Dom 20.04.2014
turismo

TIERRA DEL FUEGO. OTOñO EN USHUAIA

Variaciones en rojo

Un viaje otoñal entre las tonalidades rojas y amarillas del paisaje fueguino, desde la aerosilla del glaciar Martial a los senderos del Parque Nacional Tierra del Fuego, pasando por los lagos Fagnano y Escondido y la laguna Esmeralda.

› Por Julián Varsavsky

Fotos de Julián Varsavsky

En otoño el fin del mundo se enciende con las tonalidades del fuego: rojo, amarillo y naranja. El rojo es por las hojas de las lengas que se van muriendo antes de caer, y el amarillo y el naranja brotan de las enramadas de los ñires. Pero junto a los lagos y arroyos contrastan el verde perenne de los coihues y el blanco de las nevadas a destiempo.

El color predominante es el rojo, porque el ochenta por ciento del bosque fueguino está cubierto de lengas. Los ñires tienen aroma a canela y son el quince por ciento del bosque: algunos se tornan amarillos y otros naranja (excepcionalmente un ejemplar puede tener los dos colores). En cambio, el verde del coihue es apenas el cinco por ciento de los árboles.

Los bosques de la parte más alta de las laderas son los primeros en cambiar de color por las bajas temperaturas. La explicación biológica del fenómeno es que las hojas van perdiendo su clorofila y quedan los pigmentos amarillos y rojos. El árbol se alista para invernar, y al no tener hojas que alimentar la savia se concentra en la base del tronco. Las lengas y ñires tienen hojas pequeñas y frágiles que no resisten el frío ni el peso de la nieve; en cambio las hojas del coihue son más gruesas y firmes, resistentes a los embates del clima: por eso duran todo el año.

La primavera no es entonces la estación más colorida sino el otoño, quizá la mejor época para visitar el último confín austral. La temporada opuesta al otoño –en términos fotográficos– es en realidad el invierno, cuando los panoramas se cubren con un manto blanco sin dobleces desde el pie de las montañas hasta su cima. Y el paisaje se convierte en una postal antigua en blanco y negro. Es tan fuerte el contraste entre un viaje otoñal y otro invernal a Tierra del Fuego, que son como dos viajes a distintos lugares.

Las diminutas hojas de las lengas y ñires comenzaron a colorearse hace dos semanas en Tierra del Fuego y alcanzarán su tinte máximo en estos días. Y por unos diez días más –hasta fines de abril– seguirán con su espectáculo natural.

Un arroyito baja del monte Martial, bordeado de los rojos y amarillos del bosque fueguino.

EN BUSCA DEL COLOR Los rojos y amarillos del bosque están por todos lados, al pie y sobre las laderas de las montañas. Pero uno de los lugares más accesibles para fotografiarlos es la aerosilla del glaciar Martial, en los bordes de la ciudad.

En el centro de montaña Glaciar Martial –a siete kilómetros del centro– los amantes del trekking tienen un circuito muy completo que parte desde la base de la montaña, bordeando un arroyo entre bosques de lengas y ñires en su máximo esplendor. Pero también hay una aerosilla que ahorra el esfuerzo y permite observar el bosque a vuelo de pájaro, a la altura de las copas.

Desde la media altura del monte Martial se ve la panorámica perfecta del bosque rojo, con la bahía de Ushuaia y su puerto al fondo. En la estación de llegada de la aerosilla parte una caminata de una hora y media por las laderas hasta un asombroso glaciar de altura.

Dentro de Ushuaia, el city tour que se hace en un bus double-decker al estilo inglés lleva a varios puntos panorámicos donde se ven las variaciones en rojo del paisaje, como los miradores de Las Hayas y La Misión. Pero para ver las lengas al rojo vivo en el Parque Nacional Tierra del Fuego se puede ingresar con el Tren del Fin del Mundo, que ofrece excelentes panorámicas.

La variedad de senderos de trekking en el Parque es grande, así que hay que elegir en función de la temporada otoñal. Uno de los mejores en este sentido es el que lleva a la laguna Negra. Esta senda sencilla de un kilómetro es ideal para observar un turbal, un fenómeno característico de Tierra del Fuego.

La laguna Negra es un turbal formado en una depresión creada por un glaciar que se retiró. En su lugar queda un terreno con agua estancada, donde las bajas temperaturas hacen que la materia orgánica casi no se descomponga. Allí crecen juncos, algunas gramíneas y por sobre todo musgo, que al morir se acumulan sobre el terreno sin descomponerse, apilándose hasta tapar la laguna y convertir la zona en un acolchonado terreno anegadizo. Y a su alrededor crecen las lengas y ñires.

Un segundo sendero con buenas vistas de los coloridos paisajes se llama Las Lengas. Y para quienes buscan un poco de acción en contextos otoñales está la excursión en gomón con motor fuera de borda que parte desde el parque y termina en la isla Redonda.

POR LOS VALLES Hacia el norte de Ushuaia los paisajes se elevan con las últimas estribaciones de la cordillera de los Andes. Allí el rojo y el amarillo contrastan con la piedra negra de las montañas, cubiertas en la cima por nieves eternas. Para explorar esta sucesión de valles tallados por el paso milenario de los glaciares, las agencias de viaje ofrecen salidas en bus.

Las excursiones parten en la mañana al pie del monte Olivia para atravesar los valles de Carbajal, Tierra Mayor, Las Cotorras y Cerro Castor. Luego la carretera trepa la montaña hasta el paso Garibaldi, que une por vía terrestre las dos mitades de la isla Grande, dividida por los Andes. Allí se ven desde un mirador los lagos Fagnano y Escondido.

A la vuelta se visita el centro invernal Tierra Mayor para un almuerzo de cordero patagónico al asador. En este lugar se hacen en invierno paseos en trineo con perros siberianos. Los perros viven allí y se los visita para acariciar su terso pelaje y mirar sus diáfanos ojos azules.

La multicolor laguna Esmeralda, después de una caminata por una zona semianegada.

LAGUNA ESMERALDA Para salir al encuentro de los paisajes del finis terrae al rojo vivo, la mejor excursión de la isla acaso sea un trekking a la laguna Esmeralda. Esta caminata se hace en cuatro horas por un camino semianegado lleno de piedras, que al final del recorrido recompensa el esfuerzo con un paisaje de belleza extrema.

El sendero comienza 20 kilómetros al norte de Ushuaia en el Valle de Tierra Mayor, al pie de la Cordillera de los Andes. Desde el borde de la carretera se comienza a caminar para internarse en un bosque, cruzando puentes de madera sobre arroyos sinuosos con truchas que se ven a simple vista. Más adelante se atraviesa un bosque centenario de lengas y coihues, para desembocar en un enorme turbal lleno de barro (lo ideal es llevar botas altas de lluvia).

Al fondo del valle se levanta una gran cadena montañosa y el sendero sube a un pequeño cerro rocoso. Y caminando sobre su filo se llega a una descomunal hoyada, en cuyo centro está la laguna inmóvil color esmeralda, perfectamente redonda. En la orilla unos troncos secos sirven de asiento para un almuerzo antológico, solos frente a la quintaesencia de nuestra Patagonia: el paisaje del fin del mundo a nuestros pies, elevado a su máxima expresión.

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