CÓRDOBA > PRIMAVERA EN LAS SIERRAS CHICAS
El buen tiempo saca a relucir las mejores propuestas de Los Cocos. A 100 kilómetros de la capital provincial, en un rincón entre La Cumbre y Capilla del Monte, ofrece tranquilidad, caminatas sobre el cordón montañoso, parques con juegos, delicias dulces y un arroyo calmo en la vecina San Esteban.
› Por Pablo Donadio
Fotos de María Clara Martínez
No escondidos, sino sabiamente apartados de la escena turística más tradicional, Los Cocos y San Esteban hacen una buena dupla. Privilegiado por su ubicación sobre las propias sierras, el primero se desparrama a lo largo de la ruta E76, una suerte de atajo de la RN 38 conocida por Cosquín, La Falda, Capilla del Monte y tantos otros destinos célebres de la provincia. Desde allí va trepando en los faldeos y le da la posibilidad al visitante de estar prácticamente abrazado a la piedra sobre miradores naturales del valle. Esa ruta-atajo, que al llegar al pueblo toma el nombre de Cecilia Grierson, la primera médica argentina, a su vez finaliza nuevamente en la RN 38, de cara a San Esteban, el complemento ideal por su arroyo calmo y cristalino.
PURA DIVERSIÓN El sol sale a pleno y da ganas de caminar custodiados por la sierra y el valle. A metros de las cabañas, una forma muy extendida de oferta hotelera en la zona, hay pequeñas despensas y provedurías, pero son los puestos comerciales de El Descanso la tentación de los visitantes. Pilas con alfajores cordobeses de fruta y dulce de leche, miel pura de San Marcos Sierras, arropes de chañar y tuna, colaciones y dulces caseros atraen ojos y billeteras. Restaurantes y tiendas de ropa se suceden a lo largo de la E76 por una cuadra, justo en la curva donde hay que frenar sí o sí, ya sea para comprar algo o para no pisar a la gente que cruza de un lado a otro en busca de diversión. Es que allí, además de la venta turística, está el centro de atracción de chicos y grandes, El Descanso “original”. Nacido como un parque recreativo cerrado, con varios museos (el Apícola, el Greco-Romano y el Argentino), jardines llenos de esculturas y el famoso laberinto de ligustros, uno de los más grandes del país, fue el puntapié de un complejo que fue creciendo a su alrededor y adquirió popularmente ese mismo nombre. Por ejemplo el miniparque de diversiones integrado por un tobogán gigante y ondulante llamado Alfombra Mágica, que suma además un carro con forma de gusano y calesitas. O la cercana telesilla que permite ascender hasta llegar a los 1440 msnm, y arriba disfrutar de la vista panorámica en su confitería, visitar un acuario y embarcarse en el Aerotren que transita el borde de la montaña. La forma de descender puede ser nuevamente en telesilla, o por un deslizador de cemento con forma de canaleta que baja zigzagueante. A pocos metros, mientras el aroma del asado a la cruz de las parrillas se mezcla con las coquetas tortas inglesas provenientes de la vecina La Cumbre, Los Cocos Park invita a la cima del cerro La Cruz de Landajo, aunando una bellísima vista y entretenimientos. Allí combina una kermesse (tiro al blanco, captura de muñecos, tiro al aro) y un parque de juegos para niños con clásicos como la Mansión de los Monstruos, la Casa de los Espejos o el Sendero de McGyver. Cuenta con un monorriel que rodea el cerro, un juego de agua para aventureros y un sendero de supervivencia. A diferencia de los anteriores, aquí la entrada y el estacionamiento son gratuito, y solo se pagan los juegos.
AL MÁSTIL La caminata al mástil resulta difícil viendo su lejanía y altitud desde el pueblo, pero no es exactamente lo que parece. Si bien hay otras caminatas posibles, como el sendero a la Cabeza del Soldado, el monolito que se encuentra en el cerro Camello es un clásico de la visita por un camino con varios claros y descansos. Pero es un placer desandar la sierra hasta allí, algo posible realmente con poco esfuerzo y alrededor de una hora de traqueteo.
El recorrido comienza sobre la ruta, como casi todo cobijada por el monte inmediato que en esta época muestra exultantes aromos, retamas y duraznitos criollos. Antes se pasa por la capilla Santa Teresita, una bellísima casita levantada en 1934, que como muchas de las construcciones de años en la zona muestran orgullosamente sus anchos muros en piedra. Pese a no contar con párroco estable, se da misa religiosamente cada domingo. Desde allí, la travesía se abre paso por el monte denso de molles y su sombra reconfortante. A los pocos minutos el verde va quedando atrás, y aparece el dorado de los pastizales que el viento peina sobre el suelo gris de polvo y piedra, que de a ratos destella por los fragmentos de mica. A esa altura se está ya en plena montaña, y el viento es gran protagonista por su canto en las quebradas y su fuerza tan inquietante en épocas de incendios. Aún lejos, el mástil espera con la sabiduría de los años. Dicen que se levantó como símbolo de agradecimiento de un hombre al que habían mandado a estas sierras por una enfermedad respiratoria, en la primera mitad del siglo XX. Curado, el hombre encargó el trabajo a Ernestina Azor, una arquitecta reconocida en la época.
El último tramo se torna sereno y frío, sobre el filo que permite apreciar ambas laderas. Desde allí todo el valle se despliega hasta Capilla del Monte y su espejo de agua (el dique El Cajón) y La Cumbre, escondida en tramos por las lomas de Cruz Grande y Cruz Chica. Arriba se puede estar el tiempo que uno quiera. Matear, tomar fotos, y hasta animarse a una siestita.
EN LA LOMA El Museo La Loma es una antigua casa construida en 1918 por Victoria Crenna y su marido José Pedro Majorel, con salones donde desfilaron artistas e intelectuales del país y el mundo, como Ítalo Botti, Angel Vena, Emilia Bertolé o Alfredo Guido, cuyo mural adorna el comedor y habla del fuerte americanismo que habitaba las ideas de los anfitriones. El astrónomo Martín Gil, Arturo Capdevila, Rafael Alberti, Alfonsina Storni, la doctora Cecilia Grierson y algunos de los exponentes de la escultura y la arquitectura del momento -como Ernestina Azor, Ángel Guido y Leguizamón Pondal- también fueron asiduos visitantes.
Cuenta Arnaldo Guzmán, secretario de Cultura del municipio, que han implementado un sistema de “voluntariado cultural”, mediante el cual se desarrollan distintas actividades y talleres. Por ejemplo Silvana, una de las voluntarias, organiza el Ciclo de Cine para mayores los viernes y para niños los sábados. La actividad tiene mucha convocatoria local y espíritu comunitario y cooperativo, ya que la misma gente colabora con el armado y desarmado de la sala. Con la misma lógica se organizan Ciclos de Teatro y Música, generalmente a la gorra, como el “Camino de la guitarra criolla”, en el que participaron músicos de todo el país. Durante el verano, además, el museo abre de noche con obras y diferentes performances en el jardín, las galerías y la antigua piscina (vacía) como escenario. En este momento se prepara una muestra con ponencias y talleres sobre la inmigración afro de Córdoba, y pronto será la sede del Encuentro de Escuelas Posibles (escuelas por fuera del sistema educativo) al que asistirán diversos representantes para debatir una futura ley. Entre las visitas guiadas para la próxima temporada se planea incluir la hoy cerrada casa de Cecilia Grierson.
BUENOS VECINOS A principios del siglo XX la estancia donde se fundó Los Cocos se planteó como espacio de veraneo para empleados de los ferrocarriles ingleses. Es curioso, porque el ferrocarril nunca pasó por Los Cocos, sino por las localidades vecinas, pero esa estancia incluía a San Esteban, el pequeño pueblo ubicado a dos kilómetros por el que corre el arroyo Dolores hasta el dique El Cajón. Cada verano, Los Cocos y San Esteban se conjugan a la perfección, y el balneario con pileta de agua natural es el complemento ideal para los visitantes. Hay guardavidas, confitería y hasta tobogán acuático. A ambos lados, varios asadores con arboleda y espacio para estacionar permiten pasar el día completo. Para los que buscan mayor tranquilidad, el cauce se extiende hacia los rincones vecinos con praderas verdes y poca profundidad, algo ideal para familias con chicos. A su vez, hay propiedades en alquiler de temporada que son aún más baratas que en Los Cocos.
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