TURISMO ET. EN BUSCA DE EXTRATERRESTRES
Como dice la canción, Fabio Zerpa tenía razón. Los alienígenas están entre nosotros, o por lo menos así se podría creer, dada la increíble cantidad de lugares turísticos que se promocionan por medio de los extraterrestres: no hace falta viajar a Marte cuando la Tierra ofrece tantos “encuentros cercanos del tercer tipo”.
› Por Graciela Cutuli
Aunque el hombre haya caminado sobre la Luna hace más de 40 años, los viajeros que viven con los pies en la Tierra por ahora sólo pueden darse una vuelta por la estratósfera: el turismo espacial apenas está balbuceando. Según los ufólogos, no es el caso de lo que pasa en otros mundos: todo lo contrario, ya que nuestro planeta incluso parece uno de los destinos favoritos para las vacaciones de los extraterrestres. Como el entrañable ET que hace 30 años conquistó a los terrícolas desde la pantalla grande, Spielberg mediante.
Extraterrestres en viajes de placer, o de estudios –como se quiera considerar– dejaron así su huella en varios lugares del mundo. Erich von Däniken, el escritor suizo que creó la astroarqueología, no lo desmentirá: hace años que investiga lugares vinculados con supuestas visitas desde el espacio. Tampoco el francés Robert Charroux, fundador de la teoría del neo-evemerismo, acerca de supuestos astronautas civilizadores en la Antigüedad. Sin mencionar a los vecinos de Roswell, en Nuevo México, o los acólitos de Fabio Zerpa y los peregrinos del cerro Uritorco en la Argentina.
¿Será nuestro planeta azul el ansiado destino turístico de los viajeros de otras galaxias? En los cinco continentes, gran cantidad de lugares parecen demostrarlo. Pero antes que nada hay que hacer una distinción entre dos grupos: por un lado están los lugares vinculados con los “paleocontactos”, visitas de los antiguos astronautas que habrían aportado la vida a la Tierra y estuvieron en el origen de las civilizaciones; por otro, los lugares vinculados con visitas o avistajes en la actualidad. Suban a su bicicleta y a pedalear fuerte, para tratar de elevarse –como en la mágica escena de ET– para dar una vuelta a ese mundo alienígena discretamente (o no tanto) escondido en el nuestro.
EN EL ORIGEN ERA ET ¿Por qué, para quién, cómo fueron trazadas las líneas de Nazca en Perú? Son muchas las preguntas que suscita uno de los mayores enigmas de las Américas, junto con los moais de la Isla de Pascua. Estos gigantescos dibujos sobre las montañas se pueden apreciar únicamente desde el cielo y fueron considerados por Charroux y Von Däniken como una de las más tangibles evidencias de las visitas alienígenas a las culturas del antiguo Perú. En la vecina región de Ica, un descubrimiento apoyó esta tesis: se descubrieron cantos rodados grabados con escenas muy curiosas para las épocas prehispánicas en que supuestamente fueron trazadas. Allí se puede ver a un astrónomo que estudia el cielo con un telescopio; un dinosaurio o una operación del corazón. Para muchos, la explicación es sencilla: son meras falsificaciones para engañar a los turistas. Pero otros tantos, defensores de la teoría de los Antiguos Astronautas, las toman como un ejemplo más de las visitas discretas pero periódicas que la Tierra recibe desde el espacio. Ica es, por otra parte, la puerta de entrada para visitar las líneas de Nazca y el Parque Nacional de Paracas, donde se pueden hacer numerosas excursiones para avistar la fauna local (pingüinos, flamencos, lobos marinos) y observar un gigantesco candelabro grabado en la roca visible desde el mar. Otro misterio que genera escritos y polémicas desde su descubrimiento.
MISTERIOS DE PALENQUE En la selva tropical del estado mexicano de Chiapas, la ciudad maya de Palenque es uno de los más fantásticos sitios arqueológicos del continente americano. También es una fuente inagotable de conocimientos sobre la cultura maya, que todavía tiene incontables misterios y enseñanzas para develar: apenas la décima parte de la ciudad fue rescatada de la vegetación de la densa selva. A fines de los ’40, uno de esos descubrimientos sacudió el mundo y atrajo la atención de los partidarios de la teoría de los Antiguos Astronautas. Fue cuando el arqueólogo Ruiz Lhuillier encontró un pasillo bajo una de las pirámides de Palenque y llegó a una tumba con símbolos alusivos al ciclo de la vida y de la muerte. Uno de ellos daba lugar a una singular interpretación: era la representación de un astronauta dentro de su nave espacial. No faltaba más para ver en el origen de la civilización y las construcciones mayas la intervención de alguna mano extraterrestre. Los científicos que trabajan en Palenque, sin embargo, lo interpretaron más bien como una representación de la posición fetal.
Otro visitante del espacio fue “dibujado” por una antigua civilización, esta vez en el Sahara. Se tratan del marciano del Tasili, pintado en los frescos descubiertos en pleno desierto por Henri Lhote en 1956. Los dibujos de hombres con cabezas redondas serían en realidad extraterrestres con sus cascos... ¿Tal vez visitantes de Sirius? Esta estrella de la constelación Canis Maior es una de las más brillantes en el cielo, tanto debido a su cercanía con nuestro sistema solar como a su tamaño. Su destellante blancura se puede observar en el cielo cada noche: del mismo modo la pudieron admirar los dogones, un pueblo del actual Malí que llamó la atención de los científicos actuales. Entre otras cosas, porque sin tener telescopios ni instrumentos de observación astronómica sabían que Sirius es una estrella doble. Sirius A es la que todos podemos ver en el cielo nocturno; Sirius B es una enana blanca descubierta a principios del siglo XX por el astrónomo norteamericano Robert Aitken. ¿Cómo los dogones primitivos podían tener tales conocimientos científicos? Gracias a las visitas de habitantes del sistema de Sirius, responden los ufólogos. Lo cierto es que el misterio le hizo propaganda a este pueblo del Sahel y le permitió desarrollar un incipiente movimiento turístico, interrumpido por las –bien terrestres– guerras civiles. Mientras tanto, los escépticos suman el caso Sirius a otras tantas explicaciones extraterrestres en el mundo: la construcción de las pirámides de Egipto, el tallado de los moais de la Isla de Pascua, el trazado de una pista de aterrizaje para ovnis en el Templo de Júpiter en Baalbeck, en el Líbano.
AQUI RADIO VENUS LLAMANDO Los venusinos vinieron a hacer turismo a la Tierra en tiempos inmemorables. Y siguen hoy día: el pequeño ser de Roswell es el más famoso de estos visitantes supuestamente llegados del espacio infinito. Pero no es el único según los ufólogos, firmemente convencidos de desembarcos extraterrestres en lugares no tan lejanos, como el cerro Uritorco.
Estados Unidos, la superpotencia de la exploración espacial –y de Hollywood, dicho sea de paso– se lleva la palma de las visitas. Como en las películas de ciencia ficción, los pilotos de avión avistan regularmente objetos voladores no identificados, como el que pasó el 24 de junio de 1947 por los cielos por encima del Monte Rainier, cuando un piloto vio en sus alrededores naves extrañas.
Sin embargo el lugar turístico por excelencia es Roswell, una remota localidad en el desierto de Nuevo México que se convirtió en el sitio más concurrido y famoso del mundo de la ufología, destino de miles de visitantes cada año. Si no fuera por los “marcianos”, la ciudad apenas sería conocida hoy como lugar natal de la actriz Demi Moore. Pero en 1947 se “estrelló” una nave espacial y la puso en el centro de la atención de medio mundo: desde entonces no hay quien no sepa de su existencia.
Con un encuentro anual, museos y tiendas especializadas, la ciudad vive en gran parte gracias a este regalo literalmente “caído del cielo”. No hay que perderse el International UFO Museum, con su fachada kitsch. Está sobre la avenida principal de Roswell y es el principal museo sobre el tema, además de un centro de investigaciones especializado en platos voladores. En Roswell, hasta el Mc Donald’s y el supermercado WalMart hacen referencia a los visitantes del espacio. El único inconveniente es que hay que hacer un largo camino para llegar, ya que la ciudad está lejos de todo. Tanto que la Fuerza Aérea estadounidense instaló allí una de sus bases más secretas hasta los años ’60.
En el terrestre mundo de los extraterrestres, otro lugar conocido es el “hangar 18”, en la base militar Wright-Patterson de Dayton (Ohio). Lo popularizó una canción de Megadeth: ahí estarían almacenados varios platos voladores y los cuerpos de sus pilotos. Pero como en Roswell, el hermetismo militar prevalece. Y más aún en la Zona 51, una base secreta de las Fuerzas Armadas en el desierto del Nevada, donde se vieron de noche extraños objetos luminosos en el cielo. ¿Prototipos de vehículos aéreos no tripulados o naves espaciales? Cada uno tiene su teoría, bien alimentada por el silencio oficial.
Lo mismo ocurre en Tungunska, en medio de las inmensidades de-siertas de Siberia. La entonces URSS, la otra superpotencia espacial, no podía quedarse sin su visita desde el espacio, de modo que para muchos el meteorito caído en 1908 fue más bien una nave espacial que se estrelló contra el suelo. El lugar es tan remoto y alejado de cualquier otro que resulta difícil convertirlo en un centro turístico: sólo los más intrépidos de los apasionados por el tema se animan a emprender el largo viaje, que cruza los bosques siberianos. Lo mismo que en la isla de Spitzberg, del archipiélago noruego de Svalbard. Este archipiélago perdido en los confines del Polo Norte sufrió también un misterioso choque en 1952: aunque, como en el caso de las demás visitas de alienígenas, hay una explicación racional. En este caso sería un proyecto de aeronave desarrollado por científicos durante la Segunda Guerra Mundial, que corrió el destino de estrellarse en el lugar.
Las figuras geométricas complejas que se ven recurrentemente en campos de cereales de Norteamérica e Inglaterra son también objeto de muchas polémicas entre ufólogos y racionalistas; al fin y al cabo no importa tanto quién tiene razón, sino que siempre generan movimiento de visitantes. Como ocurre en Hessdalen, un valle de Noruega donde se ven regularmente desde los años ’80 luces que no pudieron ser explicadas científicamente. Por las dudas, se instalaron equipos de análisis y de detección: al fin y al cabo, hay que estar en primera fila en caso de un hipotético desembarco de ET.
¿Pero no será la Argentina la que les gane de mano? Porque en las afueras de Andacollo, cerca de la cordillera neuquina, hay una pasarela de madera que sirve de punto panorámico sobre el valle del río Neuquén: el lugar se llama Mirador de la Puntilla, y los vecinos lo visitan de noche, desde que algunos aseguran haber visto allí luces extrañas que bien podrían ser de otro planeta. Y si no es así, tienen lugar para desembarcar en el Uritorco. Bien lo dicen y lo explican en la tercera punta del “triángulo ovni” argentino, el curioso museo dedicado a los extraterrestres en Villa General Belgrano.
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