FRANCIA. ERQUY, LA “CUNA” BRETONA DE ASTéRIX
Un pequeño puerto sobre La Mancha, en la Bretaña francesa, asegura ser el lugar donde se inspiraron Goscinny y Uderzo para crear la aldea gala de Astérix y Obélix. Historietas aparte, Erquy es un pueblo pintoresco y arraigado en las tradiciones locales.
› Por Graciela Cutuli
Una playa, algunas casitas de madera y piedra, un cerco de troncos y amenazantes campamentos enemigos alrededor: este dibujo se ha convertido en el símbolo de la resistencia de los pequeños contra los grandes, de los débiles contra los poderosos. Es el dibujo de la aldea de Astérix, que gracias a su difusión universal conocen los lectores –chicos y grandes– de medio mundo. Ya en los años ’70 muchos se preguntaban en Bretaña, de la mano del impresionante éxito de ventas, si los autores de la serie de historietas se habían basado en un lugar real. Más que convertirse en un símbolo de la resistencia, aspiraban a la promesa de un flujo continuo de turistas. Sin embargo ni el guionista René Goscinny –que pasó su infancia y adolescencia en Buenos Aires– ni el dibujante Albert Uderzo dieron pistas claras sobre el tema. Hasta que en 1996 Uderzo, sin su compañero de aventuras, porque Goscinny falleció en 1977, sobrevoló la costa bretona en helicóptero para una nota publicada en la prensa francesa, y admitió ciertas semejanzas con un pueblo en particular: el de Erquy.
UNO, DOS, TRES PUEBLOS Fue una verdadera bonanza para ese pequeño puerto que, si bien ya gozaba de cierta fama turística local, pudo proyectarse a escalas más ambiciosas. Uderzo, sin embargo, nunca avaló tal reconocimiento y hasta se desdijo un tiempo después para no dejar ningún lugar asociado con su obra. Pero Erquy no renunció a vincular su imagen con la de los galos más famosos del mundo: sólo recientemente, problemas de derechos mediante, tuvo que dejar de hacerlo.
El puerto bretón no fue el único candidato al papel de aldea gala que resiste “todavía y siempre”, según la fórmula consagrada tras decenas de historietas. Otras dos localidades de la región, Perros-Guirec y Lannion, quieren ser reconocidas como la cuna de Astérix: la primera puede recurrir al menos al consuelo de haber sido elegida como mejor balneario de Francia, gracias a una costa que alterna grandes rocas de granito rosado y playas de arena fina, frente a un archipiélago donde viven grandes colonias de aves marinas. Entre ellos, el más popular y fotografiado es el frailecillo, con su llamativo pico grueso de colores.
La lupa que hace resaltar el pueblo de Astérix en el dibujo no facilita la tarea de las oficinas de turismo para entregar mayores indicios en cuanto a su ubicación. Se puede suponer que estaría sobre la costa norte de Bretaña, aproximadamente entre Saint-Malo y Saint Brieuc, dos de las mayores ciudades de la región. Es una presunción ideal para Erquy, que se encuentra a igual distancia de ambas, justo a mitad de camino y cerca del Cabo Fréhel, uno de los más destacados de la accidentada costa bretona.
La responsable del turismo local, Laurence Merdrignac, esgrime los mejores argumentos posibles para reivindicar la localización de la historieta en su pueblo. A fines del año pasado, le dijo a una revista francesa que Uderzo pasó por Erquy con su hermano durante la Segunda Guerra Mundial. Los dos jóvenes se escondían para escapar del STO, el Servicio de Trabajo Obligatorio que trasladó a muchos franceses hacia Alemania por orden de los nazis. Según la funcionaria, el dibujante volvió años más tarde, para pasar vacaciones en familia a orillas de La Mancha, y allí absorbió la influencia de los paisajes y la costa. Sobre todo, hasta habría reproducido las tres rocas que afloran del mar, a un lado del pueblito galo...
Las dudas, sin embargo, “resisten todavía y siempre”, hasta que Albert Uderzo no se explaye sobre el tema con más claridad que en 1996. Mientras tanto, descartando a sus dos rivales, Erquy se promociona como el verdadero pueblo de Astérix y su amigo Obélix, una versión moderna de la aldea gala que les daba hilo que torcer a los conquistadores romanos.
BRETAÑA PURA Según las aventuras de Astérix y Obélix, los galos pasaban más tiempo comiendo y festejando en banquetes que construyendo grandes obras para resistir (¿todavía y siempre?) el paso del tiempo.
En todo caso, al poner un pie en Erquy lo primero que llama la atención es su marcado carácter bretón. Las casas de son de piedra y el idioma regional subsiste en algunos carteles y vidrieras. El puerto es lo más pintoresco, con barcos de colores amarrados a lo largo de un solo muelle, que bordea un acantilado. Sobre la vereda opuesta se construyó apenas una fila de casas, en su mayoría transformadas en restaurantes y bares con terrazas sobre la calle.
Erquy cuenta con 15 kilómetros de costa que alternan acantilados de granito y algunas playas. En el pueblo y los caseríos vecinos abundan los monumentos del pasado, algunos del tiempo del ducado de Bretaña, cuando la región era independiente del reino de Francia. Hay castillos, campanarios y capillas, un faro, megalitos prehistóricos y mansiones.
De todos estos vestigios del pasado, los que cada uno de los 3700 vecinos indica con mucho gusto a los visitantes son las ruinas de la fosa de Catuelan y de la fosa de Plaine Garenne, así como el lugar conocido como “Camp de César” (campamento de César). Para ellos son elementos más a favor de la ubicación del pueblo de Astérix: las fosas eran la defensa de asentamiento celta, mientras el topónimo recuerda una base romana.
Aunque el pueblo ya no puede darse a conocer con los personajes de la historieta, son testarudos como buenos descendientes de galos y no abandonaron tan fácilmente la partida. Para los recién llegados, hay todo un circuito en torno de Astérix: además de las fosas y el Campamento de César, pasa por la cantera de granito rosa (una versión moderna de aquella donde Obélix tallaba sus menhires), las tres rocas marinas que se avistan desde la costa y el barrio de casitas de pescadores Tu-Es-Roc, cuyo nombre ha inspirado –se dice por ahí– la desventura de Obélix, que se convierte en roca luego de tomar demasiado poción (en “El Mal Trago de Obélix”, publicado en 1996). Bien literal, ya que “Tu-Es-Roc” se traduce como “tú eres roca”.
Cualquier argumento sirve: los lugareños también mencionan su gentilicio, “réginéen”, que viene de un puerto romano llamado Reginea, construido en el emplazamiento que hoy día ocupa Erquy. Visitar el pueblo es un poco como leer las aventuras de los dos galos, que son para muchos chicos una clase de historia inicial, donde se trasluce el largo estudio que hicieron Goscinny y Uderzo para escribir las historietas. Lo cierto es que Bretaña conservó muchos rasgos celtas que desaparecieron en otras regiones de Francia: de hecho, fue independiente durante siglos, hasta el Renacimiento, y a principios del siglo XX todavía era común escuchar a la gente expresarse en uno de los cincos dialectos bretones de la península.
LA POCIÓN MÁGICA Si se viene sólo por Astérix, la buena noticia es que se puede descubrir mucho más. El puerto, de donde salen y adonde llegan las barcas pesqueras, es visible desde la terraza de los bares. Se pueden hacer caminatas por la costa y se llega fácilmente hasta el Cabo Fréhel, un hito en la geografía bretona, que dio su nombre a una cantante muy popular en los años ’30. Durante el paseo hay muchas vistas panorámicas sobre la costa y las colonias de aves marinas, entre acantilados que a veces llegan a los 60 metros de altura. También se puede hacer el recorrido en bicicleta, porque la vía EuroVelo 4 pasa por aquí. Además, uno se va con la foto del faro, que data de 1900; de la fortificación de Trois Pierres, construida para proteger el puerto; del horno para balas de cañón de fines del siglo XVIII; del camino de las canteras (un circuito interpretativo) y del dolmen de Ville Hamon. Además de las diez playas, el mar se disfruta también en bajamar, para pescar crustáceos entre las rocas..
Y eso no es todo: según el historiador Gilles Henry, los acantilados de las historietas de Astérix se parecen más bien a los del Cotentin, la gran península al este del Mont St. Michel, que avanza hacia el norte y las costas inglesas. No muy lejos hay un pueblito que se llama Astériac, y se cuenta que Viridorix –un personaje histórico local– vencía a sus rivales con un misterioso brebaje mágico. Astériac y la poción mágica... Los romanos hubiesen dicho, unos siglos más tarde, que se non è vero, è ben trovatoz
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