Dom 15.11.2015
turismo

AVENTURAS RAFTING DE NORTE A SUR DEL PAíS

Rápidos y furiosos

El rafting es una disciplina sencilla que garantiza vértigo y adrenalina ante la amenaza siempre latente de un inesperado chapuzón al encarar un rápido. Del Noroeste a la Patagonia, estos gomones inflables descienden los ríos más ciclotímicos de la Argentina a toda velocidad.

› Por Julián Varsavsky

Los parques de diversiones más sofisticados del mundo tienen juegos que combinan el vértigo de una montaña rusa con el agua. De alguna manera se inspiran en el rafting, que sería el original de aquella réplica con el agregado de que los paisajes, además de espectaculares, son de verdad. Y el resultado es el mismo: la glándula suprarrenal segregando adrenalina a borbotones mientras fluimos por un torbellino de rápidos.

El rafting es un deporte en equipo, que no requiere saber nadar, placentero y relativamente sencillo: consiste en navegar con una balsa inflable por un río caudaloso. El primer paso es equiparse con chaleco salvavidas, casco y traje de neoprene o chaqueta impermeable (según la época del año). El guía y conductor de la embarcación da una charla informativa y antes de partir le entrega un remo a cada uno explicando las voces de mando: “Adelante”, “atrás”, “derecha”, “izquierda” y “alto”. Todo comienza en calma con un suave traqueteo amortiguado por la goma inflable, hasta que el guía dirige el gomón a toda velocidad hacia una roca apenas sumergida, y al pasar por encima todos saltan en los asientos como en un colectivo que se ha “tragado un lomo de burro”. A los diez minutos ya todo el mundo está empapado por los saltos y con los pies sumergidos en el agua, que va invadiendo la embarcación (desagota por aliviaderos).

¿Qué pasa si el gomón se da vuelta? La posibilidad existe, aunque en general depende de los viajeros. El guía a veces pregunta de antemano, y si todos están de acuerdo entonces el gomón se da vuelta. Pero si esto ocurriese -aun en contra de la voluntad- no hay nada que temer. Los ríos donde se practica rafting nunca son profundos ni el caudal incontrolable. La orilla está a pocos metros y el casco y el chaleco protegen de las rocas. Y suele haber un kayak de apoyo para rescates.

Las araucarias acompañan la flotada desde Villa Pehuenia, ideal para las salidas de rafting.

EN LA PATAGONIA El pueblo neuquino de Villa Pehuenia es la base para las mejores excursiones de rafting y kayak de todo el país por la “calidad” de sus rápidos. El río Aluminé corre encerrado entre dos paredes de piedra en un paisaje semiestepario. Se trata de un río ciclotímico, con muchas rocas, que por momentos explota de furia en concéntricos remolinos, y al instante se apacigua en felices remansos. Está dividido en dos circuitos.

El circuito Superior tiene los rápidos más furibundos y nace a orillas del lago Aluminé entre los parajes más hermosos de la zona. Sus aguas son muy azules y a los costados crecen las araucarias, árboles que pueblan el centro-oeste de Neuquén y llegan a vivir 1500 años. Al navegar a veces aparece el pato de los torrentes, nadando a toda velocidad contra los rápidos.

Para atreverse al circuito Superior hay que tener experiencia en rafting y buen estado físico. Su complejidad es grado III y IV+, con un desnivel constante de 150 metros: se trata de una sucesión de rápidos casi sin remansos, a lo largo de 12 kilómetros. Aquí es de esperar que el gomón pueda volcarse por ir rebotando contra las piedras. Y a veces queda varado en una piedra y hay que bajarse para salir.

El rápido más famoso de este circuito es el Waikiki, que tiene diez olas sucesivas y grandes pozos con corrientes contrarias. Otro es El Cañadón, donde se forma una especie de tobogán de 60 metros y la balsa alcanza a 40 kilómetros por hora. Al final hay una ola que forma una verdadera pared de agua.

El segundo circuito es el Abra Ancha, de ocho kilómetros, que se completa en una hora y cuarto. Su desnivel es de 20 metros y se compone de 15 rápidos escalonados, la mayoría de grado II (aptos para chicos desde los seis años en adelante) y algunos de grado III. Al final del descenso, aquellos que todavía tienen un resto de adrenalina, suben a una pared de roca para saltar en clavado desde los ocho metros.

La localidad santacruceña de El Chaltén –una meca mundial del turismo aventura– no tiene los rápidos más vertiginosos pero sí el paisaje más deslumbrante de toda la Argentina para practicar rafting. La excursión se inauguró este año y se hace desde el nacimiento del río Las Vueltas en la laguna Cóndor. En este caso se necesita un traje térmico seco y botas de neoprene porque las aguas son frías. Los primeros cuatro kilómetros de bajada son muy tranquilos por los caracoleos del río, donde se aprovecha para practicar las técnicas de remada y entrar en confianza con la balsa. Cada tanto remontan vuelo los patos maiceros. A espaldas de los remeros se levanta el imponente pico del cerro Fitz Roy con su filosa punta de granito apuntando al cielo como una gran flecha.

El paisaje salteño en su máxima expresión en el río Juramento, “capital” de la actividad.

El río ingresa a un cañadón donde comienzan ocho salpicados kilómetros a puro vértigo, con una sucesión de rápidos uno tras otro. Por último hay dos kilómetros que son puro relax para dedicarlos a la contemplación del paisaje, dejándose llevar por el fluir del agua. En total son dos horas de paseo y cuatro en total, incluyendo los preparativos, las explicaciones y el chocolate caliente con muffins al final.

RAPIDOS SALTEÑOS El río Juramento -100 kilómetros al sudeste de la ciudad de Salta- es la capital del rafting en el norte argentino. Se llega al punto de largada pasando el dique Cabra Corral por la RP 47, donde los agitados paseos en gomón se hacen todo el año. El río tiene una docena de rápidos de niveles II y III (dificultad intermedia y baja).

El paseo dura dos horas y media a través de un estrecho cañón de paredes de piedra de 12 kilómetros de largo. Estas paredes rocosas se formaron en la era Mesozoica del período Cretácico –hace 65 millones de años– y se han encontrado allí huellas petrificadas de dinosaurios de un metro de largo.

En el centro del país, el lugar más famoso para practicar rafting está en la provincia de San Juan, cerca de la localidad de Rodeo. Se llega pasando por la Cuesta del Viento, un extraño valle que combina la aridez de un paisaje lunar con la transparencia de aguas caribeñas. Dentro del lago, rodeado por montañas de más de 5000 metros, sobresalen peñones solitarios cuyos rectos paredones parecen una fortaleza semisumergida. Algunos tienen extrañas formas helicoidales y desde lejos alimentan la ilusión de una Atlántida en ruinas sobresaliendo apenas en las aguas. Allí unos rojizos vendavales de arena se elevan en remolino hasta el cielo.

Cinco kilómetros más adelante del dique Cuesta del Viento está el río Jáchal. La aventura en gomón comienza en un estrecho cañón de seis metros de ancho con paredones de 25 metros. El Jáchal es un río de humor variable. Tiene nivel de complejidad III y III+, apto para inexpertos. Los doce kilómetros se recorren en una hora, alcanzando los 40 kilómetros por hora.

En el sur de la provincia de Mendoza, el Valle Grande por donde corre el río Atuel es famoso por sus rápidos, donde se practica rafting desde hace 20 años. Se llega desde la ciudad de San Rafael y hay varias empresas que organizan descensos por este río catalogado como nivel de dificultad IIz

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