ESTADOS UNIDOS > LOMBARD STREET EN SAN FRANCISCO
Va, viene y vuelve a ir. La arteria más sinuosa del mundo está en California e invita a un pequeño viaje de aventura, bien empinado, de punta a punta: un icono turístico, una curiosidad y un desafío para lograr la imagen que refleje el particular vaivén de esta callecita superfamosa.
› Por Graciela Cutuli
El mapa de San Francisco se parece bastante a un damero, al estilo de las ciudades fundadas por los españoles en América. Porque aunque hoy sea un símbolo del californian way of life, geek y open-minded, allá lejos y hace tiempo la urbe del arcoiris y el crisol de razas tuvo el origen hispano que revela su nombre. Y eso que la ciudad es un perfecto subibaja. Pero de pronto, entre las calles Hyde y Leavenworth, Chestnut y Greenwich, algo se altera. Y no, en la era de Google Maps no son arrugas en el papel: esa viborita blanca entre las manzanas bien cuadradas es una calle y se llama Lombard Street. Es famosa (mucho), para más datos, y bien tiene con qué. En honor a la verdad, tiene bastantes más cuadras: pero el tramo que serpentea en la zona llamada Russian Hill es el que se hizo célebre por lo empinado y por la sucesión de curvas y contracurvas que podrían marear incluso al marinero más experto.
SIN PARAR No importa a qué hora se vaya, no importa si hace frío o si hace calor, ni si se está manejando o a pie. En Lombard Street hay gente siempre. Grandes, chicos, chinos, europeos, argentinos. Ni pregunte cómo llegar: déjese llevar y la encontrará con facilidad porque en los dos extremos de su tramo más famoso se reúnen siempre decenas de personas –de todos los idiomas y procedencias– para cumplir con el ritual de sacarse fotos a sí mismos y sacarles fotos a otros mientras bajan (si es en auto no hay otra opción) o suben (si van caminando) por la famosa callecita. Por supuesto, quien dice foto también dice video, a dos por hora para regodearse en los detalles más curvilíneos.
En otras palabras: Lombard Street es una constante romería, al punto que días atrás las autoridades de ese distrito de San Francisco se pusieron serias y empezaron a analizar –a instancias de las quejas de los residentes– cómo limitar el constante vaivén de turistas. Las opciones, a saber, son varias: desde prohibir el tránsito de vehículos hasta imponer un pago para circular en auto o a pie, pasando por limitar el número de visitantes previa reserva por Internet.
Considerando que son dos millones cada año, en pocas decenas de metros, la preocupación por la presión turística es comprensible: los residentes de Lombard Street bien pueden sentirse como en una gigantesco Gran Hermano bajo constante observación (algún antecedente hay, ya que la casa del número 949 se filmó a principios de los años ’90 The Real World: San Francisco, uno de los primeros reality shows que circularon por la pantalla chica). En todo caso, aún no hay decisiones tomadas respecto de qué hacer: pero quien esté por viajar a San Francisco podría estar viendo los últimos días de Lombard Street sin ataduras.
Por las dudas, Marco –que llega desde Italia– asegura que “pagaría para entrar”. “Es un símbolo de San Francisco”, se hacen eco Mary y Carol, dos inglesas en plan de exploración californiana. “Mmm, depende”, duda en cambio Gabriel, un cordobés que sin embargo admite un sueño por el que sí pagaría: “Bajar en auto a toda velocidad. Como si fuera Grand Theft Auto: San Andreas, uno de sus videojuegos favoritos. Pero en sueño quedará, porque mientras todavía está permitido, Lombard Street hay que bajarla en auto muy despacio, y la velocidad está estrictamente controlada (5 millas, u 8 km/h). Nada de persecuciones como en Las calles de San Francisco…
Lo cierto es que en sus comienzos era ¡doble mano! Recién en 1939 tomó su sentido único y definitivo de circulación, y el éxito turístico que empezó a desbordarla en los años ’60 –después de publicarse algunas postales que la muestran con sus ya famosas hortensias totalmente florecidas– hizo que el intento de este año de poner freno a la situación no sea ni de lejos el primero: ya hubo otros (todos infructuosos) en 1970, 1977 y 1987 para cerrar Lombard Street solo a los residentes. Por lo menos, en 1980 los habitantes consiguieron que se prohibieran las excursiones en bus, que complicaban más todavía un tránsito de por sí complicado.
RAREZAS Para el portfolio del viajero, nunca están de más algunos datos. La calle tiene orientación este-oeste, de El Presidio a El Embarcadero, y se convirtió en una sucesión de curvas y contracurvas gracias a un propietario que tuvo esa idea para sortear la marcada pendiente de 27 grados, hasta entonces tapizada de adoquines y con un trazado recto que dificultaba o directamente impedía la circulación de autos (y por lo tanto bajaba el valor de las propiedades). Incluso hoy, quien quiera visitarla en paz puede dejar el auto en otro lado y subirse al tranvía de Powel-Hyde, que para justo en la parte superior: ideal para seguir la marcha hacia abajo sin dificultad. Se dice que esta calle de 180 metros de largo pavimentada en rojo es la más sinuosa del mundo, y aunque no sea totalmente comprobable sin duda es una de las más pintorescas. En cuanto a pendiente, la vecina Filbert Street –que va en línea recta y es todo un desafío para el equilibrio– tiene una inclinación máxima de 3,15 grados. La aventura de subirla/bajarla termina en una escalera peatonal, los Filbert Street Steps.
Volviendo a Lombard, tiene otros motivos para ser famosa, ya que la casa del número 900 apareció en Vértigo, de Alfred Hitchcock. Y hasta se dice que la cercana morada del número 1000 está embrujada y que por eso su dueña tuvo que abandonarla… una confirmación más de que a pocos kilómetros del hipertecnológico Silicon Valley pueden seguir viviendo raras leyendas urbanas. En todo caso no se tratará de un fantasma con fobia a las multitudes, si cada vez que aparece se encuentra con los cientos de miles de visitantes que concentra cada año Lombard Street.
El visitante agradecerá, por otro lado, que la calle esté cerca de algunas de las principales atracciones de San Francisco: a pocas cuadras está Ghirardelli Square, otro icono de San Francisco, ideal para reponer fuerzas con los famosos chocolates locales; el concurrido Fisherman’s Wharf, con su sucesión de museos (aquí está entre otros el Mme. Tussaud’s) y curiosidades para todas las edades; y los muelles de donde salen los ferries para visitar Alcatraz, aquella imperdible isla de la legendaria “fuga imposible”.
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