BRASIL. LA PLAYA QUE ENAMORó A BRIGITTE BARDOT
Playas de aguas azules y tranquilas, matizadas de alegría brasileña, bordeadas de vegetación selvática y preferidas por las escalas de los cruceros. Hace mucho que Buzios ya no es una sencilla aldea de pescadores, pero sigue siendo fiel a sí misma, a su alma de balneario enamorado del sol y dueño de toda la calma más allá de la Rua das Pedras.
› Por Graciela Cutuli
Fotos de Graciela Cutuli
Ella está siempre allí, y está eternamente joven. Con el cabello largo y suelto, una escotada remera a rayas y pantalones ajustados, mirando quién sabe hacia dónde, quizás hacia las lejanas playas de St. Tropez donde saltó a la fama. Ella es Brigitte Bardot, BB, aunque el parecido de la escultura de bronce realizada por la brasileña Christina Motta sea bastante discutible. Cuando la famosa rubia llegó a Buzios, ya era conocida en el mundo entero por Y Dios... creó a la mujer y varias películas más que la ascendieron a sex-symbol de los ’50. Lo que no era conocido era Buzios, apenas una aldea de pescadores adonde Brigitte llegó de la mano de su novio brasileño de entonces, Bob Zagury. Como tocada por la varita mágica, la aldea se volvió un destino internacional que convoca hacia sus espectaculares playas a visitantes de todo el mundo: visitantes que cumplen, por supuesto, con el rito de sacarse una foto con Brigitte junto a paseo costero, bautizado “Orla Bardot”. Muy cerca, otra escultora vende por 30 reales pequeñas réplicas de la estatua, como si fuera posible llevarse un pedacito de Buzios en la valija. “No es la primera vez que vengo a Buzios –cuenta Julia, una turista uruguaya que se dice enamorada del lugar– y otra vez llevo de recuerdo esta estatuita para regalar..., no sé por qué, pero es la foto que tengo más grabada, tal vez porque me gusta hacer como ella, ponerme a mirar la puesta del sol sobre el mar.”
LOS PESCADORES Christina Motta es la autora de otro emblema de Buzios, una escultura que es la primera en dar la bienvenida a quienes desembarcan por un día de los cruceros que recorren la costa de Brasil. Representa a tres pescadores en la acción cotidiana de recoger sus redes de pesca junto a la playa Armaçao, que se extiende desde el muelle al final de la concurrida Rua das Pedras hasta el muelle Porto Velero. Más o menos cubiertos por el agua según la marea, dan la impresión de ser tres personas verdaderas y es tradición también acercarse para fotografiarse con ellos y admirar su realismo. “Vinimos a la mañana y ahora volvemos a la tarde, porque la estatua está más descubierta y ya parece otra”, cuenta una pareja argentina que llegó en crucero, poco antes de volver a embarcar para seguir rumbo al sur, hacia el puerto paulista de Santos.
Los 27.000 habitantes de Buzios parecen muchos más en plena temporada, cuando las callecitas del centro y las playas se llenan de gente, aunque siempre hay refugios para quienes buscan disfrutar del mar en soledad. La ciudad se levanta sobre una península de ocho kilómetros de extensión, que ofrece 23 playas, y como de un lado recibe corrientes marítimas cálidas y del otro frías, estas playas tienen aguas de distintas temperaturas y vientos, algunas ideales para nadar y otras para practicar deportes náuticos. Justo enfrente está la Ilha do Caboclos, un peñón cubierto de vegetación situado frente a la céntrica Praia do Canto, bien visible desde la Orla Bardot. El lugar es una reserva ecológica, pero hay lanchas que cruzan hasta aquí a los aficionados a la pesca.
Como sea, los habitantes originales –los indios tupinambás– no podrían reconocer la Buzios de hoy: antiguamente, los nativos vivían de la pesca, la caza y cultivo de la mandioca y el maíz, pero al mismo tiempo se relacionaban en negocios con los piratas franceses, hasta que éstos fueron expulsados por los portugueses. Un episodio más en las muchas disputas que sufrieron las costas latinoamericanas después de la Conquista... Durante largo tiempo un secreto bien guardado, Buzios finalmente se puso hace medio siglo en el mapa turístico del mundo y se convirtió en la “St. Tropez brasileña”, el destino soñado para el sol, la playa, las compras y el disfrute relajado de la gastronomía local. Sobre todo para los “vecinos” argentinos, muchos de los cuales llegaron años atrás para unas vacaciones y terminaron adoptando a Buzios como su lugar en el mundo.
RUA DAS PEDRAS Antes o después de la playa, en un atardecer relajado o en un desayuno tempranero, la vida social de Buzios pasa esencialmente por la Rua das Pedras. Aquí está la “movida” de quienes se reúnen para comer con amigos, para pasear cuando baja el sol y para mirar las vidrieras que muestran sobre todo –paisaje obliga– ropa de playa, sombreros y accesorios donde el ambiente marítimo siempre dice presente. Rua das Pedras también es el mejor lugar para buscar artesanías y recorrer las galerías de arte que invitan a otra mirada durante una recorrida por Buzios: aquí, además, se organizan en distintos meses del año festivales de cine, música y gastronomía. La verdad es que la calle, empedrada como su nombre lo dice, no es muy larga –apenas algo más de 600 metros–, pero no tiene desperdicio, porque aquí se cruzan los visitantes de todas las nacionalidades, y también se pueden encontrar posadas para quienes gusten de estar bien cerca del puerto.
Cerca de aquí también se pueden contratar las lanchas que llevan hacia las distintas playas de Buzios, su gran encanto. Una de las más conocidas es la Praia da Ferradura, cuya forma cerrada –como la herradura que le da nombre– le brinda aguas tranquilas y la convierte en una de las favoritas de las familias, aunque el agua sea un poco fría. Como en todas las playas brasileñas, aquí y allá diversos puestitos ofrecen frutas frescas, bebidas y licuados, pero también hay bares en uno de los extremos, y si se quiere tener una visita preciosa de todo el conjunto, rodeado de grandes mansiones, vale la pena subir al Morro da Ferradura, sobre el punto más alto de la bahía. Los deportistas, por su parte, gustan concentrarse en la Praia de Geribá, un poco antes sobre el mismo lado de la península, con agua y arenas bien claras. Aquí se puede practicar windsurf, surf y otros deportes náuticos. Y se dice que es así donde están siempre los “bien informados” que pueden contar sobre las mejores fiestas nocturnas de Buzios. Desde aquí, un sendero lleva hasta la Praia da Ferradurinha, hermana menor de la bahía de la herradura. Los argentinos, por su parte, son bien visibles y audibles en João Fernandes, una de las playas más concurridas, donde hay grandes paradoras junto al mar, de aguas tranquilas para recorrer en goletas. También esta playa tiene una “hermana menor”, João Fernandinho. Del otro lado está Tartaruga, una de las playas con aguas más cálidas. De todos modos, cada uno tiene su preferida y sus grupos de habitués que las eligen año tras año: todas son lindas, y es difícil elegir, de modo que una buena opción es elegir una distinta cada día, hasta encontrar la ideal de cada visitante.
CABO FRIO Al sur de Buzios, Cabo Frío es uno de los lugares que no deberían dejar de visitarse en esta porción de la costa brasileña. Hay aquí un pequeño centro histórico, con una placita, algunos edificios coloniales y calles empedradas que son el sello del Brasil más antiguo, pero su principal e innegable atractivo vuelven a ser las playas y los morros de los alrededores. Se pueden recorrer, pero siempre con la precaución de llevar calzado y sin alejarse. La playa más céntrica es Praia do Forte (a no confundir con su vecina nordestina), de arenas blancas y aguas azules, cuyo nombre viene del fuerte que domina su panorama. Un poco más allá está la vecina Praia das Dunas, con varios paradores que brindan sillas y sombrillas, y luego en bus se puede llegar a las más alejadas Praia das Conchas y Praia do Peró (de aguas más agitadas que las anteriores). En general la temperatura del agua es agradable tirando a fría, al menos un poco más que en otras de Brasil.
Otra opción es tomar alguna de las lanchas que parten del puerto, en Praia dos Anjos, y ofrecen incontables excursiones por las playas del cabo, en general a lo largo de unas tres horas, parando en distintos lugares por un ratito. Uno de los sitios más bonitos es Praia do Forno, y sin duda el lugar imperdible es la Gruta Azul, donde los efectos de la luz sobre el agua brindan una verdadera fiesta de color. Si no se para en Cabo Frío en particular, toda esta región se puede conocer en excursiones de día completo desde Buzios, que hacen un alto en la “calle de las bikinis”, paran en la playa y luego se embarcan para recorrer la gruta, homónima de aquella famosa de Capri. Se hace un día largo, y las paradas son breves, pero aquí nacen algunos de los recuerdos más lindos que ofrece Brasil.
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