ARGENTINA. PUEBLOS Y PARAJES DE NORTE A SUR
La Argentina ofrece un sinfín de poblados que sugieren hacer un alto en el camino para conocer su historia, cultura y riqueza natural. Son aquellos cuyo tesoro está en su gente: en el Impenetrable chaqueño, en las yungas salteñas, en el litoral marino costero patagónico o escondido entre los Andes.
› Por Sonia Renison
Fotos de Sonia Renison
La envidia que despiertan los viajeros quizá se origina en esa libertad de transformar un recorrido en destino y detenerse en cada rincón que en medio de una travesía subyuga al visitante. Esta motivación de vivir una experiencia mueve a millones de personas en el mundo y en la Argentina la diversidad de paisajes, culturas e historias invita a sumergirse en puntos que apenas se marcan en los mapas.
Son sitios donde el reencuentro con los valores convierte el viaje en inolvidable. Son las vivencias surgidas de pequeñas historias las que tallan un recuerdo para el alma. Como la que protagonizó una niña pequeña que, en medio del Impenetrable chaqueño, hizo señas con sus manitas a un vehículo con gendarmes para pedirles hielo porque nunca lo había conocido. “Es el último segmento de región del bosque chaqueño que se mantiene casi virgen”, sostienen quienes impulsaron en la antigua estancia La Fidelidad lo que será el Parque Nacional Impenetrable. Surcado por los ríos Teuco o Bermejo, que une a las provincias de Chaco y Formosa, sobre la ruta 67 –bien en el oeste, cuando el asfalto se transforma en tierra y los cactus son tan altos como un edificio– el pueblo La Armonía reúne a unas 150 familias. Es el paraje donde hasta hace unos meses un equipo de naturalistas y guardaparques tenían su campamento de preservación en el viejo establecimiento: en este momento trasladaron la base operativa a Nueva Población.
Son varias casas de material, y en la escuela número 362 los 17 chicos que asisten cuentan con Internet. La maestra Juana Galván permanece toda la semana, y los sábados y domingos regresa a su casa en Resistencia. Las 250 mil hectáreas lindantes de futuro parque son el eje de las charlas de la gente, nacida y criada aquí, conocedora de la zona como de las palmas de sus manos. Más adelante, en Miraflores, hay un hospedaje sencillo. Pero la perla de este lugar está en conocer los primeros pasos de una comunidad que espera vivir trabajando junto con la naturaleza.
RUMBO A SALTA Si lo agreste lo supera, es en el paraje salteño El Alfarcito, sobre ruta 51, a más de 2800 msnm. Aquí la historia del padre Sigfrido Chifri Moroder es parte de la cultura del lugar. Llegó en 1995, se instaló en la quebrada del Toro y aprendió a volar en parapente para visitar parte de las 27 comunidades en medio de las montañas, donde hay unas 21 escuelas rurales. Pero es El Alfarcito donde vivió y donde desplegó junto con la gente su labor comunitaria, que continuó creciendo tras su fallecimiento, en 2010. El paraje es encantador y todo funciona con energía renovable. Paneles solares y muros ideados con metales y vidrio para calefaccionar el colegio secundario-albergue con orientación turismo, único en su tipo en la zona. Huerta orgánica comunitaria y mercado artesanal donde los tejidos son la estrella. Sin embargo, el trabajo productivo de la papa andina los ubicó en el podio de la producción, y la feria más grande se realiza aquí, donde hace muy poquito inauguraron una planta de tratamiento de efluentes para el pueblo y una oficina de informes turísticos construida con botellas de plástico.
Las experiencias sugieren en estos casos una caricia para el corazón de los viajeros que comprenden las realidades de cada lugar y sustentan las pequeñas economías con su visita. Casi un “turismo militante”, una actividad que desencadena una círculo virtuoso.
Algunos los llaman “destinos emergentes”, pero muchos de estos sitios datan de antes de la llegada de los españoles. Como el caso de San Andrés, en el otro extremo salteño, casi tocando Bolivia, en plena yunga y colgado de una montaña. Esta comunidad coya cuenta con sitios arqueológicos que integran la red caminera del Inca, cuyo camino principal fue declarado Patrimonio de la Humanidad a través del Qhapaq Ñan. Es importante que se realice esta travesía con guías expertos de San Ramón de la Nueva Orán, pues los ríos y arroyos que surcan la región crecen con las lluvias del verano desde mediados de diciembre.
PURA PATAGONIA Quienes buscan el sabor patagónico con sus kilómetros de estepa, montaña y mar tienen enclaves para todos los gustos. Los memoriosos recalan en las villas de montaña neuquinas y miran con nostalgia el crecimiento que alcanzaron en los últimos años. Pero en el norte de esta provincia, donde permanece la histórica Cordillera del Viento, una docena de pueblos semeja paisajes de Heidi. En Las Ovejas, Varvarco, Bella Vista, Ñorquinco y Huinganco es posible permanecer un par de días como si transcurrieran meses. Pirquineros, cabalgatas, trekking, lagunas escondidas y la historia de un pueblo que en los años ’70 forestó la montaña y fundó un vivero municipal que abastece de plantines a toda la región; de allí el nombre “el jardín de Neuquén”. En diciembre se alcanza a cosechar fruta fina, esa que conocemos como frutos rojos. Canastita en mano y recorrido por los frutales de cada chacra. Un manjar.
Si la costa marina patagónica lo atrapa, es el Parque Marino Costero Patagonia Austral en Camarones, Chubut, el que ofrece naturaleza virgen y un lugar especial: Bahía Bustamante. Es el único pueblo alguero del mundo. A mediados del siglo pasado se instaló una planta en el lugar para la explotación de algas con cosecha por arribazón (las algas que arroja el mar) en sus más de doce especies. Hoy es un establecimiento industrial ubicado en Trelew. Pero continúa la tarea y las antiguas casitas de los cosecheros fueron reacondicionadas con una decoración minimalista que invita a quedarse y sentirse dueño del pueblo. En realidad el verdadero dueño es hoy el impulsor de esta movida, Matías Soriano, nieto del fundador. Paseos naúticos para admirar la avifauna son apenas uno de los atractivos que se puede disfrutar. El campo que dibuja la estepa, un bosque petrificado y el cielo infinito que por las noches se puebla de estrellas son joyas de la Patagonia argentina.
Siempre mirando al sur, hay otra localidad costera como Puerto Deseado, en Santa Cruz, que para esta época tiene un atractivo único: la llegada del pingüino de penacho amarillo, que junto al de Magallanes puebla una isla que integra el Parque Nacional Isla Pingüino. Es el mismo océano el que guarda secretos arqueológico que, en parte, fueron rescatados por el equipo de arqueología Subacuática de la Argentina (Conicet) con quince años de trabajo en la corbeta Swift, hundida allí en 1770. Pero es la ciudad la que guarda los datos de la historia. La que trascendió con la investigación llevada al cine como La Patagonia rebelde, de Osvaldo Bayer. Son 14 puntos urbanos en los que un equipo de entusiastas –entre ellos la bibliotecaria Marisa Mansilla– reconstruyeron, con fotos originales ploteadas en carteles, los trece sitios por donde transcurrió parte de esta historia trágica en la que fusilaron a un millar de peones rurales que reclamaban mejores condiciones de trabajo, entre la primavera y verano de 1920 y 1921.
Si estos los pueblos y parajes le significaron un paseo por la historia y la actualidad más agreste, queda otro rincón patagónico en el que se sentirá un rey. Se trata de Lago del Desierto, en el extremo oriental del territorio santacruceño, a sólo cinco kilómetros de Chile. Aquí, frente a los glaciares Vespignani y Huemul, una pareja de San Isidro construyó su rincón en el mundo y hace cuatro años resolvió compartirlo con viajeros exquisitos. Desde El Calafate (cuatro horas) hay que llegar a El Chaltén y luego tomar por Ruta 23, siguiendo el valle del río Las Vueltas hasta el embarcadero del lago. Aguas Arriba Lodge está a quince minutos de navegación, o se puede acceder en tres horas de trekking sumergidos en el bosque. Ñires y lengas pueblan el bosque que por momentos hasta revela una especie de orquídea de color amarillo que crece junto al suelo. Cascadas y chorrillos son sorteados con puentes colgantes y el sonido de las aves apenas interrumpe el silencio. Es la única propiedad privada inmersa en estos bosques, que son reserva provincial. Y caminando entre la naturaleza virgen se descubren íntimamente los secretos del lugar.
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