AZERBAIJáN. LA “TIERRA DEL FUEGO”
Entre Asia y Europa, en el corazón del Cáucaso, Azerbaiján es un país por descubrir que sorprende por la modernidad de Bakú, la capital, además de la riquísima herencia de una historia milenaria. “Torres de fuego”, alfombras voladoras y banderas gigantes jalonan el recorrido por esta potencia petrolera que busca atraer turismo de todo el mundo.
› Por Graciela Cutuli
Crisis va, crisis viene, a pesar de todo el turismo no se detiene y está siempre en busca de nuevos destinos, cada vez más remotos, cada vez más exóticos. Los últimos años asistieron a la explosión de los turistas de Oriente, a la expansión de las aerolíneas del Golfo Pérsico, al nacimiento de nuevos puntos que dejan atrás el mapa del turismo convencional. En ese nuevo mapa está resaltada Azerbaiján, la república caucásica que durante décadas formó parte de la Unión Soviética, hasta su independencia en 1991. Hoy día el aislamiento del pasado quedó en la historia: Bakú, la capital, está conectada en forma directa con las principales capitales de Europa y Asia, y empieza a atraer también a turistas llegados de latitudes aún más lejanas. Y aunque sea todavía un destino naciente, destacado por la Unesco por su patrimonio histórico y sus sitios arqueológicos, probablemente lo que más sorprende es la modernidad y el desarrollo de la capital, situada sobre las orillas del Mar Caspio. Al punto de que para algunas guías internacionales Bakú es uno de los diez mejores destinos para la vida nocturna urbana en todo el mundo.
TORRES DE FUEGO Bakú se sumó a la carrera por conquistar turismo desarrollando un impresionante skyline que no empalidece ante las siluetas urbanas como las de Doha o Abu Dhabi. Y en ese perfil se levanta su complejo edilicio más famoso, las Flame Towers, que rinden homenaje al apodo de Azerbaiján como “tierra del fuego”. La construcción de las torres se realizó entre 2007 y 2012, con una altura máxima de 190 metros en la torre más alta. Lo impresionante es que las Flame Towers están totalmente cubiertas de pantallas de led, con más de 10.000 luminarias de alta potencia, que difunden en la noche un movimiento de fuego visible desde toda la ciudad. Así, el conjunto de las tres torres –donde funcionan un hotel, departamentos y oficinas– se convierte en una suerte de triple antorcha icónica, como se vio en 2011, cuando le tocó a Azerbaiján organizar el concurso europeo de la canción Eurovisión.
Bastante desconocido por estos lares, pero muy popular en Europa –donde tuvo su hora de gloria en los ’60 y ’70, cuando hasta lo ganó Abba con “Waterloo”, para luego caer en poco en manos del kitsch–, el concurso Eurovisión es furor sobre todo en el este europeo. Más que un concurso de música, muchos le reprochan haberse convertido en una vidriera de reafirmaciones nacionalistas donde cada país, como no puede votarse a sí mismo, por lo menos vota a sus vecinos. Bakú aprovechó la oportunidad de tener semejante vidriera de modo inesperado: ganó el concurso en 2011 y por lo tanto le tocó organizarlo el año pasado, aprovechando para relanzarse con fuerza como destino turístico. Mostró para la ocasión una imagen ultramoderna, con la iluminación nocturna de Bakú y una serie de clips con la moderna capital, su gastronomía tradicional, gente en trajes típicos y la fina estampa de los caballos de Azerbaiján.
Las Flame Towers, por supuesto, fueron embajadoras para la ocasión. Allí funciona en una de las torres el hotel Fairmont Bakú, que tiene 299 habitaciones y 19 apart-hoteles con todo lo que se puede pedir hoy día en un lugar así: shopping, salones de reuniones, tecnología de última generación, spa y... pastelería francesa. No es el único, por supuesto: en los últimos años, las principales cadenas mundiales de hotelería se subieron al fenómeno y subieron firmes sus logos a la cabeza de sendas torres, del Hilton al Sheraton, el Radisson, el Marriott o el Hyatt. No sólo por el turismo, al que aún le falta un impulso, sino sobre todo porque la riqueza petrolera de Azerbaiján la hace una meta fija para los viajes de negocios.
BAKU TIENE HISTORIA Más allá del perfil hipermoderno de hoy, Azerbaiján es un país de historia antiquísima. En Bakú el icono de ese pasado es Ichari Shahar, la Ciudad Vieja, hoy abrazada por el sector moderno de la capital, cuyas antiguas calles también tienen vista al perfil de las Flame Towers. La Ciudad Vieja está hoy en la parte centro-sur de Bakú, data de la Edad Media y está rodeada por murallas protectoras, dominada por la Torre de la Doncella y el Palacio Shirvanshah. Las callecitas, empedradas y angostas, son empinadas y ofrecen una suerte de pequeño laberinto con muchos negocios de recuerdos y restaurantes. Esta parte de la ciudad no es muy grande y tiene la ventaja de no ser un museo al aire libre: realmente la gente vive aquí y, aunque no es tan fácil encontrar quien se maneje en inglés, permite descubrir cómo era Bakú antes de la explosión de la era del petróleo.
La Torre de la Doncella estaba antiguamente junto al Caspio, pero hoy quedó separada del mar por una carretera de bastante tránsito y algunos jardines. Construida en el siglo XII, en el año 2000 la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad junto con las murallas de Bakú y el Palacio de Shirvanshah. Orgullo de Azerbaiján, está incluso en sus billetes, y desde la parte superior tiene una hermosa vista sobre las calles y los minaretes de la Ciudad Vieja y la bahía de Bakú. Probablemente haya sido antiguamente una torre de vigilancia, pero las leyendas que nunca faltan suponen que el nombre se debe, románticamente, a que nunca fue capturada, o bien a alguna joven que se habría arrojado desde sus alturas para hundirse en el mar.
El otro monumento emblemático es el Palacio de los Shirvanshah, probablemente un antiguo memorial con un edificio principal, una serie de criptas, el museo del santo sufí Sayid Yahya Bakuvi, una mezquita, la Puerta del Sultán Murad y lo que queda de un complejo de baños, descubierto en 1939. Se sabe que comenzó a ser construido en el siglo XV, pero su objetivo exacto no está demasiado claro todavía después de seiscientos años. Su maciza silueta, de todos modos, es el otro punto cardinal para orientarse en esta parte de Bakú junto con la Torre de la Doncella, y una vez fuera de los muros de la Ciudad Vieja, ya es otra capital la que asoma, aquella jalonada de edificios de estilo francés y neogótico que construyeron en el siglo XIX arquitectos polacos, franceses a italianos durante el primer “boom del petróleo” azerbaijano.
UN BAÑO DE MODERNIDAD Saliendo de la Ciudad Vieja, vuelve a hacerse notar la Bakú moderna, que se impone a fuerza de edificios de diseño audaz. El Centro Cultural Heydar Aliyev –que fue incluido entre los mejores proyectos arquitectónicos de 2012– tiene una fachada de formas sinuosas que representan la fluidez, como surgiendo en forma natural del relieve del lugar. Los volúmenes curvos están cubiertos por capas revestidas en azulejos cristalinos blancos, en tanto el interior alberga un auditorio, un museo y una galería de arte, en una estratégica ubicación cerca del centro de la ciudad.
No es casualidad que muchas de las fotos más difundidas sean nocturnas: la iluminación es uno de los atractivos de Bakú, como se puede ver en el Crystal Hall que sirvió de sede a Eurovisión. Todo el recinto se diseñó y construyó en apenas ocho meses, cerca del centro de la ciudad, con un impresionante sistema de distintos escenarios dinámicos de iluminación. Otro de los iconos es la bandera nacional que flamea junto a un mástil enorme, de 162 metros de altura sin soporte, junto a las orillas del Caspio: por si hacía falta, el Guinness certificó que es el más alto del mundo. Pero más interesante todavía resulta un nuevo edificio donde será inaugurado el Museo de la Alfombra, diseñado en forma de alfombra enrollada y visible desde el boulevard Sea Side Park: el lugar ideal para visitar cuando, en 2015, Bakú sea la sede de los Juegos Olímpicos Europeos.
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