CóRDOBA MEDIA LEGUA DE ORO CULTURAL
Con presente estudiantil y pasado aristocrático, el barrio Nueva Córdoba guarda tesoros patrimoniales. Su avenida Yrigoyen conduce por palacetes y petit hoteles de principios del siglo XX convertidos en museos de arte: Caraffa, Fader, Malanca, Spilimbergo y Alonso, entre otros artistas locales, guían este city tour por la cultura cordobesa.
En la Docta, el circuito turístico la Media Legua de Oro Cultural abarca una serie de edificios patrimoniales donde se resguardan y exhiben pinturas y esculturas de autores cordobeses de diferentes épocas. También hay lugar para el teatro, la danza y la música. En esas galerías, museos y escenarios viven parte de la historia y el presente de la cultura local.
“Muchos de los visitantes que llegan al Museo Evita-Palacio Ferreyra, por ejemplo, lo hacen atraídos por la magnificencia de su fachada, desconociendo que en su interior hay valiosas colecciones de arte”, cuenta Ana María Visintini, una de las guías. De allí el doble atractivo de este paseo: afuera, el turista se detiene ante obras de la arquitectura de principios del siglo XX; adentro, la música, el teatro, la pintura y la escultura siguen sorprendiéndolo.
La Media Legua de Oro Cultural fue inaugurada por el gobierno de Córdoba en 2007. Abarca 2,5 kilómetros de recorrido, algo así como 25 cuadras. Este circuito turístico-cultural incluye el Teatro Real, el Teatro del Libertador, el Paseo del Buen Pastor, el Museo Evita-Palacio Ferreyra, el Museo Palacio Dionisi, el Museo Caraffa, el Museo de Ciencias Naturales y la Ciudad de las Artes. Dentro de ese circuito, hay un sector que rodea la transitada Plaza España con tres museos de arte a su alrededor. Cámara en mano, hacia allí emprendimos el recorrido acompañados por el tórrido anticipo de primavera.
CUADROS POR REJAS Junto al Teatro Libertador General San Martín (1891) está el shopping Patio Olmos, punto de encuentro de los cordobeses. Al frente, la llamada Fuente del Perdón suma atractivo con sus luces de colores en una de las esquinas más famosas de Córdoba: el cruce de bulevar San Juan, Vélez Sársfield e Hipólito Yrigoyen.
Desde allí, la avenida Yrigoyen nos dirige hacia la plaza España mientras caminamos rodeados por edificios que invitan a una pausa en sus bares. Las mesas en las veredas son el recreo previo al fin de semana de los oficinistas de Nueva Córdoba, que aprovechan para improvisar un after office, y de los estudiantes universitarios.
A dos cuadras del shopping aparece el concurrido Paseo del Buen Pastor. Durante años allí funcionó una cárcel de mujeres, hasta que el lugar fue convertido en un multiespacio cultural en 2007. Su fuente de aguas danzantes, sobre calle San Lorenzo, es uno de los atractivos más visitados. El ingreso a la ex capilla neogótica, hoy centro de exposiciones, se encuentra sobre Hipólito Yrigoyen. Al entrar, impactan vitrales y murales con motivos religiosos sobre la vida de Jesús. Inaugurada en 1905, fue desacralizada en el año 2000.
Desde los balcones de los espacios recreativos del paseo vemos diferentes esculturas que se mezclan con jóvenes recostados sobre el césped tomando mate. A lo largo de todo el año hay además una nutrida agenda de eventos: recitales, muestras de arte, obras de teatro, espectáculos musicales, presentaciones de libros, fotogalerías. En Buenos Aires y Obispo Oro, restaurantes y bares constituyen un polo gastronómico para turistas y cordobeses.
En el Buen Pastor coexisten el clásico estilo de la Córdoba del siglo XX con las tendencias de diseño expresadas en los muebles de los bares, las superficies de vidrio y cemento del complejo y el mobiliario urbano del Estudio Cabeza, ubicado en las áreas de recreación.
REYES DEL ARTE Tras la pausa, nos espera el Museo Superior de Bellas Artes Evita-Palacio Ferreyra. Por un lado, la aristocrática familia Ferreyra, propietaria del lugar a principios del siglo XX, está presente en los detalles del edificio. El palacete es un retazo de la Belle Epoque. Por otro lado, el nombre de Eva resignifica este símbolo de la elite local en un espacio cultural, abierto ahora a cordobeses y turistas. Esa hibridez también se da en la remodelación. El mármol de Carrara de la escalera convive con el vidrio de algunos sectores y el mobiliario de acrílico del bar. En la Sala de Interpretación se conoce la historia del palacete: es que, para muchos, la casa es una obra de arte en sí misma.
El Palacio Ferreyra fue inaugurado en 1919 como residencia de la familia de Martín Ferreyra, con planos del arquitecto francés Ernst-Paul Sanson. El diseño arquitectónico, la ornamentación y la decoración interior están relacionados con el estilo Imperio, de impronta clasicista. Hay objetos de los estilos Luis XV, XIV, XVI y XVIII. Su gran parque, donde abundan pinos y palmeras, fue diseñado por Charles Thays.
El museo exhibe cerca de 170 obras dentro de sus 12 salas, distribuidas en diferentes niveles. La muestra permanente incluye a Emilio Caraffa, Antonio Seguí, José Malanca, Lino Spilimbergo y Emilio Pettoruti, entre otros. En el hall de ingreso Las Cuatro Estaciones de Malanca nos trasladan a paisajes serranos. Otros sectores también están dedicados al costumbrismo. El paisaje tiene peso en la historia del arte cordobés, cuenta Ana, quien nos va guiando por las salas. También hay varios retratos. Los ojos de las mujeres pintadas por Spilimbergo son inolvidables.
En el primer piso, nadie sale indiferente tras visitar la serie Manos Anónimas, de Carlos Alonso. Esta colección permanente se basa en los años de la última dictadura militar. El peso de la crueldad se refleja en los trazos, la paleta cromática y las composiciones que tienen como protagonistas a mujeres y niños. De repente, la sala se llena de silencio.
DIONISI Los colores que las calles de Córdoba se niegan a ofrecernos van apareciendo en las colecciones de arte de estos museos. Debido a la sequía que dejó el invierno, las veredas se ven grises y ocres. Sin embargo, el nuevo Museo Palacio Dionisi nos recibe con una alfombra de flores rosadas, que los lapachos crean sobre la avenida Yrigoyen 622.
El Palacio Dionisi fue residencia de Juan Kegeler. Luego pasó a manos de su hija Margarita, quien se casó con el reconocido médico Humberto Dionisi. Diseñada por el arquitecto Miguel Arrambide, la construcción finalizó en 1924. Aún conserva sus escalones de mármol de Carrara en el ingreso, la escalera bifurcada que dirige al primer piso, la claraboya de hierro y vidrio y un impactante vitral en el hall principal.
El edificio se distingue por su estilo de petit hotel, con desarrollo vertical. Posee 31 habitaciones en 220 metros cuadrados cubiertos. Desde hace algunas semanas esas habitaciones funcionan como salas del nuevo museo. En total, son dos plantas con 12 salas de exposición dedicadas a la escultura, la arqueología, el diseño y las artes visuales.
La exposición inaugural es una muestra temporaria de esculturas. Permanecerá abierta durante septiembre con obras de 24 artistas cordobeses. Entre otras esculturas, nos quedan grabadas la obra de María Teresa Belloni, una impactante puerta con un espacio en el que aparece representado El Principito, y la creación de Susana Lescano, en la que una intrincada e inquietante trama de alambres herrumbrados conforma un nido.
BELLO CARAFFA Siguiendo la curvatura de la rotonda de la plaza España llegamos al Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa. Su nombre recuerda a uno de los impulsores del arte en estas tierras. En este espacio cultural prevalecen obras de artistas contemporáneos y, a diferencia de los otros museos, esa contemporaneidad es anunciada desde el ingreso. Aquí no hay escaleras de mármol ni pisos de pinotea, sino extensos escalones de cemento alisado acompañados por mucho vidrio.
En el Caraffa los espacios de exposición son amplios e intimistas a la vez. Los gruesos muros resguardan del bullicio de la plaza España. El museo cuenta con diez salas organizadas en cinco niveles, donde escaleras y rampas cobran protagonismo. Actualmente se pueden disfrutar obras de Carmelo Arden Quin, Oscar Brandán, Luciana Bertoloni, Carlos Gómez Centurión, Rodrigo Fierro y Walter Páez. Algunas pinturas como las de Gómez Centurión abren la puerta para viajar a los misterios de la cordillera.
Para finalizar el recorrido pasamos por la librería del museo y terminamos como empezamos: sentados en un bar, disfrutando de la Docta. Después de hojear algunos libros expuestos se nos cruza el nombre de Pierre Bourdieu y queda flotando una pregunta: ¿qué es lo que permite convertir una creación en una obra de arte?.
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