Dom 07.03.2004
turismo

ECOTURISMO UN DíA EN LAS ISLAS DEL DELTA

Naturaleza isleña

Una excursión a una isla del Tigre para realizar una caminata de interpretación de la naturaleza isleña, acompañada por un buen almuerzo, una siesta al aire libre y una remada por los arroyos de la zona.

› Por Julián Varsavsky

Cecilia Cambieri es una amante del Delta desde sus tiempos de niña. Su pasión por la zona fue en aumento con los años y en 1999 decidió irse a vivir a su velero y organizar excusiones por las islas. Cierta noche estaba disfrutando de una comida con buen vino a la luz de la luna sobre su velero, y pensó que ésa podría ser una alternativa turística orientada a las cenas románticas. Por último descubrió que sus pasajeros no paraban de preguntar cómo eran por dentro las islas que veían desde el agua, así que decidió también incluir un circuito de caminata por una de ellas. De esta forma nació el emprendimiento Naturaleza y Delta, cuyos servicios combinan el interés ecológico con el placer de disfrutar de una exclusiva comida y el relax de pasarse una tarde recostado en una hamaca o remando entre los canales.

HACIA EL CORAZON
DE LA ISLA. Después de desembarcar en el muelle de “Un lugar en el arroyo”, una típica casa isleña de estilo inglés con 80 años de antigüedad sobre el Caraguatá, comienza el paseo exploratorio por esta isla ubicada entre los arroyos Carapachay y Caraguatá, y los ríos Luján y Paraná de las Palmas, en la primera sección del Tigre. La excursión, guiada por expertas naturalistas, permite conocer algo más de la naturaleza del Delta, ya que la isla es similar a todas las otras que conforman este complejo laberinto de ríos y arroyos que fluyen con sereno caudal al borde de la gran ciudad.
Desde un pequeño mirador de madera se observa claramente la forma de plato hondo que tienen todas las islas, con elevaciones en los bordes donde se acumulan sedimento y ramas. En el centro de la depresión interior se forman pantanos donde es imposible construir. El agua de lluvia se acumula en los pantanos y se escurre a través de unos desagües naturales llamados horquetones, por su forma de horqueta.
A lo largo del paseo, las guías enseñan a distinguir las especies autóctonas de las exóticas, cuyo gran introductor fue Domingo F. Sarmiento, un pionero del Delta. Entre las especies introducidas –incluso hubo leyes que obligaban a plantarlas– están la casuarina, el ciprés calvo y el fatídico ligustro, que invadió cada rincón del Delta desplazando a la vegetación original. Entre las nativas está el simple pasto como la cortadera, que no debería desaparecer porque a su abrigo habitan pequeñas ranitas, el jilguero y varias clases de pájaros chicos, y el anakahuita o arrayán de las islas, que se utiliza para preparar un té expectorante. El sendero continúa por una selva abovedada donde se pueden ver caracoles del tamaño de un puño pequeño, pavas de monte rojinegra y las grandes palomas picasurú.

APRENDIENDO ECOLOGIA.
El mensaje ecológico tiende a reintroducir las especies nativas, que son las que dan cobijo a las aves nativas, cuyos huevos alimentan a los lagartos nativos, que a su vez son alimento de los mamíferos nativos, y así hasta completar la infinita trama ecológica que tardó miles de años en alcanzar el equilibrio perfecto que voló por los aires con la llegada del hombre blanco. Cabe aclarar que el Tigre le debe su nombre a los injustamente temidos yaguaretés, que hasta hace poco más de un siglo habitaban en la zona y hoy han desaparecido por completo, al igual que en Entre Ríos, Corrientes y la lejana Misiones, donde quedan unos pocos.
Al regresar a la casona, las guías explican con ayuda de un mapa cómo el terreno del Delta va creciendo año a año debido a la gran cantidad de sedimentos que arrastra el río Paraná (de allí su color marrón). Pero, además de sedimentos, el río arrastra semillas de la selva misionera que se depositan en las islas, haciendo crecer una frondosa selva que, por cierto, ha sido muy depredada. En tiempos en que todavía existía el yaguareté, el Tigre era una zona muy selvática.

ALMUERZO, SIESTA
Y REMO. Después de la caminata y la clase sobre la formación del Delta, los visitantes se instalan en la galería, donde se sirve el almuerzo. El menú de “Un lugar en el arroyo” suele incluir como entrada crêpes de verdura o brusquetas. El plato principal suele ser pollo al horno de barro o colitas de cuadril cocinadas de la misma manera. De postre se sirve helado con salsa de zarzamoras y una variada repostería a base de frutas del lugar como los pecanes (nueces del Delta) y las ciruelas. Como fondo se oye buen jazz, y tras los ventanales se despliega toda la exuberancia del Delta.
Terminado el almuerzo, llega la merecida siesta. Algunos eligen tirarse en el pasto, otros en las reposeras al sol, y los más bucólicos se recuestan en una hamaca colgada entre dos árboles. Por la tarde, quien lo desee puede seguir descansando o salir a remar en un bote de estilo inglés por los arroyos adyacentes. Al atardecer se sirve el té bajo las casuarinas, un verdadero festín de tartas de manzana, nuez pecán, ciruela, limón y mandarina. Así completamos un acercamiento al Delta de Tigre, con su biodiversidad, su calma innata y su buena comida.

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