LA RIOJA. CRUCE A CHILE POR COMECABALLOS
En el comienzo de cada año la provincia de La Rioja rinde tributo a una de las grandes hazañas de las guerras de independencia: la Expedición Auxiliadora Zelada y Dávila, que cruzó los Andes a casi 5000 metros de altura para llegar a Copiapó en Chile.
› Por Graciela Cutuli
Cada año durante el mes de enero el tranquilo pueblito riojano de Vinchina vive una inusual agitación: durante la noche, las calles dormidas ven acudir pick-ups y camiones, que enfilan por su calle principal y forman una columna de decenas de vehículos por la RN 76. Uno tras otro, pasan por los poblados de Jagüé (hay uno que se conoce como “alto” y otro como “bajo”, pero ambos cuentan con una población de apenas trescientas personas). El camino, que alterna tramos de ripio –en sus partes más dramáticas en plena montaña– y de asfalto en buen estado –en los valles de altura– asciende desde los 1400 metros de altura de Vinchina hasta rasguñar los 5000 metros en el paso de Comecaballos, rodeado de cumbres que anuncian los famosos Seismiles (un conjunto de cumbres de la cordillera de La Rioja y Catamarca).
Hoy, como hace dos siglos, es un viaje para bravos. Por el camino, por las condiciones extremas pero sobre todo por la altura. La aventura empieza realmente en el puesto fronterizo integrado, que se encuentra del lado argentino sobre el camino consolidado que lleva al paso de Pircas Negras, desde donde se sigue hasta Copiapó en Chile.
El puesto está a más de 130 kilómetros de Jagüé y es el punto de partida verdadero de la expedición oficial, que organizan autoridades provinciales cada año en enero.
EL CAMINO DE LOS ARRIEROS El riojano Nicolás Dávila y el uruguayo Francisco Zelada estuvieron al mando de una expedición auxiliadora cuyo objetivo era llegar a Copiapó y participar en las luchas contra las tropas españolas. Dentro de unos años, en 2017, se celebrará el bicentenario de la gesta de aquellos soldados y sus mulas. La recreación de la cabalgata cobrará sin duda una relevancia particular y contará con mucho más que el centenar de participantes de la edición 2015, que se realizó el sábado 24 de enero.
Desde Vinchina al puesto fronterizo hay que contar un par de horas de viaje, y para llegar a las seis de la mañana las camionetas salen en medio de la noche, envuelta en ese calor que uno asocia habitualmente con esta porción del país: las temperaturas siguen muy altas a pesar de la hora y de la altura. Un rato antes de llegar al puesto de aduanas y gendarmería, la luz del día avanza poco a poco y da forma a las montañas que permanecían invisibles al borde del camino. Las paradas en los refugios de Sarmiento o a orillas de la laguna Brava serán para el regreso, por la tarde. De momento no hay que perder tiempo, porque los oficiales, los civiles y los militares que participan del acto ya ensillaron y están por partir, siguiendo el curso de un arroyo hasta el último de los refugios, que sirve de base para la prensa y los curiosos, mientras esperan al grupo de jinetes. Allí se hace un alto para hacer descansar a los caballos y para servirse un desayuno.
Estos refugios fueron construidos bajo la presidencia de Sarmiento para los arrieros que llevaban el ganado desde La Rioja y los llanos hasta Chile. Tienen una forma redondeada, con paredes y techos realizados con bloques de piedras superpuestas. Localmente se dice que fueron construidos por obreros ucranianos que se inspiraron en las carpas orientales de las estepas. También tienen un fuerte parecido con las cabañas hechas de lajas en el sur de Francia, en los Alpes italianos o en los Balcanes. La entrada está generalmente protegida de la nieve y de los vientos por una pequeña pared que da al plano de la construcción un esbozo de caracol.
Es allí, en torno del último de los catorce refugios que jalonan el camino entre Jagüé y el paso de Comecaballos, donde se agrupan los jinetes nuevamente para emprender el último tramo y trepar literalmente por una huella sobre las montañas, llegando así al hito fronterizo. La meta está a más de 4800 metros de altura..., lo que equivale a la cumbre del Monte Blanco, el “techo de Europa”.
A medida que avanza el día, el sol se pone vertical sobre el camino y las temperaturas se elevan. Si eran bajo cero un par de horas antes, en el puesto fronterizo, superan los 15 grados al mediodía y el hito se muestra bañado de luz bajo un cielo uniformemente celeste.
LA ESTRELLA DE VINCHINA Dos banderas, una argentina y otra chilena, esperan a los “expedicionarios”. Además de la columna que viene desde el valle argentino, participan siempre algunos jinetes y representantes de instituciones procedentes de Chile. Allí, justo donde se levanta el hito de metal colorido por el óxido, se entonan los himnos de ambos países y se leen discursos oficiales que recuerdan la hazaña de los soldados al mando de Zelada y Dávila.
Por su parte, el paso de Comecaballos ya no está en uso. El tiempo de los arrieros dejó de existir hace mucho tiempo, y la apertura de nuevos pasos –más bajos y más cómodos– en Mendoza cambió el tránsito transcordillerano. El paso de Pircas Negras, abierto sólo unos meses al año, cuando no está tapado por la nieve, tampoco es muy transitado. Los históricos intercambios comerciales entre La Rioja y Copiapó se insertaron así en corrientes más centralizadas.
La expedición anual es entonces el único momento en el cual realmente revive el Comecaballos, recordando el lejano eco de las manadas de miles de cabezas de ganado que lo franqueaban hace mucho, mucho tiempo. Este nombre se debe sin duda a las pasturas que se encuentran hasta muy arriba en las montañas, gracias a la presencia de arroyos y pequeños cursos de agua. Los animales podían comer durante el largo viaje, que podía durar semanas.
Mientras tanto, abajo, en el valle, se está empezando a ver al turismo como un eje de desarrollo. La recreación de la expedición quizá no es ajena a este cambio y le dio seguramente un impulso inicial. Se eligió la forma del cooperativismo para instalar un complejo de cabañas que brinda también servicios turísticos para descubrir los increíbles paisajes de la región y su historia. Además de los refugios de Sarmiento y de los pueblitos de Jagüé, está la Quebrada de la Troya, un cañadón tallado por un río en medio de las montañas de rocas sedimentarias: formas, colores y pliegues, todo parece haber sido un inmenso campo de juego para la naturaleza donde experimentar y dar libre curso a su imaginación. Hasta hay una pirámide, perfectamente triangular, al costado del camino. Es una capa de roca más oscura sobre otras de tono rojizo, que parece así un espejismo del lejano Egipto en medio de la Cordillera.
Pero la verdadera estrella de esta porción del país es la laguna Brava. Se trata de una de las más altas del país (su espejo de agua está por encima de los 4000 metros) y sirve de morada a bandadas de flamencos. Regresando desde el hito, luego de varias horas a una altura extrema y tras haber transitado una hora por una huella rocosa en la montaña, los que tienen algo de coraje todavía hacen un alto por sus orillas para avistar los flamencos. Falta aún un par de horas para llegar de vuelta al pueblo, en cuya entrada se puede ver la Estrella de Vinchina, una gran figura geométrica dibujada sobre el suelo con piedras de colores blanco, rojo, verde y negro. Reproduce en su emplazamiento original el mismo motivo de una estrella de diez puntas, que es uno de los pocos testimonios de la cultura prehispánica Aguada en la región.
FINAL CON HISTORIA La noche pronto caerá sobre el valle, pero las temperaturas no ceden y sigue haciendo mucho calor durante los atardeceres de enero en Vinchina. Hace tiempo que las mulas y los caballos ya volvieron a sus camiones y están por llegar pronto a casa: pero hace 200 años, la aventura había seguido. Los 350 milicianos al mando de Dávila y Zelada siguieron hasta Copiapó y Huasco. Tardaron dos días (22 y 23 de enero de 1817) en llegar desde el valle al actual refugio de Comecaballos, el último de los de Sarmiento, construidos mucho tiempo después de su paso. Más que soldados eran mineros, arrieros o rastreadores. Tenían una escasa preparación militar bajo el mando del comandante de Famatina Nicolás Dávila y fue muy importante la incorporación del oriental Francisco Zelada y doce veteranos. El buen conocimiento del camino para cruzar los Andes de unos completó la experiencia militar de otros. Así llegaron, según las crónicas de la época, en febrero a Chile, donde la columna se enfrentó a una patrulla realista en Castaño y se dividió luego en dos: Dávila avanzó por su parte con 80 hombres hacia Copiapó, mientras Zelada avanzó con el resto de los soldados hacia Huasco. El 12 de febrero, cada una alcanzaba sus objetivos de manera simultánea, mientras el general San Martín triunfaba en la batalla de Chacabuco. La historia recuerda que la liberación de Copiapó y de Huasco por parte de los hombres de Zelada y Dávila se logró sin bajas... Una hazaña tal vez menor comparada con la travesía extrema que realizaron sin tanta preparación y que se conmemora cada año cerca del 22 de enero.
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