LONDRES. TABERNAS Y CERVECERíAS HISTóRICAS
En plena efervescencia olímpica, otra espumita sube en los antiguos bares de Londres, algunos abiertos sin interrupción desde hace 350 años. El auge de los pubs victorianos de fines del siglo XIX en el Soho, el encanto de otros con decoración art nouveau y una visita al Red Lion, donde Marx y Engels esbozaron el Manifiesto comunista.
› Por Julián Varsavsky
Comenzaron las Olimpíadas y Londres está que arde, abarrotada como un hormiguero y con la espuma en ascenso, tanto en los estadios como en los pubs históricos repletos de ingleses flemáticos que salen de la oficina y visitantes de todo el mundo que se toman una ale en pubs de hasta 350 años de funcionamiento ininterrumpido. Como la monarquía, el Big Ben, Shakespeare y Los Beatles, los pubs son parte esencial del culto a la tradición que hay Inglaterra, un país donde los edificios suelen perdurar varios siglos más que en otros países y –por si fuera poco– cumpliendo su misma función y con su aspecto original. Un ejemplo impresionante es la Torre de Londres, nada menos que el primer castillo real erigido en 1078, aún en pie y casi sin la menor reforma. Un caso similar es el de los pubs. Solamente en Londres hay más de 5000, muchos de ellos con una historia varias veces centenaria.
EL ORIGEN Los romanos introdujeron en Gran Bretaña la forma originaria del pub hace unos 2000 años. En los pueblos del Imperio Romano existían las tabernae, donde se servía vino, comida y probablemente cerveza de elaboración propia. Durante la Edad Media el incremento de la población y la aparición de algunas industrias provocaron la constante contaminación de las aguas, apuntalando la importancia de la cerveza, la única bebida segura que se podía tomar.
Durante el reinado de Elizabeth I (1558-1603) Inglaterra expandió su poder por el mundo y se consolidaron las primeras concentraciones urbanas, donde proliferaron las tabernas, que por entonces sólo vendían vino. En 1666 el incendio conocido como el Gran Fuego de Londres destruyó casi toda la ciudad. Las construcciones medievales y las del período Tudor –todas de madera– fueron arrasadas, así como la mayoría de las tabernas y ale houses. Sin embargo, una casa de las afueras que no sucumbió a las llamas por pocos metros fue más tarde convertida en un pub llamado Hoop and Grapes, que aún hoy está en funcionamiento y se considera el más antiguo de Londres.
Durante la era victoriana, en la segunda mitad del siglo XIX, aparecen centenares de pubs por toda la ciudad. El término surgió en esta época refiriéndose a las public houses, lugares de reunión para tomar cerveza decorados con grandes espejos, piso de madera, paredes tapizadas con terciopelo o revestidas en caoba, y divisiones entre las mesas con paneles de madera y vidrio labrado con elegantes dibujos. Tanta pompa –que aún conservan numerosos pubs– no fue pensada para enmarcar el simple hecho de comprar una cerveza, sino que resulta el ambiente adecuado para un acto casi ritual cumplido diariamente al salir del trabajo.
En los pubs se reúnen desde hace siglos los grupos de amigos, las parejas de enamorados, elegantes hombres de negocios que cierran un trato con una cerveza y, por supuesto, quienes pretenden cambiar el mundo, como aquella pareja de revoltosos que en 1847 se reunió con delegados de diferentes países en una sala del Red Lion y definió el programa de acción de la Liga Comunista Internacional que, pasado en limpio, se convirtió en el Manifiesto comunista. El bar de estilo victoriano donde se reunieron Marx y Engels queda en el corazón del Soho, un barrio del centro de Londres que mantiene parte de su aspecto original del siglo XVIII, cuando fue abandonado por los aristócratas. De esa época quedan sus calles angostas y del siglo siguiente la estructura de casas de dos plantas de estilo inglés. Cuando el lujurioso Casanova estuvo en Londres en 1764, se alojó en el Soho, todavía hoy el distrito rojo de la ciudad, al igual que el joven Mozart, Wagner y Rimbaud.
El pub más interesante del Soho es The Argyll Arms, que abrió sus puertas en 1740. Durante el siglo XIX el lugar fue remodelado y se convirtió en un típico bar victoriano con alfombras rojas, una barra con apoyabrazos dorado, espejos de marco labrado con motivos vegetales y techo de madera. Allí suelen verse numerosos gentlemen de traje y paraguas sentados en las divisiones de madera y vidrio que separan las mesas, leyendo el Financial Times con seriedad de piedra.
En la calle Newburgh 16 está el pub The White Horse, con un frente de estilo art-déco y un interior también decorado como en los años ’30. Hoy se lo considera un pub moderno remodelado y con coloridas luces, donde se dan cita algunos personajes famosos del cine y la televisión. Muy cerca de allí se desemboca en el Chinatown, un segmento de unas dos manzanas que parece importado en bloque desde un barrio de Pekín. A pocas cuadras del Chinatown, en la calle Wardour 99, el pub The Intrepid Fox atrae la atención de muchos curiosos. No es un bar histórico sino temático, donde lo primero que se ve al entrar es un gran monstruo alado de metal con orejas diabólicas. La decoración remite al ambiente que atrae a las tribus urbanas góticas, dark y fans del hard-rock, con telarañas, calaveras y posters de los Sex Pistols. En lugar de trajes y corbatas, los clientes visten camperas de cuero y los mozos usan abundante piercing, tatuajes y remeras que rezan “Fuck the office”. Y como es usual, este contexto de apariencia violenta encierra un ambiente pacífico como pocos habrá en todo Londres.
CON ESTILO ART NOUVEAU El Blackfriar probablemente sea el pub histórico mejor decorado de Londres. Entre 1279 y 1799 el edificio fue una importante sede de la orden de los dominicos, a quienes se reconocía por utilizar un llamativo hábito negro. En este lugar se realizó en 1527 un encuentro especial entre Enrique VIII y una corte eclesiástica llegada desde Roma para escuchar los alegatos del rey, quien solicitaba en vano que se le concediera el divorcio de Catalina de Aragón. Y fue aquí, en consecuencia, donde Enrique VIII decidió disolver el tortuoso matrimonio por su cuenta y rompió también con la Iglesia, declarándose a sí mismo representante máximo del clero en Inglaterra.
Este pub merece una detenida exploración. Conviene ordenar una cerveza –una Guinness, por ejemplo– y dedicarse a examinar el interior. Desde la puerta de entrada se ve hacia afuera la impresionante cúpula de la catedral de Saint Paul, y sobre el marco de la puerta recibe al visitante la estatua de un hospitalario monje negro. El piso es de madera y se observan en la parte superior de las paredes bajorrelieves de mármol y bronce, con alegres monjes inmersos en su actividad cotidiana. Al fondo del pub hay una hermosa sala con arcadas medievales y paredes de mármol cubiertas con vistosos mosaicos, espejos y un cielo raso recubierto de oro.
En Londres los pubs abren a las once de la mañana y cierran a las once de la noche, aunque los más modernos se extienden hasta las dos de la mañana los fines de semana. A las 22.45 una campana anuncia la última ronda de pedidos y los rezagados deben apurar el trago porque –como en toda Inglaterra– impera una puntualidad de hierro. En un país que rinde un culto casi obsesivo a la tradición, cuando uno se entera de las historias encerradas entre las paredes que rodean la mesa en la que se conversa –en la de al lado, por ejemplo, Marx o acaso Dickens se tomaron una cervecita– la bebida ya tiene otro sabor y un significado que hace mirar la espumita que sube con un poco más de respeto.
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