones aptas para quienes buscan vértigo o, simplemente, un turismo diferente: empezando por un salto en bungee jumping desde un puente, si se quiere ser extremo, y llegando en clave más tranquila hasta el esfuerzo pausado y simple de una caminata, coronada por la contemplación de paisajes solitarios y deslumbrantes sin nadie en varios kilómetros a la redonda. A continuación, algunas de las excursiones de aventura más interesantes de Salta, a caballo, a pie, en 4x4, en balsa, en parapente o con un salto al vacío.
LAS CUEVAS DE ACSIBI Desde el pueblo colonial de Seclantás, en los Valles Calchaquíes, parte una curiosa excursión a las Cuevas de Acsibi que combina una travesía en 4x4 con un trekking. Organizada por Fido Aban desde la finca Monte Nieva, es una opción poco conocida, original y sumamente extraña por paisajes que parecen de otro planeta.
El paseo comienza en camioneta por los caminos de la finca, para avanzar sobre el cauce seco de un río en medio de una amplia quebrada. Se circula despacio río arriba calculando metro a metro las maniobras para evitar las piedras más grandes. A los costados crecen árboles de algarrobo achaparrados, mientras la quebrada se va convirtiendo en un cañón de paredes sedimentarias que encajonan el viento. Allí se comienza a caminar, luego de recorrer 16 kilómetros en el vehículo.
Sobre las laderas de los cerros se levantan cardones de hasta 12 metros y a la media hora de caminata se ingresa al cañón de Acsibi, cuyas rojas paredes de 100 metros de altura se van angostando como si fueran a aplastar al visitante. En este arenoso cañón el río tiene agua todo el año y hay cuatro pequeñas cascadas cuyos “escalones” se deben trepar por un costado sin mojarse (en verano en cambio es posible mojarse el calzado).
En las mañanas de invierno, las cascadas suelen estar congeladas al igual que el agua en el suelo. La vegetación se reduce a unos arbustos de cortaderas y chilcas, mientras aparecen unas extrañísimas paredes rojas cubiertas por una suerte de almohadillado de bolas superpuestas enclavadas en la montaña: es la huella de cuando todo esto fue el fondo de un lago.
El cañón se angosta cada vez más hasta cerrarse, pero dejando un pequeño túnel que se cruza en cuclillas, y luego se abre en una nueva quebradita. Unos metros más adelante ya no se puede avanzar más y el cañón termina en una cueva de formas onduladas con una cascada interior. Más que una cascada es un chorro de agua que brota misterioso de una pared de la cueva, donde la roca sedimentaria parece formar la cabeza de un pájaro colgando del techo patas para arriba. El paisaje de la cueva, con el agua brotando de las entrañas de la tierra, crea un ambiente entre surrealista y gaudiano, que convierte a este rincón casi secreto del norte argentino en uno de los más extraños y exóticos de nuestro vasto país.
A LAS NUBES El Tren a las Nubes no es la única alternativa para llegar a la Puna salteña, porque existe también la opción del Movitrack, una especie de camión remodelado para brindar a los viajeros una excelente vista de los paisajes, siguiendo casi todo el trayecto del famoso tren. Además agrega las Salinas Grandes y el pueblito jujeño de Purmamarca, donde está el famoso cerro de los Siete Colores (hay incluso quienes prefieren esta opción por ser más corta en tiempo, más amplia en recorrido y con similar precio).
Este Safari a las Nubes parte desde Salta capital y pasa por la Quebrada del Toro para llegar a San Antonio de los Cobres, donde comienza la Puna. En el camino se recorren pueblitos extraviados en medio de la nada, sumidos en absoluto silencio, con unas pocas casas de adobe y techo de paja. Unos llamativos corrales con paredes de piedra sobre piedra (pircas al estilo incaico) forman cuadrículas en medio de la inmensidad arenosa, donde cada tanto aparece algún pastor de poncho rojo y sombrero ovejón, arreando un tropel de chivos. A la vera del camino se ven algunos cementerios cercados por un murito de adobe, tras el cual sobresalen unas pocas cruces decoradas con flores que le otorgan al paisaje una dolorosa belleza.
Luego de pasar por San Antonio de los Cobres y el viaducto La Polvorilla se toma la ex Ruta 40 y aparece en la lejanía un resplandor blanco que irradia una extraña luminosidad. Más de cerca se vislumbra la planicie desértica totalmente blanca, que se pierde en el infinito de las Salinas Grandes. Allí no hay un solo arbusto, ni una rama seca. Tampoco hay tierra, ni ninguna otra cosa; solamente sal. La lisura del suelo es casi perfecta, salvo por los resquebrajamientos en forma de pentágono de un metro de lado que se reproducen con la exactitud matemática de una telaraña.
Luego de caminar un rato sobre el salar el vehículo ingresa en Jujuy y baja por la espectacular Cuesta de Lipán hasta el pintoresco pueblo de Purmamarca, para finalmente regresar a la ciudad de Salta, completando un recorrido de 520 kilómetros que se hace en 16 horas y media.
EN LA QUEBRADA SAN LORENZO Una de las alternativas más sencillas de trekking en Salta está en la zona de San Lorenzo, una villa veraniega a 12 minutos del centro de la ciudad. La excursión comienza junto al río San Lorenzo para llegar, luego de dos horas y media de caminata, al abra Las Tres Cruces, desde donde hay una vista increíble de la Quebrada de los Cajones con la precordillera de los Andes al fondo. En este trekking de tres horas se caminan 15 kilómetros, mientras llaman la atención los cambios de la vegetación en tan poca distancia: desde la frondosa selva de montaña en la parte baja hasta los áridos pastizales de altura.
En la Quebrada San Lorenzo se hace también una relajada cabalgata de tres horas por las lomas que rodean el pueblito. No hace falta tener experiencia, ya que se usan caballos mansos, cruza entre criollo con peruano de paso. La cabalgata recorre verdes pastizales entre el ganado de los pobladores locales y sube por el filo de una montaña hasta el Mirador Punta Balcón y su espectacular panorámica del Valle de Lerma. Entre la vegetación sobresale el churqui –un árbol mediano con espinas– y al descender se cruzan diferentes arroyitos. En total se recorren 20 kilómetros.
Quienes busquen una cabalgata más compleja pueden hacer una de dos días y una noche hasta la finca Punta del Cielo, donde se duerme en una casa equipada o en carpa.
LOS RAPIDOS DEL RIO Unos 100 kilómetros al sudeste de la ciudad de Salta, pasando el dique Cabra Corral en la RP 47, se realizan todo el año vertiginosas bajadas de rafting por el río Juramento y su docena de rápidos de niveles II y III (dificultad intermedia y baja). Chaleco salvavidas, casco y ropa impermeable son el uniforme para esta actividad. Y previa charla explicativa sobre la coordinación de los remos, la balsa sale al río, primero muy despacio y después “desbocada” a toda velocidad.
El paseo dura dos horas y media, en las que se recorren 12 kilómetros por un estrecho cañón de paredes de piedra. Estas paredes rocosas se formaron en la era Mesozoica del período Cretácico, hace 65 millones de años, y ofrecen un increíble agregado a la aventura: en las paredes hay huellas petrificadas de dinosaurios de un metro de largo.
El cañón del río Juramento también se puede cruzar con la técnica de tirolesa, con un arnés que cuelga de una cuerda de acero tendida sobre el abismo de lado a lado. En el cerro Peñas Blancas está el primer cable (el más corto, de 190 metros), que sirve para probar la técnica y ganar confianza. El segundo ya cruza el cañón en toda su longitud, de 349 metros, a una altura de 140 metros sobre el río. En total hay nueve tramos que llegan a una altura máxima de 500 metros y a una velocidad de 35 kilómetros por hora. En cada plataforma, mientras se toma un poco de aliento, se pueden ver ejemplares de la avifauna local: algún cóndor en lo alto, garzas blancas picoteando en la orilla del río, águilas, biguás y loros barranqueros.
POR LOS AIRES En el dique Cabra Corral, a 65 kilómetros de la ciudad de Salta, se puede probar el extraño placer de saltar al vacío: el bungee jumping. Consiste en lanzarse directamente de cabeza, en picada, con una cuerda elastizada muy bien sujeta a los tobillos, que se tensa al máximo varias veces mientras la persona toca el agua con las manos en cada estirón. Literalmente, no apto para cardíacos.
Una alternativa llamada puenting consiste en tirarse desde lo alto del puente que cruza el dique, atado con una soga y un arnés desde 45 metros de altura sobre las aguas. Entonces el aventurero hace un movimiento pendular a toda velocidad rozando el agua. Cuando el movimiento se detiene se baja a la persona para que suba sin mojarse directamente a un bote que la lleva hasta la orilla.
Si la idea es volar por los aires, la opción del parapente es bastante menos vertiginosa que las dos anteriores. Porque esta actividad es una de las más relajadas del turismo aventura e incluso es muy sencilla, ya que no hay que hacer absolutamente nada: no hace falta tener ninguna experiencia para sentarse sobre el arnés y mirar el paisaje, ya que el guía con quien se vuela en tándem es el que hace todo. Por supuesto no es tan simple como una vuelta en calesita, ya que el despegue implica el esfuerzo de arrastrar la vela contra el viento, pero una vez en el aire todo es placer y relajación.
En las afueras de Salta, el lugar para practicar esta actividad es el cerro Aladelta, donde se hacen vuelos de bautismo y se ofrecen cursos de iniciación.
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