Dom 20.01.2013
turismo

CORDOBA. DIQUES, SIERRAS Y TRENES

Una luz en el camino

El Museo Usina Molet invita a conocer el camino de la electricidad desde su creación hasta nuestros tecnológicos días. Además, su entorno permite disfrutar de las Sierras Chicas y el Valle de Punilla mediante algunas caminatas o con el clásico Tren de las Sierras, la otra gran obra puesta en valor para la zona.

› Por Pablo Donadio

Fotos de Maria Clara Martinez

Guillermo Gastón matea en la vieja galería de madera, a los pies del río Suquía. Mientras corre un tiempo muerto en la Empresa Provincial de Energía de Córdoba, limpia el pasillo de las antiguas casas del barrio obrero en la vieja represa Molet, una de las usinas que supo generar energía con el embalse del dique San Roque, el principal abastecedor de agua de la capital cordobesa. Aquel barrio dinámico de casitas iguales ya no existe, y los ruidos del reinaugurado Tren de las Sierras apenas alteran el silencio sublime del Valle de Punilla y sus Sierras Chicas, más verdes que nunca por estos días. “La usina ya no funciona, pero seguimos aquí con mantenimientos eléctricos y el trabajo del museo, que no es poco”, dice. A sólo dos kilómetros del dique, camino a Carlos Paz, el Museo Usina Molet (MUM) se enclava en un escenario natural tan rico que el Sindicato de Luz y Fuerza organizó un paseo por detrás que ha quedado incluido en su ya célebre programa Caminatas con Aire Puro. Así es posible combinar una actividad al aire libre y el paseo por una obra de ingeniería colosal con un espacio cultural y de recreación que ahonda en la historia de la electricidad y los fenómenos de medición que permitieron a la provincia sobrevivir a su suelo pedregoso.

LA HISTORIA Más allá de los descubrimientos eléctricos, el verdadero desarrollo de esa industria comenzó con el aprovechamiento de la reserva energética del embalse de agua más grande del mundo por aquellos años: el dique San Roque. Construido por Juan Bialet Massé y Carlos Cassaffousth en 1889 sobre la cuenca del Suquía, se instalaron en su bajante cuatro usinas hidroeléctricas que, como postas, fueron generando electricidad para la Docta. La primera fue Casa Bamba (1897), luego Molet (1901), después La Calera (1911) y por último la central San Roque (1959). De ellas, Bamba y Molet representan dos hitos en la generación hidroeléctrica para su tiempo, pese a que ambas quedaron fuera de servicio en la década del ’60.

En cuanto a ésta, la historia cuenta que hacia 1897 el ingeniero francés Alfredo Molet tramitó los papeles para colocar una empresa de carburo de calcio, un elemento que por esos días comenzaba a utilizarse en el alumbrado artificial en reemplazo de las velas, el kerosén y el petróleo. Para hacer funcionar los hornos de la fábrica, Molet necesitaba energía eléctrica, y con ese objetivo obtuvo la concesión para instalar una pequeña usina eléctrica que surgiera de la fuerza del Suquía. Algunos historiadores afirman que detrás de Molet estaba la figura Bialet Massé, quien superaba a su manera los sinsabores del juicio por la equívoca construcción del primer paredón del dique.

Supuestamente, el verdadero interés radicaba en generación de energía eléctrica propia, ya que a comienzos del siglo XX eran dos las compañías que abastecían de electricidad a la ciudad: The Cordoba Light & Power (conocida como la Compañía de Luz y Fuerza, de capitales estadounidenses) y la Compañía General de Electricidad (de origen británico). Siguiendo el plan, pocos años después ya no se producía carburo de calcio, y toda la compañía se enfocaba a proveer de luz y fuerza motriz a la ciudad. Un texto del propio museo relata el momento: “En la casa de máquinas se instalan dos turbinas Francis de 550 HP y dos grupos menores, Hércules Progress, de 125 HP. En un plano más elevado la sala contigua alberga los hornos de planta cuadrada y boca de carga abierta en la parte superior, donde el calentamiento por arco voltaico permite transformar la mezcla de cal y carbón en el producto final: la energía”. En línea con la política nacional, en el año 1946 se determinó el fin de las concesiones otorgadas a los proveedores de luz, y a partir de entonces el Servicio Público de Electricidad se transfirió al estado provincial, pero la usina Molet se mantuvo en servicio hasta 1964, cuando sólo se utilizó como depósito. El 18 de mayo de 2005, tras años de proyectos y presentaciones a nivel local, el lugar reabrió sus puertas en forma de museo. “Este tipo de instalaciones, tan fuertes como armónicas con los materiales de su entorno, ya no existen, por eso se decidió transformar el edificio en un museo de la electricidad. Y me animo a decir que más que una recuperación de un edificio histórico, se apunta a generar una nueva comunicación con la comunidad, con la mirada puesta en las nuevas generaciones”, dice Silvana Reboredo, una de las guías responsables.

LA VISITA Una vez adentro, el MUM ofrece muchos recorridos al visitante, desde la mirada estrictamente técnica al mundo siempre atractivo de las anécdotas. “La visita sirve para tomar conciencia de la importancia de la electricidad en nuestras vidas, para aprender a utilizarla racionalmente y minimizar los impactos ambientales de su consumo. Y otra idea es abrir el espacio a la historia, el arte y la cultura, por eso suele haber muestras plásticas, exposiciones y espectáculos musicales”, señala Reboredo.

Integrado por tres grandes salas readaptadas a los distintos niveles que tenía el edificio, desde la primera planta se transita la memoria de la industria y el desarrollo de la ciencia eléctrica de la región, con viejos artefactos y enormes tapones y capuchones de cerámica, hierros y transistores. Poco después se llega a la tecnología actual: aquí el tema de los recursos naturales es clave, y su uso uno de los ejes centrales para conservar el paisaje y los atractivos turísticos y culturales de la zona, lo que permite el desarrollo circular de recursos económicos alternativos para las comunidades vecinas. El museo se transforma así en un ámbito de encuentro académico, vecinal, artístico y social.

En la planta siguiente e intermedia hay unas pequeñas oficinas de madera al estilo de un loft donde trabaja parte del personal. Desde allí surgen dos salas con excelentes condiciones para actividades artísticas y culturales, utilizadas varias veces para la programación de exposiciones, recitales y conciertos de música clásica. Reuniones de empresas, actividades escolares y conferencias de prensa han sido otros motivos de visitas al MUM, que ocasionalmente propone paseos por los alrededores para disfrutar del paisaje serrano y observar la flora y la fauna autóctonas. Allí es posible ver una estación casera de tren, cuando el hoy Tren de las Sierras unía Córdoba con Cruz del Eje, allá por 1892. En su travesía, más desafiante que épica por las montañas del Valle de Punilla, el viejo ramal del Belgrano acercaba pueblos y reactivaba economías regionales, atravesando laderas y desandando uno de los recorridos más bellos de la provincia.

Un siglo después, la magnífica obra de ingeniería quedó entrampada entre la desinversión y los convenios con otros medios de transporte alternativos, hasta dejar de funcionar. Su abandono impuso la implementación de un complejo programa de rehabilitación que permitiera reanudar el servicio, con tres etapas que poco a poco extenderían su llegada. A mediados de 2007 se puso en funcionamiento la fase experimental entre las estaciones Rodríguez del Busto y La Calera. Para este servicio se incorporaron tres nuevas formaciones con capacidad para 117 pasajeros cada una. Se les realizó reparación y rediseño integral de carrocería y cabina de mando con nuevos elementos de seguridad (puertas automáticas, butacas ergonómicas, baños químicos). El éxito llevó a una ampliación a Santa María de Punilla y Cosquín, sumando ya 52 kilómetros, con un recorrido que dura un poco más de dos horas surcando túneles, laderas y poblados. Desde las ventanas del MUM, el espacio que volvió a la vida tras décadas de abandono, Gastón sigue la imagen serpenteante del ferrocarril, otro reciclado que a su modo se ha puesto en valor y se disfruta como una posta de las caminatas tumultuosas de Luz y Fuerza. “Los tiempos cambian hijo, pero lo que sirve se aprovecha, se recicla. Siempre.”

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