Dom 12.10.2003
turismo

NUEVA YORK VISITA AL MUSEO METROPOLITANO

Cinco mil años de arte

El “Met” es uno de los grandes museos de arte del mundo, junto con el Británico, el Louvre y el Ermitage. En sus galerías se exhiben dos millones de obras que abarcan 5000 años de historia: un templo egipcio, armaduras medievales, arte griego, renacentista, islámico, máscaras africanas, tótems de Oceanía y cuadros de Rembrandt, Van Gogh, Cézanne y Goya.

Por Julian Varsavsky

Al recorrer el Museo Metropolitano de Nueva York, la historia universal desfila ante nuestros ojos como en un vertiginoso zapping. Los cinco continentes, la prehistoria y el mundo antiguo y moderno están unidos por un invisible hilo de Ariadna que nos guía por los salones. La avasallante clase de historia es imposible de asimilar en un solo día, pero una profunda conmoción vibra en cada uno al pararse frente algunos de los testimonios más significativos de la historia de la humanidad; esas obras milenarias que evocan un pasado inasible y portan las ruinosas huellas de un paraíso perdido.

Lejos de las piramides Durante los últimos dos siglos, gran parte de los tesoros del antiguo Egipto fueron a parar a los principales museos del mundo occidental (el Británico, el Louvre y los museos egipcios de Turín y Barcelona), mediante la compra de obras, el apoyo científico a las excavaciones o directamente el saqueo colonial. Y el Metropolitano de Nueva York es el otro gran museo que alberga una de las más completas colecciones egipcias fuera de El Cairo.
Creado en 1906, el Departamento de Arte Egipcio se compone de 36.000 objetos artísticos desde los tiempos prehistóricos hasta la etapa bizantina del siglo VII d.C. Se ingresa hacia la derecha del hall central del museo, atravesando un pórtico con cuatro antiguas columnas. A medida que se avanza por las galerías aparecen las primeras estatuillas y un deslumbrante sarcófago de granito rojo. Más adelante están las estatuas con forma de esfinge y los maravillosos papiros de 5 metros de largo detallando los capítulos del Libro de los Muertos. Allí se puede ver, por ejemplo, el capítulo número 168 que explica cómo se deben preparar las ofrendas que el muerto llevará a la otra vida para entregarle a los dioses y así ser bien recibido. Luego se desemboca en una sala de 25 metros de ancho con 50 sarcófagos de todos colores, dando la impresión de que caminamos por el interior de la cámara mortuoria de una pirámide.
El punto culminante de la colección egipcia es el Templo de Dendur, erigido en el 15 a.C. El templo fue reconstruido bloque por bloque tal como fue encontrado a orillas del Nilo. Seis esfinges con cabeza de león talladas en granito negro custodian la entrada y, en el interior, las paredes y el techo están totalmente tallados con bajorrelieves y jeroglíficos. Esta obra llegó a Estados Unidos en 1965 como un regalo del gobierno egipcio al presidente Kennedy, en reconocimiento al apoyo norteamericano en el traslado de los templos en la roca de Abu Simbel, que corrían el riesgo de ser tapados por un río.

La Antigua Grecia Las 8 galerías destinadas al arte griego del museo abarcan un período de más de 4000 años, comenzando por el arte de las islas Cícladas y sus piezas datadas entre el 3200 y el 1200 a.C. Muy poco se sabe de estas culturas, salvo que produjeron una infinidad de estatuillas de mármol con forma humana. De hecho, no se ha encontrado casi nada más. El siguiente período está representado por el arte minoico de la isla de Creta, producto de una cultura prehistórica establecida alrededor del 1900 a.C, con el legendario rey Minos a la cabeza. Allí se puede ver una larga serie de sellos de arcilla, piedra y bronce que presentan un complejo trabajo de diseño de estampas con simbología del reino.
Entre las piezas más valiosas de la colección griega están las ánforas de terracota pintada, que durante los siglos VI y V a.C. eran un género artístico en sí mismo, con grandes firmas que trascendieron hasta hoy. Las ánforas eran utilizadas como trofeo en las grandes competencias deportivas de los Juegos Panatinaicos en Atenas, y en su interior se vertía aceite de oliva. Las imágenes se dibujaban en negro sobre un fondo naranja, y los motivos eran inspirados en los deportes olímpicos. Por último, se visitan las galerías de escultura clásica, iluminadas con la luz natural de unos enormes tragaluces.

El origen de la escritura A mediados del siglo XIX, los arqueólogos europeos vivían obsesionados por encontrar las ciudades bíblicas. Esto los llevó hasta el valle de la Mesopotamia, ubicado entre el Tigris y el Eufrates (actuales Irán, Irak y Siria), donde se desarrollaron los imperios de Sumer, Babilonia y Asiria (3500-1000 a.C.). Recién en 1956 los norteamericanos lograron adquirir una gran colección de arte de la Mesopotamia, inaugurando entonces el Departamento de Arte Antiguo del Cercano Este. Allí se exhiben los colosales “Lamassu”, aquellos toros alados con cabeza humana, largas barbas y cinco patas que eran los guardianes del palacio del rey Assurbanipal II en la ciudad de Nimrud.
La evidencia más antigua que existe sobre la existencia de la escritura remite a 5000 años atrás, en la Mesopotamia. Precisamente, a los sumerios se les atribuye la invención de la escritura, esos caracteres cuneiformes, que se plasmaban en tablillas de arcilla húmeda mediante estiletes de marfil. Además de las tablillas, se observan en el museo los sellos cilíndricos con los caracteres cincelados, otra técnica de escritura.

Africa y Oceania Aunque la calidad de una colección artística no pueda medirse por la cantidad de piezas, podría decirse que el Museo Británico y el Louvre superan al Metropolitano en arte egipcio y mesopotámico. En cambio, las colecciones del Africa “negra” y Oceanía del museo neoyorquino son muy superiores a las de sus pares europeos. En su mayoría, las obras son esculturas y máscaras de madera de los siglos XVIII y XIX, que incluyen figuras humanas alargadas, jirafas y cabezas de dioses monstruosos que provienen de países como el Congo, Nueva Guinea y otros del área subsahariana. Las obras más famosas son los tesoros de la corte de Benin, en Nigeria: un centenar de piezas decorativas elaboradas en cobre, altares con colmillos de elefante tallados, instrumentos musicales y lujosas cajas ornamentales.
El arte oceánico brilla con las esculturas de madera y los tótems también de madera tallados en Nueva Guinea y las islas del Pacífico. Las piezas oscilan entre el realismo de la Polinesia, el minimalismo de Micronesia, el surrealismo de las imágenes de Melanesia y la abstracción de los aborígenes australianos. De las Islas Banuatu se exhiben unas estatuas de madera muy altas con cierto parecido a los Moai de la isla de Pascua, aunque más alargados.

El medioevo La otra colección del Metropolitano que sobresale en comparación con los otros museos es la de arte medieval, abarcando en profundidad los estilos bizantino, románico y gótico. Las obras expuestas incluyen esculturas de tumbas paleocristianas, tallas de marfil esculpidas en Bizancio, vitreaux góticos, tapices gigantes con escenas de caza, y el patio completo del castillo de Vélez Blanco (Almería), vendido por su propio dueño en 1904.
La colección medieval se completa en el Departamento de Armas y Armaduras. En el centro de su sala principal hay cinco armaduras de caballeros medievales ingleses con sus lanzas en alto, instaladas sobre caballos que parecen avanzar al galope. Toda clase de armas brillan con su cruel hermosura, desde hachas y escudos hasta espadas curvas talladas con los caracteres del Islam e incrustaciones de oro, diamantes, perlas y esmeraldas. Pero también hay armaduras de samurais con sus sables y lujosos estuches recubiertos con brillante laca.

Islam y Lejano Oriente En el Departamento de Arte Islámico, cuya colección va desde el siglo VII al XIX, se destacan las legendarias alfombras persas. La colección asiática comienza con una serie de bronces, jades y cerámicas del período neolítico en China (4500 - 2000 a.C). Luego están las monumentales esculturas chinas de los siglos V al VIII, unas particulares esculturas budistas en madera de las dinastías Tang y Ming, y muestras del arte de la caligrafía. El arte japonés incluye exposiciones de indumentaria antigua y unas pinturas narrativas de los siglos XIII y XIV conocidas como “emaki”. Además se exhiben las pinturas de la corte hindú de los siglos XVI al XIX y la imaginería religiosa del Tíbet, Nepal y el reino Khemer de Camboya (siglo XIV).

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