Dom 07.12.2014
turismo

BUENOS AIRES PESCA EN BARADERO

Bogas, bagres y dorados

A una hora y media desde Buenos Aires, en la ciudad de Baradero, ya comenzó la mejor época del año para la pesca de bogas, bagres y dorados. Asados junto al río, cabañas y camping en el Club de Náutica y Pesca, la fórmula del fin de semana ideal que disfrutan los pescadores.

› Por Julián Varsavsky

El Baradero es un brazo del Paraná, una bifurcación que sale y regresa al río madre alcanzando apenas los cuatro metros de profundidad. Su nombre se origina en que, en el siglo XIX, los barcos varaban allí sin consecuencias graves. Pero a raíz de una mala trascripción en un documento oficial, el río pasó a llamarse Baradero, nombre que le transfirió a la ciudad. Hoy crecen en sus orillas un pasto muy verde y árboles de espinillo a cuya sombra los pescadores deportivos hacen asados, conversan en familia, se relajan y –además– pescan.

El centro de actividades junto al río es el Club de Pesca y Náutica de Baradero. Héctor Alonso y Damián Lambert son miembros de la comisión directiva y en pleno concurso de pesca, que ellos mismos organizan cada veinte días, confiesan: “Mirá, acá el 80 por ciento del resultado es suerte”.

Según las épocas, las especies que más pican son bagres blancos y amarillos, bogas, patíes, armados, carpas y –a veces– dorados y surubíes. En general se obtienen portes medios: a un bagre de medio kilo ya se lo considera grande.

“El otro día salió un surubí de cuatro kilos –cuenta Lambert–, pero eso es una rareza.”

La mayoría lanza el anzuelo desde la costa del club de pesca, donde se paga una entrada de $ 35 con acceso a baños limpios y el uso de las 36 parrillas con mesas y bancos. Los mejores meses para pescar son los de la primavera y el verano.

Hay quienes prefieren cruzar en lancha del otro lado del río para pescar con más intimidad a la sombra de un espinillo.

Desde la costa la técnica de pesca no tiene mucha ciencia: hay que tirar, recoger y volver a tirar. Quienes se juegan por un voraz dorado –el “tigre de los ríos” es la aspiración máxima– usan como carnada lombrices, morenas y anguilas vivas. La vegetariana boga, en cambio, se pesca con masa o maíz.

“Sacar 10 ejemplares variados en una jornada lo consideramos una buena pesca –explica Héctor Alonso–, pero acá yo vengo ante todo a despejarme de los problemas cotidianos y jugar con mi hijo.”

Daniel Rocca es uno de los participantes del concurso y exhibe orgulloso una carpa de 60 centímetros que acaba de sacar y probablemente se lleve un premio. Al ejemplar le falta la cola porque quizá se la comió un dorado. Siguiendo con las recomendaciones del club, el pescador devuelve la carpa al río luego de unos segundos.

Mientras tanto, para los que se dispongan a ir, vale tener en cuenta que las especies que más están picando en este momento son bagres, bogas, dorados, surubíes y carpas.

Desde la mesa del restaurante del Club de Pesca y Náutica se ven los peces saltar en el agua.
Imagen: Julián Varsavsky

EN LANCHA Una opción de pesca más sofisticada en Baradero es la embarcada, para ir hacia la zona de los ríos Pinto y Arrecifes, donde se obtienen mejores portes en las piezas. En el Club de Pesca y Náutica hay dos guías que ofrecen servicio de lanchas. La técnica que se usa es el spinning y el objetivo es intentar la captura de dorados y tarariras.

Navegando el río Baradero se llega al Arrecifes en quince minutos. Aquí la presencia de un guía versado en los secretos del río es fundamental, ya que debe identificar o saber de antemano –de los momentos en que hay bajo nivel de agua– dónde están los árboles caídos, las salientes de roca y las curvas que aceleran la corriente formando correderas, esos lugares donde se aposta el dorado a esperar la llegada de su propia pesca con la que se alimenta.

Una vez identificado un lugar se ata la lancha a la rama de un árbol sobre la costa y comienzan los lanzamientos de la caña. En general se usan cañas de fibra de vidrio o grafito de 2 a 2,40 metros de largo. En un buen día la pesca no tarda en llegar y los ataques sobre los señuelos artificiales de los dorados. Luego viene una lucha de estrategias con el pez que intenta escapar, dando saltos sobre el agua como flashes dorados.

En el riacho Pinto suele haber más tarariras, que se encuentran habitualmente en lugares donde el agua se estanca, en el sentido de correr menos, como ocurre en las pequeñas bahías. La tararira ataca más por irritación que por hambre y por eso se usan señuelos de superficie, hacia los que saltan con violencia salpicando agua.

DELICIAS DE RIO A los pescadores se les recomienda devolver al río los ejemplares. Pero uno no se puede ir sin saborear la pesca de la zona: dentro del Club de Pesca y Náutica hay un restaurante llamado Don Norberto, donde hay mesas al aire libre sobre el pasto a un metro de la costa del río, y donde se ve a los peces saltar.

El Colo es el dueño y parrillero del restaurante y cuenta que el secreto del pescado que sirve es cocinarlo a fuego moderado con brasa pareja. Lo más difícil es “pispearlo a ver cómo se va cocinando por debajo y darlo vuelta cuando está doradito, con un golpe de espátula para que se despegue”. El adobo consiste en la medida justa de sal, pimienta y limón.

Como entrada hay empanadas de pescado ($ 6) y de plato principal se puede pedir boga desespinada a la parrilla ($ 80), pacú ($ 85), dorado ($ 100) y trucha con papas al natural ($ 55). Estos pescados también se sirven a la pizza, al roquefort o a la provenzal. Y otra opción es la milanesa de surubí ($ 75).

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